Las patentes restringen el acceso a soluciones curativas. Segunda parte

Ilustración: Kipu Visual

Por Carolina Verduzco Ríos

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 12 de julio de 2020.- Sin dejar de tener presente que es muy probable que haya aviesas intenciones en la difusión del video e independientemente de la contrariedad que causen sus criterios y sus posibles errores en aspectos controversiales de salud física, es valioso que en ese material, de tan sólo 26 minutos, se muestren aspectos que no son muy conocidos sobre la actuación de jefes de instituciones que muchos consideran impolutas, como la OMS y otras, en las que la enorme influencia de grandes empresas trasnacionales se sobrepone a las necesidades de acceder a productos curativos a un bajo costo y de manera oportuna.

La Dra. Mikovits habla de la Ley Bay-Dole, que en EU a principios de la década 80 cambió la forma en la que las universidades abordan la transferencia tecnológica, dándoles a empleados del gobierno la posibilidad de patentar sus descubrimientos, lo cual no debería ocurrir porque las investigaciones son pagadas por los contribuyentes. Además una cantidad de medicamentos muy baratos que se usaban de forma efectiva contra la malaria han perdido su licencia porque para la industria farmacéutica resultan más lucrativos otros productos. También señala que Bayer y Monsanto no sólo bloquean medicamentos, sino también remedios naturales que antes estaban en el mercado.

Aunque en el video no se hace referencia a México, lo que en él se denuncia sobre las patentes, tiene relación con el hecho de que aquí una cantidad de plantas medicinales se han escaseado sin que las personas que tradicionalmente las usaban sepan que ello se debe a que aquí, al igual que en la mayor parte de los países occidentales, existe la tendencia a desaparecer la medicina tradicional en beneficio de las grandes farmacéuticas internacionales que pretenden adueñarse, mediante registros de propiedad y obtención de patentes, de las plantas que intentan utilizar con fines mercantiles, como ya lo hacen con varias.

En la Ley General de Salud promovida por la Cofepris se prohibió el uso de 432 hierbas utilizadas por la medicina herbolaria mexicana, según denunció hace tres años el presidente de la Federación Nacional de la Industria de Herbolaria y Medicina Alternativa, Tradicional y Naturista, Emmanuel Zúñiga.

(https://www.eluniversal.com.mx/articulo/nacion/seguridad/2017/05/21/cofepris-quiere-desaparecer-la-herbolaria-denuncian).

Afirmó que “La gente no es consciente de que hierbas como el tepezcohuite, hierba del sapo, árnica mexicana, ruda, anís estrella y cola de caballo estánprohibidas en nuestro país y que están siendo retiradas del mercado” y explicó que “la ley de salud mexicana establece una serie de normas para el etiquetado y la producción que sólo pueden conseguir los grandes laboratorios farmacéuticos”.

El Acuerdo por el que se determinan las plantas prohibidas o permitidas para tes, infusiones y aceites vegetales comestibles incluye tambiénalepazote, la belladona, la uña de gato y a la gobernadora en la lista de plantas que “no deben emplearse” (http://www.salud.gob.mx/unidades/cdi/nom/compi/a1512993.html)

Algunas de estas hierbas aún se consiguen con facilidad, no obstante, para evitar su libre recolección, cultivo, distribución y consumo, en el futurose podrán emprender medidas persecutorias con base en este Acuerdo que oficialmente las prohíbe.

Como bien observa Zúñiga “Ahora resulta que las plantas que por siglos hemos usado los mexicanos para cuidar nuestra salud son tóxicas, pero se hace caso omiso de los efectos secundarios de la medicina alópata.”

Más allá de quiénes paguen los estudios científicos, es necesario tratar el tema en una perspectiva más amplia y universal. Las investigaciones que conducen a un hallazgo, una innovación o un invento no parten de cero, sino que son una pequeña parte del largo proceso de conocimiento de la humanidad, que nos pertenece a todos. Otorgar patentes, limita el desarrollo de ese largo proceso de conocimiento y excluye del derecho de disfrutar de sus beneficios a la mayor parte de los miembros de las generaciones presentes. Así es como está operando la industria farmacéutica en casi todos los países del mundo, con el falso argumento de que esa es la única forma de impulsar la investigación, pero hay otras maneras de hacerlo.

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