Los muros tienen vida

Por Paloma Escoto

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 15 de noviembre de 2022.- Hace unos años, solía visitar muy seguido la cueva del lobo, el hogar de un gran amigo, Mauricio López Valdés, Editor, Poeta y Docente de la UNAM. Solíamos tener largas charlas con raíces, entrañables, y de gran conocimiento, por supuesto por parte de él. El Lobo, como le digo yo, me enseñó mucho, compartió lo más valioso que tiene, su conocimiento o por lo menos una parte del mismo y al mismo tiempo sembró en mi una búsqueda insaciable sobre temas que hasta la fecha sigo tejiendo.

Además de sus quehaceres literarios, el lobo es mago, tiende a ser más pragmático pero la teoría también la domina muy bien. Es imposible contarles de cada una de las lecciones en este artículo pero voy a compartirles una de las lecciones más bonitas, como algún día le dije, tanto no puede quedar en un par de wiskeros, en los cálidos muros de la cueva del lobo y en sólo nosotros, hay cosas que tienen que extenderse y abrazar a quienes tal vez las necesitan, así cómo algún día yo las necesité y me abrazaron y me forjaron. Y tal vez de la misma forma que se me dieron, sin buscarlas, como regalos de luz que llegan para quedarse.

En esa época estaba muy feliz por haber llegado a vivir a un lugar místico, mágico, auténtico, particular, un gran amigo me había rentado el sótano de la casa familiar, este tenía entrada “privada”, era todo un sitio independiente, un espacio al cuál le faltaban algunas cositas para ser una vivienda, lo cuál no me importó porque ese lugar siempre fue generoso conmigo, me adoptó y lo adopté desde que nos conocimos, estoy hablando incluso de algunos años atrás antes de ingresar a esa cueva, en el tránsito por ese lugar surgieron grandes procesos de iniciación, yo creó en la magia, estoy destina a crearla y a encontrarla en todas partes. Cueva, mucha oscuridad y mucho silencio, ideal para meditar, ideal para ser capullo, para ser oruga, ideal para transitar de la oscuridad a la luz, apenas una rendija de luz entraba por las ventanitas, por arte de magia la luna entraba por ahí y algunas de las estrellas, en el silencio absoluto y ensordecedor podía oír el bullicio de mi corazón. Viviendo ahí, en la cueva de la bruja dónde reposó mi sombra, compartí su magia y mi magia, abrí el corazón y algunas veces lo di, como se da el amor genuino sin esperar un vuelto o un más.

Una tarde como era habitual, nos reunimos con lobo en su cueva, con un whisky y un cigarro en la mano le contaba con emoción lo dichosa que estaba por haber llegado a la cueva, en ese momento mí cueva, la cueva de la bruja, le contaba los grandes proyectos que tenía para ella, y él reconoció el amor que me habitaba para ella, y me compartió…

Hablar con tu espacio, generar esa energía de comunión, conexión, despertar a los muros, ellos viven ahí, si enfermas, tu cueva enferma, si eres feliz, tu cueva es feliz, cada gesto vibra, si con gratitud siembras, con gratitud cosechas, tu hogar eres tu. Sé consciente de cómo vives y cómo tratas el espacio dónde habita y reposa tu sombra, si en orden vives, en paz respiras. Los muros tienen vida, no se mide “pobreza o riqueza“, aquí no es factor económico, el poder está en cómo hacemos la vida adentro. Lo que es adentro, es afuera. Se entiende bien, florecemos conforme lo que somos adentro.

Tal vez lo dijo con poesía, como suele hacerlo, lobo es un cirujano de la palabra, imposible textualizar literalmente lo que esa tarde me brindó. Sin embargo de esta forma lo transmito.

Hablar, tejer ese vínculo poderoso con los muros, con mis libros, con los muebles y ornamentos, con las plantas, con lo que era cuando estaba ahí en esa cueva que se quedó con ese corazón de entonces. Pareciera que cuando creas un vínculo estrecho con el espacio que habitas, los muros despiertan a la vida, cobijan tu esencia y todo se torna en armonía, en calidad y calidez, viví etapas de resiliencia, empoderamiento e iniciación, quién ha pasado por ahí, sabrá la magia en dichas etapas.

Cuando era niña, mi madre nos enseñaba a ser ordenadas y limpias, la riña dominical, queríamos seguir jugando, no queríamos limpiar ni organizar nada, ella decía que si no lo hacíamos de la manera en que empezáramos la semana, la íbamos a pasar y terminar de la misma manera. Que si nuestra habitación estaba patas para arriba, nuestra productividad igual. Tenía razón, pero en ese momento era más sencillo pasar por alto lo que nos decía. Con el tiempo, tal vez después, ya menos niña, más adolescente entendí por completo que no era una obsesión por la limpieza y sí era un estilo de vida. Desde entonces me convertí en una amante del orden, no es sencillo, ahora menos, hoy en día tengo una hija de 2 años, dejé de estar tras de ella recogiendo sus juguetes, su ropa, sus colores, sus libretas y sus libros, deje que la casa pareciera un hogar con una pequeña habitándola, me programo ciertos días, me organizo y tres días de mi vida soy jefa de limpieza y una líder nata del orden. Ahora vivo en Morelia en una vieja casa del centro histórico, llegue para despertar estos muros, en un proceso de restauración, rehabilitación, re conexión, en un proceso de remodelación tanto de la casa como de mi persona y mi proyecto de vida, cada rincón está resurgiendo en nuevos funcionamientos, en otra etapa, es otra historia, en esta casa vivieron mis abuelos, mi madre y mis tíos, en esta casa crecí, ahora me toca a mi habitarla y hacerla, una tarea maratónica, costosa, de todo a todo, una responsabilidad aún mayor que la que tuve cuando viví en la cuevita, esta casa necesita magia y un milagro que estamos creando, con todos los esfuerzos habidos y por haber, es una misión de amor por la construcción del hogar, y ya nos recibió a mi y a mi hija, ya sintió nuestra presencia y entre plantas, incienso y velas levantamos propósitos de belleza, calidad y calidez, logramos y lograremos que nuestros muros se sientan honrados, que nos vivan y los vivamos en plena armonía. Un poco de imaginación, creatividad, un poco de mano de obra y una tanta de plata, una constancia en el día a día, los muros rechinan, los muros hablan, los muros tienen vida. Queremos una fortaleza dónde podamos florecer para ser.

¿Qué es un hogar si no se procura ?

Construir un hogar como se construye la vida, con consciencia, amor, cuidado, es así, despertando a los muros, porque los muros tienen vida.

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