Periodistas Unidos. Ciudad de México. 09 de julio de 2021.- Fiel a las más añejas fórmulas del tapadismo, el presidente Andrés Manuel López Obrador nombró a los seis presuntos encapuchados, esto es, los candidatos a sucederlo bajo las banderas de su mismo partido. Los nombrados son, en ese orden, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Tatiana Clouthier, Juan Ramón de la Fuente, Esteban Moctezuma y Rocío Nahle.
Desde que se inauguró el presente sexenio, los aspirantes que más pintaban eran la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. La primera por su evidente cercanía y disciplina ante su jefe y el otro por su actuación en funciones de vicepresidente de facto.
A la relevancia derivada del cargo que ahora ocupan, se suma el hecho de que Claudia Sheinbaum ha estado muy a la vista en razón de su intenso activismo como gobernante de la capital, en tanto que Ebrard, además de las funciones propias de la cancillería, ha desempeñado numerosas misiones ante la reticencia del Ejecutivo a desplegar personalmente más actividad internacional. Por añadidura, ambos personajes, Sheinbaum y Marcelo, han ganado más presencia por el trabajo desempeñado con motivo de la pandemia y, si algo faltara, ambos han recibido la evidente protección de su líder tras el desastre de la Línea 12 del Metro.
Menos explicable es la inclusión de la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, la más joven de los elegibles, mujer inteligente, dinámica, eficiente y de notoria consistencia verbal, pero quien tiene una reducida exposición, por el carácter mismo de su cargo.
Juan Ramón de la Fuente, actual embajador mexicano ante la ONU, cuenta con una trayectoria en la que ha sido secretario de Salud y rector de la UNAM. Puede ser el caballo negro, pero en su contra gravita la lejanía, pues el último ocupante del Ejecutivo llegado desde una embajada fue Pascual Ortiz Rubio, revolucionario de la primera hora, diputado federal, preso político de Victoriano Huerta, combatiente constitucionalista, gobernador de Michoacán, parte del Plan de Agua Prieta, titular de la SCOP y embajador en Alemania y Brasil, de donde fue traído por Plutarco Elías Calles para ser candidato oficial en 1929. Al asumir la Presidencia de la República sufrió un atentado. Semanas después, reasumió sus funciones y tuvo una gestión más o menos plausible, pero fue cayendo de la gracia de Calles y, víctima de una feroz campaña, renunció al cargo el 2 de septiembre de 1932 y tuvo que exiliarse. Fue el precio por no estar en la jugada, dentro del círculo íntimo del Jefe Máximo.
Otra presunta candidata es Rocío Nahle, secretaria de Energía, aunque todo indica que su nombre y el de Esteban Moctezuma sólo sirvieron para alargar la lista, de manera que, si tuviera que incluirse a Ricardo Monreal, éste apareciera en el séptimo lugar, esto es, sin posibilidades.
Es la segunda vez que Monreal es excluido de la lista oficial de precandidatos de Morena, pero el hecho es que sigue como líder del Senado y, hasta ahora, se ha sabido manejar con prudencia y hábilmente ha ganado el apoyo de sus colegas, tanto, que no será fácil su desplazamiento a manos del enviado de Palacio.
Es más, su temprana marginación puede resultar de alto costo para Morena, pues por su experiencia y relaciones, Monreal podría encabezar una amplia coalición capaz de disputarle la Presidencia a cualquiera de los incluidos en la nómina palaciega, que no es precisamente el paradigma de la lealtad y la camaradería. Uno o más de los desplazados podrían unirse a la campaña de un candidato adverso a Morena, siempre y cuando tenga posibilidades de triunfar.
Se dirá que es mera especulación, y sí, lo es, aunque cabe recordar que la política se compone de algunas certezas, esperanzas, apuestas y riesgos. En eso están las fuerzas de la llamada Cuarta Transformación.