“Make America Great Again” significó siempre “Make America White Again”

Foto: EFE

Por Malik Miah y Barry Sheppard

Traducción de Ruben Navarro 

Periodistas Unidos/Alecontre. Ciudad de México. 15 de enero de 2021.- El intento de golpe con el objetivo de invalidar las elecciones tras los disturbios masivos así como la invasión del Capitolio para impedir que el Congreso certificara los resultados del Colegio Electoral fueron preparados con meses de antelación.

Antes de las elecciones del 3 de noviembre de 2020, Donald Trump dijo repetidamente a sus decenas de millones de adeptos que no sería reelecto debido a un fraude electoral masivo.

Cuando perdió las elecciones, se negó inmediatamente a admitir la derrota, alegando que efectivamente había habido tal fraude electoral y que, de hecho, había sido reelecto.

Sus decenas de millones de adeptos le creyeron. Las encuestas mostraron que el 70% de los votantes republicanos creían lo que él les decía.

Utilizó ese apoyo masivo para organizar un golpe de Estado y mantenerse en el poder. Presentó unas 60 demandas, respaldadas por la dirección del Partido Republicano, para que los tribunales anularan los resultados de las elecciones en los estados clave, lo que lo habría convertido en el ganador. Los republicanos perdieron todas esas demandas porque las mismas se basaban solamente en vagas afirmaciones, sin ninguna prueba material.

Luego el Colegio Electoral se reunió el 14 de diciembre y ratificó que Trump había perdido por 306 votos (de grandes electores) a 232. En previsión de la reunión del 14 de diciembre, Trump instó a sus partidarios armados blancos nacionalistas, incluyendo a los fascistas Proud Boys, a venir a Washington.

Miles de personas se reunieron en el National Mall [el parque en el que se encuentra el Monumento a Lincoln y el Monumento a Washington] para exigir la anulation de la victoria de Biden. Hubo una contramanifestación, que la policía atacó con spray de gases lacrimógenos y cachiporras. Hubo 33 personas arrestadas. Los nacionalistas blancos lograron apuñalar a cuatro manifestantes.

La agresión tuvo lugar justo después de que unos miembros de los Proud Boys arrancaran una pancarta de «Black Lives Matter» de una de las iglesias negras más antiguas de Washington, y la quemaran en la calle. Trump se refirió a los Proud Boys por su nombre y les dijo que «se retiraran» por ahora, pero que «estuvieran preparados» para más tarde.

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Algunos líderes republicanos reconocieron el triunfo de Biden  sobre Trump recién después del voto del 14 de diciembre. Trump los denunció inmediatamente, incluyendo al líder de la mayoría del Senado republicano, Mitch McConnell, quien fuera una de sus marionetas de confianza. A partir de ese momento, Trump les pidió a sus partidarios que vinieran a Washington el 6 de enero para impedir el voto de certificación del Congreso. «Gran manifestación en Washington el 6 de enero. ¡Hay que estar allí! ¡Sean salvajes!» gritó Trump.

La movilización masiva propuesta fue apoyada por una mayoría de dos tercios de los republicanos en la Cámara de Representantes y por algunos miembros del Senado, los que declararon que votarían el 6 de enero para revocar las elecciones [apoyando así las objeciones], en lo que constituye un intento de «golpe de Estado legal».

Varias decenas de miles de partidarios nacionalistas blancos se movilizaron esa mañana cerca de la Casa Blanca. Trump se dirigió a ellos diciéndoles, en particular: «Todos los que hoy estamos aquí no queremos ver nuestra victoria electoral robada por una izquierda demócrata audaz y radical respaldada por medios de comunicación que difunden hechos alternativos». Eso es lo que han hecho y eso es lo que están haciendo ahora».

«No vamos a abandonar nunca. Nunca nos daremos por vencidos. Eso, nunca. No lo admitimos cuando hay un robo. Nuestro país ya ha tenido bastante. No toleraremos más, de eso se trata… Y para usar un término que todos ustedes inventaron: ¡Vamos a acabar con este robo!»

Después de una larga arenga en la que atacó las «noticias falsas», a los republicanos que no apoyaron su intento de golpe, etc., ordenó a sus partidarios que marcharan hacia el edificio del Capitolio y que «fueran fuertes» porque era la única manera de «reconquistar nuestro país».

Poco antes, su desacreditado abogado personal, Rudy Giuliani, había dicho a los presentes: «¡Hagamos un juicio pero a través de la lucha!» en el Capitolio. Y Trump lo felicitó.

«¡Arriba y a luchar!», gritó el hijo de Trump, Donald Jr., amenazando a los republicanos del Congreso que no querían anular las elecciones. «¡Los vamos a buscar, y nos vamos a divertir haciéndolo!»

La concurrencia se dirigió hacia el Capitolio. Con el apoyo de miles de partidarios delante del edificio, unos cientos, tal vez mil manifestantes, empujaron las barreras dispuestas por la policía del Capitolio hasta que la policía retrocedió y pudieron ocupar las escalinatas del Capitolio mientras que algunos de ellos se diseminaron logrando invadir los pasillos y las oficinas del Congreso.

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El mundo vio por televisión que muchos miembros del Congreso tuvieron que ser evacuados a un lugar seguro mientras que otros permanecieron atrincherados en sus despachos. Los escritorios fueron saqueados, los archivos fueron robados, los muebles rotos. Había banderas banderas  pro Trump por todas partes. También pudo verse una gran bandera confederada. En una camisa decía: «Campo de Auschwitz».

Un video mostraba a unos insurgentes que le pedían a gritos a un policía que le dijera a la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, que venían a buscarla. Otros amenazaron al Vice Presidente Mike Pence por no usar su posición de Presidente durante la certificación de votos en el Congreso, gritando, «¡Queremos a Pence!»

Hay imágenes de algunos policías saludando a los manifestantes, haciéndose selfies con ellos e indicándoles dónde estaban las oficinas de algunos congresistas.

Pero hubo ataques a otros policías y un enfrentamiento armado en las puertas de la cámara. Un policía fue asesinado por uno de los invasores y una mujer policía que gritaba pidiendo ayuda casi fue aplastada voluntariamente. Una partidaria de Trump resultó muerta por un disparo de la policía cuando ella los estaba atacando.

Pero durante horas, nada se hizo para mantener a raya a los intrusos. La alcaldesa del Distrito de Columbia [Muriel Bowser] trató de que el ejército dejara entrar a las tropas de la Guardia Nacional, que estaban prontas, pero el pedido fue rechazado por orden de Trump, según algunas fuentes.

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El mundo se quedó atónito: el centro de la democracia americana, por muy decrépito que sea, fue ocupado durante horas, sin que nada fuera hecho para detenerlo.

Cuando finalmente llegaron  las tropas, lograron reunir a los que estaban dentro, los escoltaron cortésmente hacia afuera, y los liberaron sin que hubiera un solo arresto.

Mientras los insurgentes invadían el Capitolio de los EE.UU., cientos de partidarios fervientes de Trump se reunían en mítines locales en todo el país. En Los Ángeles, una horda pro Trump atacó a una mujer negra cerca del ayuntamiento. La joven, Berlinda Nibo, caminaba hacia su casa cuando se topó con la concentración. Empezó a filmarla con su teléfono. Según el sitio web Democracy Now: «Varias decenas de personas la rodearon rápidamente, la intimaron a que dijera a quién había votado y le quitaron la máscara. Luego fue brutalmente agredida por el grupo de supremacistas blancos, los que la empujaron, le arrancaron las extensiones de cabello y le rociaron los ojos con gas lacrimógeno. Un hombre barbudo que la sostenía por detrás [filmando con su propio teléfono] fue uno de los muchos testigos que intervinieron para ayudar a Berlinda Nibo a escaparse de esa banda furiosa.»

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Una vez que los insurgentes se retiraron del Capitolio, el Congreso se volvió a reunir. Sin embargo, tras la revuelta que habían ayudado a fomentar junto con Trump, 139 miembros republicanos de la Cámara baja y 10 miembros del Senado votaron por la anulación de las elecciones -votaron a favor de un golpe, aunque sólo fuera simbólicamente, ya que entonces eran minoría.

El contraste entre la manera en que la policía, el ejército y la Guardia Nacional manejaron este intento de golpe de Estado y lo que vimos en los numerosos ataques contra las manifestaciones del movimiento Black Lives Matter ha sido destacado por muchos comentaristas y seguramente no pasó desapercibido para los afroamericanos.

Al día siguiente, Democracy Now entrevistó a Bree Newsom, una artista y activista antirracista. Después de la masacre en 2015 de ocho miembros afroamericanos de una iglesia negra por un nacionalista blanco en Charleston, Carolina del Sur, Bree Newson subió al mástil de nueve metros de altura del Capitolio para arrancar la bandera confederada, una escena que pudo verse en la televisión nacional.

Bree Newsom declaró: «Una de las cosas que vimos ayer [en la prensa y en las redes sociales], durante todo el día, los que como yo estuvieron presentes en varias manifestaciones, sobre todo gente de color, gente negra, es la enorme diferencia entre la manera militarizada con que la policía trata cualquier tipo de protestas contra el racismo tanto dentro de la institución policial como por parte del gobierno, y lo que sucedió ayer. Y creo que este es otro de esos momentos de la historia que representa la culminación de todo lo que sucedió antes y que pone en evidencia todo lo que es fundamentalmente injusto. Y una de esas cosas que aparece claramente es el mantenimiento del orden».

Podemos imaginar cómo habrían sido tratados los manifestantes de Black Lives Matter si hubieran asaltado el Capitolio después de haberlo anunciado con un mes de antelación. Habrían sido recibidos por miles de soldados, tanques y ametralladoras.

En cuanto a los miembros del Congreso que siguieron votando por el golpe, Bree Newsom declaró: «Una de las cosas que más me chocó ayer -yo fui una de las personas que se quedaron despiertas hasta la madrugada para ver qué pasaba en el Capitolio- fue, usted lo sabe, ver cómo uno tras otro, los miembros del congreso condenaban a los insurgentes […] pero casi que no reconocieron el hecho de que las personas que fomentaron la insurgencia, las personas que los incitaron a dictar la ley en el Capitolio, estaban sentadas en la sala y siguieron manifestando su oposición a la elección. Así que, ya lo sabe, esa idea de que de alguna manera vamos a cruzar el pasillo y darnos la mano y continuar como si no hubiéramos visto lo que vimos, la manera en que se desarrollaron los hechos, como si el principal instigador de la violencia de ayer no fuera el propio presidente de los Estados Unidos, es simplemente irrealista. Para nosotros, eso no va a ocurrir de ninguna manera.»

Bree Newsom mencionó también un punto clave: «El tema central aquí es la supremacía de la raza blanca. Y la supremacía blanca ha sido fundamental en la constitución de esta nación. Lo principal que sigo diciendo como activista es que ése es el conflicto central. Está arraigado en nuestras instituciones. Formaba parte de nuestra Constitución cuando fue aprobada. Y sigue siendo así. Es el conflicto interno que define a la nación. En cuanto a los componentes del ejército, la policía, el gobierno, son los funcionarios electos quienes desencadenaron los acontecimientos que llevaron a estos disturbios».

A los que se dicen marxistas pero que nunca han integrado lo que Marx y Engels escribieron sobre la opresión inglesa de Irlanda y los trabajadores irlandeses, o lo que Lenin, Trotsky -y los primeros años de la Internacional Comunista- escribieron y dijeron sobre la opresión nacional, que afirman que la única contradicción central del capitalismo estadounidense es la que existe entre la clase obrera y los capitalistas, les decimos que Bree Newsom entiende la realidad mejor que ellos, sobre todo en este momento de crisis.

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Primero la esclavitud de los negros, luego la opresión nacional de los negros desde la contrarrevolución hasta la guerra civil y la reconstrucción, poco después, hasta el día de hoy, esta historia ha sido el cimiento de la forma en que la clase capitalista reina sobre la clase obrera, dividiendo a los trabajadores blancos y a los trabajadores negros (y por lo tanto a otros trabajadores no blancos), impidiendo así la unidad de la clase obrera sin la cual no puede haber un cuestionamiento de la dominación capitalista.

Lenin fue el primero en ver que los negros son una nacionalidad oprimida en los Estados Unidos. Trotsky llamó la atención sobre ese punto al primer Socialist Workers Party, junto con C.L.R. James [1901-1989, autor, entre otras obras, de Los jacobinos negros. Toussaint L’Ouverture y la Revolución de Haití, en 1938], que lo diferenció de los demás socialistas.

Como escribió W.E.B. Dubois (1868-1963) sobre la Reconstrucción [el período posterior a la Guerra Civil, 1863-1877 en el sur de los Estados Unidos] y su derrumbe, es esa «línea de color» la que mantiene dividida a la clase obrera. Eso lo escribió en 1934; era y sigue siendo vigente.

¿Dónde está Trump?

Esto nos da una idea más clara sobre lo que representan Trump y el trumpismo. Trump pudo aprovechar el miedo y el odio de los blancos hacia los afroamericanos, los latinos, los musulmanes y tantos otros, y presentarse como su único salvador. «Make America Great Again» («Hacer que América sea grande de nuevo») siempre significó «Make America White Again» («Hacer que América sea blanca de nuevo»).

El miedo y el odio de los blancos hacia los negros ha llegado este año al punto de ebullición al explotar la gran ola de movilizaciones de Black Lives Matter contra los asesinatos de negros por parte de la policía y contra el racismo sistemático e institucionalizado.

Los racistas blancos no podían soportar que miles de negros, a los que se les sumaban jóvenes blancos, tomaran el control de las calles, movilizándose contra el racismo blanco. Apoyaron entonces con firmeza la dirección de Trump en los violentos ataques contra Black Lives Matter utilizando las fuerzas armadas y la policía en todo el país.

Setenta y cinco millones de estadounidenses votaron por Trump, más del 45% de los votantes. ¿Cuántos de ellos simpatizan con las ideas de supremacía blanca de Trump? ¿Setenta millones? ¿»Sólo» cincuenta millones?

Trump consiguió dinamizar y darles legitimidad a esas decenas de millones de personas. También supo movilizarlos detrás de su posición según la cual lo que se necesita es un Estado autoritario fuerte que defienda sus intereses percibidos. Si bien no logró imponer un golpe de Estado para establecer esta vez dicho régimen, la amenaza sigue existiendo.

Esas decenas de millones no van a desaparecer. No están para nada desmoralizados. Siguen siendo la base electoral del Partido republicano. Los republicanos pueden dividirse, ya sea expulsando a sus enemigos a través de un golpe o al revés. De cualquier manera, Trump sigue siendo el líder carismático de esa base, al menos de cara al próximo período.

Esas decenas de millones de personas seguirán en pie de lucha y seguirán siendo un factor en la política estadounidense. Los grupos abiertamente fascistas como Proud Boys, Boogaloo, y otros grupos similares van a seguir creciendo. El movimiento más amplio alrededor de Trump se va a desplazar más a la derecha. Lo más probable es que se convierta en un naciente grupo fascista, una especie de vanguardia de la clase dirigente para, al menos, evitar el avance negro.

Es el objetivo que buscan los demócratas a través de la cooptación, con promesas demagógicas y retórica pro negra carente de acción, bajo el pretexto de la necesidad de transigir con los republicanos para «hacer que las cosas avancen». No se puede volver a la situación anterior a Trump. Para el próximo período, el triunfalismo llegó para quedarse, aunque sea un movimiento minoritario de «sólo» unas pocas decenas de millones.

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