Los condenados de la tierra (Frantz Fanon)

Por Porfirio Toledo Delgado

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 09 de junio de 2021.- Las normales rurales son de vieja raigambre, producto de la Revolución mexicana, su misión era crear a los docentes que fuesen a atender a las necesidades de educación básica en ese medio.

Las bases pedagógicas de dichas escuelas las construyeron maestros como Moisés Sáenz y Rafael Martínez. Ellos acumulaban la experiencia de las misiones culturales y de los maestros ambulantes. La concepción de la escuela rural era integrar a toda la comunidad en una sinergia de aprendizaje a fin de entender y comprender sus problemas y plantear soluciones. Era una enseñanza de vida y para la vida. El aula iba a la realidad circundante y la realidad entraba en el aula para ser discutida y plantearse su transformación. Así, el maestro rural no sólo enseñaba las primeras letras, sino se convertía en un promotor social del cambio.

En 1922 se crea el Departamento de Educación y Cultura indígena. Vasconcelos señalaba que las comunidades indígenas, debían ser integradas al desarrollo social. El problema es que desde el siglo XIX y hasta el levantamiento zapatista en 1994, la integración fue concebida como aculturación y destrucción de las culturas originarias.

Las normales rurales se sitúan en los Estados más pobres del país. Y su infraestructura es menos que precaria. Su matrícula proviene de hijos de campesinos que no tienen otra opción de superación que la docencia. Las y los jóvenes al entrar al mundo de las ciencias y las artes logran transformarse porque descubren que el único camino de la libertad es el conocimiento; que éste es un medio de humanización, pero también se percatan que en manos de los dominadores y sus intelectuales, es un instrumento de dominación.

Por generaciones, las mismas familias son las que controlan los medios materiales de vida, pues acaparan tierras por las buenas o por las malas; son la “clase” política que tradicionalmente desgobierna al estado y/o los municipios. Por ello hacen negocios lícitos e ilícitos a la sobra de un poder despótico. Con el neoliberalismo, son punta de lanza para despojar a las comunidades de sus tierras para el saqueo de las empresas trasnacionales y de oligarcas “mexicanos”. Cuando las comunidades se resisten a vender o alquilar sus tierras, tales dominantes se valen del crimen organizado para que éste lleve a cabo el método de tierra arrasada (manual de la CIA, aplicado en Guatemala). Por ello en México hay miles de familias desplazadas.

Si los normalistas son agentes de cambio porque se ponen al servicio de las comunidades para crear proyectos autogestionarios y se ponen al servicio de la comunidad para defender la tierra y sus recursos naturales, necesariamente se convierten en enemigos de los intereses creados. De ahí, la embestida cotidiana para desaparecer las normales rurales. Por ello la saña en contra de las y los normalistas de Ayotzinapa, Tiripetio, Mactumactzá, Teteles y el Mexe (que el presidente dijo que se iba a reabrir y de ello, nada).

En el Plan 2012 de la licenciatura en Educación Primaria, se dijo de la capacitación en tecnologías digitales para la enseñanza; en adquirir como segunda lengua el inglés y asumir un sistema basado en competencias para lograr la excelencia educativa.

Ese era y es el proyecto que no deja de ser neoliberal. Los planes de estudio no pueden ser estandarizados, pues México, como país subdesarrollado, padece de una heterogeneidad estructural de su formación social. En cada región se requiere de un programa de estudios acorde con el espacio que hay que ordenar. No puede ser el mismo para alumnos de escuelas situados en las costas, que aquellos situados en las montañas o en las zonas semidesérticas, etc.  Pero para objetivar cualquier plan de estudios, es necesario dotar a las escuelas públicas en todo el país de la infraestructura necesaria, desde sanitarios, pasando por laboratorios y, por supuesto, con ordenadores e internet. Pero por encima de todo, la escuela tiene la misión de humanizar al ser a través del conocimiento para que entienda y comprenda y asuma conciencia de sí y del mundo. Un ser solidario que haya aprendido a dar, antes que recibir.

Las normales rurales son indispensables. En lugar de pensar en exterminarlas, hay que dotarlas de los elementos materiales para el estudio de las ciencias y las artes. Hay que dotarlas del presupuesto necesario para que las y los jóvenes preserven la salud física y psicológica. Sólo una pregunta: cuántos grupos multigrado existen en el país. De su respuesta se deriva si son o no necesarios tales centros educativos.

Ayer desorejaban a los maestros rurales y a los misioneros culturales; ahora se les desaparece, se les asesina, se les agrede física, sexual y moralmente a las normalistas; se les encarcela (y no hay juez que les ampare) y se les reprime brutalmente. Como no entienden y sólo actúan en razón de intereses materiales, creen lo que dijo la ex cacique del SNTE: las normales rurales son semilleros de guerrilleros. Es desafortunado que el propio presidente diga que ahí hay infiltrados. No señor presidente, los normalistas saben pensar críticamente, pero a la vez, saben luchar por los condenados de la tierra (Frantz Fanon, dixit).

 

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