Lecciones bolivianas para América Latina

Foto: Natacha Pisarenko / AP

Por Manuel Aguilar Mora

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 15 de noviembre de 2019.- Los candentes acontecimientos de Bolivia de octubre pasado con la rebelión popular detonada en primer lugar por la decisión de Evo Morales, tomada en contra de la opinión de una mayoría popular que en 2016 se había manifestado en un referendo en contra de su cuarta reelección como presidente, rebelión que fue oportunista y hábilmente utilizada por los sectores reaccionarios y fascistoides bolivianos, en especial los empresarios agroindustriales de la región de Santa Cruz y a la que finalmente se auparon las fuerzas policiacas y el propio ejército, determinaron la renuncia del presidente Morales, de su vicepresidente y de otros altos funcionarios de su gobierno, así como su consecuente salida del país y su asilo en México.

Auge y decadencia del progresismo latinoamericano

La terrible confusión producida con estos acontecimientos no debe permitirnos a su vez que nosotros mismos no veamos la realidad de lo que pasó y está pasando en el país andino única manera de poder comprender lo que puede pasar a continuación. La caída del gobierno de Evo Morales y su vicepresidente Álvaro García Linera no es un simple “golpe de estado”, comandado desde Washington. En esta ocasión no fue el ejército como tradicionalmente sucedió en los numerosos golpes de estado anteriores quien inició y ejecutó el golpe, aunque es evidente que el peso específico que tienen las fuerzas armadas hace que hoy en Bolivia el peligro de la imposición de una dictadura militar es una amenaza que está latente en el proceso desatado por los sucesos violentos de octubre. La crisis estalló debido a la explosiva combinación de factores en la que grupos capitalistas importantes, en especial los residentes de la región de Santa Cruz, no pocos de ellos aliados de Morales durante su gobierno, se aprovecharon del conflicto producido por la reelección del presidente que primeramente surgió entre sectores populares, que incluían a muchos cuyos votos habían llevado tres veces al dirigente indígena de Cochabamba al Palacio Quemado de La Paz.

El conflicto entre las bases populares, ante todo campesinas que apoyaron en un principio a Morales y su Movimiento al Socialismo (MAS) surgió durante el ejercicio de la línea política del gobierno encabezado por el líder indígena. Una política que se confrontó, actos de represión de por medio, con sectores populares que denunciaban y luchaban contra sus proyectos de claro corte capitalista, de carácter “extractivista”, que nada tenían de socialista. A mediados de este año dicho conflicto entre las antiguas bases apoyadoras de Evo y su gobierno se aceleró ante la perspectiva claramente evidenciada por el grupo gobernante de forzar, contra la opinión popular, una cuarta reelección a la presidencia de Evo. (Una síntesis explicativa de estos acontecimientos la da el artículo del periodista uruguayo Raúl Zibechi, de la Universidad Nómada Sur, titulado “Un levantamiento popular aprovechado por la ultraderecha”. 11.11.2019. http// unoinomadasur.net).

Ciertamente el gobierno de Morales se destacó como un gobierno que rompió muchas tendencias de la historia de Bolivia. Ningún otro presidente anterior había sido elegido en tres ocasiones como Evo. Esta circunstancia se debió a que su presidencia coincidió con el periodo de principios del siglo actual en el que las materias primas (las commodities) gozaron de precios al alza. Bolivia es un país tradicionalmente rico en minerales estratégicos (como el litio). Este hecho y otros concomitantes permitieron el crecimiento de las finanzas públicas y la puesta en práctica de políticas asistencialistas que aliviaron algo a los sectores más pobres sin que profundizaran y llegaran a las raíces mismas de la desigualdad social, todavía muy grande en el país. Muchos logros sociales se realizaron en los rubros de la educación, la salud y la infraestructura económica. Fue la época de Chávez, de Lula y del auge del progresismo latinoamericano. También tuvo importancia la línea indigenista que adoptó el MAS y sus raíces con los movimientos sociales de esos años. Pero el descenso de los precios de las materias primas principalmente, así como la crisis de los progresismos de los países vecinos en Brasil, Argentina y Ecuador también impactaron a la Bolivia de Evo. El curso fundamentalmente procapitalista del progresismo latinoamericano no resistió las consecuencias letales de la recesión del capitalismo mundial de 2008 y finalmente sus políticas abrieron la puerta al regreso de la derecha más reaccionaria, racista y ultranacionalista como en Brasil (Bolsonaro), Argentina (Macri), Ecuador (Lenín Moreno) y a la aguda crisis del postchavismo en Venezuela. En el caso de Bolivia en estos momentos, como en el de los demás países mencionados, todas las conquistas logradas están en peligro, muchas de ellas incluso han sido ya aplastadas por el salvajismo y la reacción de la contrarrevolución que se ha impuesto a partir de la decadencia y bancarrota del progresismo y la ausencia de una verdadera alternativa socialista revolucionaria.

El papel del ejército

Por supuesto, la rutinaria tradición de lo que todavía se llama genéricamente “la izquierda latinoamericana”sólo puede entender y explicar lo sucedido en Bolivia por la intervención del imperialismo yanqui. Trump inmediatamente felicitó a los ejecutores del golpe y reconoció al gobierno emergente (todavía no articulado) sabiendo que el ejército tiene un papel crucial ya en el mismo. ¿Quién podrá negar la influencia y la penetración del imperialismo en América Latina? Pero de esa verdad general no se derivan corolarios simplistas que todas las movidas habidas y por haber de los sectores reaccionarios y contrarrevolucionarios son dirigidas directa y concretamente por la Casa Blanca a través de sus embajadas. El propio Morales ya en México declaró que él no tiene evidencias concretas de la intervención de Washington en los acontecimientos de octubre.

De hecho el gobierno de Morales cultivó una relación muy favorable con la jerarquía militar boliviana, la cual como todas las de América Latina (con la excepción de Cuba y Venezuela) tienen vínculos de dependencia estrecha con el Pentágono.

 […] el gobierno de Morales hizo todo lo posible por potenciar el rol de los militares en la economía y la sociedad boliviana. Así, en agosto pasado, en la conmemoración de los 194 años de la creación de las Fuerzas Armadas, Morales anunció que las mismas formarían parte del directorio de empresas estratégicas “para que cuiden los intereses nacionales”. Prometió también no acabar con el servicio militar obligatorio “porque significaría acabar con las FFAA. Pero además, los militares dirigen la Corporación de las Fuerzas Armadas para el Desarrollo Nacional. Entre otras empresas, están: Fábrica Nacional de Explosivos; Fábrica Boliviana de Municiones; Transporte Aéreo Militar; Transporte Aéreo Boliviano; Empresa Nacional Automotriz; Unidad de Explotación de Recursos Hídricos; Unidad Productiva Agrícola Bermejo; Química Básica Boliviana. Asimismo ya participaron como administradores, entre otras, en Empresa Construcciones del Ejército; Empresa Naviera Boliviana; y Corporación de Seguro Militar. Pero además, los militares dirigen la Corporación de las Fuerzas Armadas para el Desarrollo Nacional. Entre otras empresas, están: Fábrica Nacional de Explosivos; Fábrica Boliviana de Municiones; Transporte Aéreo Militar; Transporte Aéreo Boliviano; Empresa Nacional Automotriz; Unidad de Explotación de Recursos Hídricos; Unidad Productiva Agrícola Bermejo; Química Básica Boliviana. Asimismo ya participaron como administradores, entre otras, en Empresa Construcciones del Ejército; Empresa Naviera Boliviana; y Corporación de Seguro Militar. (Rolando Astarita, “Bolivia y los organizadores de derrotas”),

La política antiimperialista

Los hechos ocurridos en Bolivia plantean crudamente a dicha “izquierda latinoamericana” una cuestión clave para su situación y protagonismo políticos en estos acontecimientos históricos, de cuya respuesta depende la posibilidad de lograr insertarse en el flujo que los determina para influir en ellos. Esta cuestión se sintetiza en la siguiente encrucijada ideológica: o seguir las tradicionales posiciones nacionalistas “antiimperialistas”, también tradicionalmente adoptadas en la región por todos los partidos comunistas (estalinistas) y las diversas y numerosas organizaciones de izquierda surgidas de sus escisiones o entender de una vez por todas que la estrategia antiimperialista sin su complemento anticapitalista necesario y fundamental se convierte en un discurso retórico ausente por completo de una perspectiva revolucionaria, como el progresismo latinoamericano de los años noventa y principios del presente siglo lo ha demostrado hasta la saciedad.

En Bolivia la necesaria y justificada política de evitar una masacre de los sectores que lo apoyan y que siguen reivindicando firmemente la alternativa del socialismo, como ha declarado Evo para justificar su renuncia a la presidencia y su salida del país no será posible realizarla capitulando ante la violencia racista y colonialista que ya se despliega en las calles de las ciudades y los campos de la nación andina. Sólo será posible evitar el baño de sangre que preparan los sectores más reaccionarios, fascistoides, ultrarreligiosos de las clases dominantes bolivianas proponiendo, organizando y encabezando una estrategia de autodefensa de los trabajadores y los campesinos bolivianos. Con los sectores derechistas más ultras, hoy ya con los militares a su lado, que expanden por todos los rincones del país su violencia mortífera contra el pueblo humilde trabajador, no es posible negociar como si nada hubiera sucedido. En Bolivia se ha desatado un proceso que puede desembocar en una guerra civil, como algunos lo han ya gritado y expresado en sus manifestaciones en las calles. Para que la victoria sea de los explotados y oprimidos y no se perpetúe la paz cinco veces centenaria de los explotadores y opresores nacionales y extranjeros es necesaria hoy más que nunca la autoorganización y la autodefensa de las y los trabajadores, de las mujeres, de las comunidades indígenas y campesinas y de los sectores populares para enfrentar la feroz contrarrevolución que se despliega ya en el país apoyada por los capitalistas internos, los gobiernos reaccionarios vecinos, como el de Bolsonaro y, finalmente todos obedientes y leales a Washington.

Hacia la revolución socialista

Las lecciones de los acontecimientos de la lucha en Bolivia para la lucha de los trabajadores de América Latina son fundamentales y decisivas. Son lecciones para la victoria en estos momentos en que la rebelión de las masas de jóvenes, de mujeres y de trabajadores en Chile prende todas las esperanzas en la posibilidad de la caída del odiado gobierno heredero directo de la dictadura de Pinochet. Son lecciones para la lucha contra el reaccionario, homófobo y racista Bolsonaro en Brasil. Son lecciones para todos los pueblos del subcontinente: en Nicaragua, en Honduras, en Guatemala, en Perú, en Argentina y, por supuesto también en México. En cada país dicha lucha debe tener en cuenta sus peculiaridades nacionales. En Bolivia la lucha de clases ha llegado a un punto culminante. Allí la verdadera lucha por el socialismo se está planteando concretamente pues ella es la única manera de derrotar a la contrarrevolución que ha propiciado la política de una falsa estrategia al socialismo desplegada por el gobierno de Morales. Falsa porque no se basó fundamentalmente en los trabajadores del campo y la ciudad a quienes dividió, llegando incluso a reprimirlos en varias ocasiones, provocando desconcierto, desorientación y desmoralización en sus filas, situación que se hizo patente en la confrontación final que se dio en octubre entre el gobierno de Morales y las fuerzas reaccionarias. La gran solidaridad de los trabajadores, de los pobres y oprimidos con el gobierno de Morales en sus primeros años brilló por su ausencia en las conmocionantes jornadas de octubre.

La garantía de la victoria de la lucha por la liberación nacional y la emancipación social en Bolivia, como en todos los demás países del subcontinente, está en la unidad consciente de las masas trabajadoras del campo y la ciudad, en su independencia completa de los sectores burgueses nacionales y extranjeros y de sus gobiernos, de la democracia de sus organizaciones libres de burocratismo y dogmatismo estériles e impulsadas por el anhelo de solidaridad internacionalista con los obreros y campesinos de las demás naciones latinoamericanas con las que forjarán la Unión de Repúblicas Socialistas de América Latina.

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