Lozoya, como Rosario y Elba

Foto: EFE

Por Gregorio Ortega

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 27 de febrero de 2020.- Imposible empeñarse en anticipar el desenlace jurídico-político de Emilio Lozoya Austin; por el contrario, lo que sí puede preverse es la narrativa histórica del gobierno de la 4T.

Será reconocido por sus promesas, ofertas, dichos y sus dislates, más que por los resultados e inauguraciones. En 14 meses, ninguna sentencia, cero obras concluidas, la operatividad de las reformas legales y constitucionales, permanece en veremos, el todo sepultado por la desestructuración de las instituciones que sí funcionaban antes del acceso al poder de este gobierno de impolutos.

Emilio Lozoya Austin, por origen familiar, debe saber del funcionamiento de la operatividad en el ejercicio del poder, de cómo la impunidad es el aceite que mueve el engranaje de las voluntades (MMH dixit a Carmen Aristegui), y el valor del silencio.

Cuando Javier Coello Trejo abre la boca, lo hace consciente de los riesgos en que pone a su defendido, lo que nos obliga a pensar que, efectivamente, puede quebrarse la omertá de los políticos mexicanos y, ahora sí, inicie una verdadera lucha contra la corrupción, lo que también obligaría a AMLO romper los acuerdos por él establecidos con su predecesor, para con el que ha tenido un trato terso, aunque no tanto como el que Salinas guardó a De la Madrid.

Elba regresa a las lides políticas, porque, fuchi comió caca, y aguantó a pie firme todas las seducciones para cambiar su conducta. Quizá perdió dinero, honra, prestigio, pero está a un tris de recuperar una parte de lo que ella considera su parcela de poder.

El caso de Rosario Robles se cuece aparte. Sólo es receptora del trato que AMLO considera merece. Es la parte más perversa de la justicia política, en la que la ley, los jueces y la imparcialidad se disuelven, porque se necesita que la administración de justicia sirva al poder. Los fines y los resultados no importan, lo que interesa es la fusión de aparentes intereses mutuos.

Aquí, en tierra mexicana, Lozoya dijo (durante una de sus primeras intervenciones junto a Coello Trejo) que nada hay que descubrir porque todo estuvo bien hecho. Lo que olvidan el defensor y su defendido, es que ahora el asunto es político, y de esa manera habrá de resolverse.

Si efectivamente AMLO se inclina por obtener la solución política por encima de la juridicidad y la ley, las que se modifican, de golpe, son las reglas del juego no escritas, las normas del ritual para la grandeza del presidencialismo-cuyo más pulido ejemplo de silencio es Jorge Díaz Serrano-. Entonces también se pone en juego su proyecto personal. Es el costo a pagar.

El otro, es que los vencidos decidan que el silencio de Emilio Lozoya es más importante que su vida; cualquier accidente en la cárcel puede ocurrir. Del desenlace, el gobierno de la 4T es corresponsable.

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