Maradona: satánica “mano de Dios”

Foto: Especial

Por Jesús Yáñez Orozco

  • Pelusa, legendario, contradictorio, indomable, exdrogadicto… cumple hoy 60 años
  • Insultó al Vaticano
  • Confrontó con el poder del futbol mundial y desafió a la propia FIFA, dirigida por Joao Havelange
  • Unidos, él y Pelé, por la pelota y en su miseria humana
  • Simpatizante de la tiránica izquierda, Diego se abrazó con líderes de esa corriente en Latinoamérica
  • Tuvo amistad con Fidel Castro, fallecido presidente de Cuba
  • Se tatuó una imagen de Ernesto Che Guevara
  • Amargo festejo de El Diez, en aislamiento preventivo ante la pandemia de Covid-19

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 31 de octubre de 2020.- Fuera y dentro de las canchas es devorado por sus propios demonios. Cuando Armando Maradona era dios del balón, indomable, irreverente, drogadicto, ninguna muralla contuvo sus palabras: criticó a la Iglesia Católica, confrontó el poder omnímodo del futbol mundial, desafió a aceitada maquinaria de FIFA, se abrazó con líderes de la izquierda latinoamericana en un irredento romance con el socialismo.

Ayer cumplió 60 años.

Y su festejo es amargo.

También tuvo amistad con Fidel Castro –fallecido presidente de Cuba y líder de la Revolución en el país caribeño, quien heredó una estela de miseria a su pueblo en aras de la dictadura del proletariado–, se tatuó imagen de Ernesto Che Guevara. Seducidos por su carisma, lo invitaron poderosos jeques árabes. Es inconmensurable ídolo de figuras legendarias del deporte mundial.

Irremediablemente, similar al Pelé, que recién cumplió 80 años: lo que hizo en las canchas lo destruyó fuera de ellas con la cabeza. O Rei, después de su paso por Cosmos de Nueva York, se convirtió en filósofo del dólar, jilguero del American Dream del poderío estadounidense.

Socialismo y capitalismo fundidos por el balón.

El Diez, abrazó la causa de la izquierda impostada de líderes políticos en América, aunque siempre ha sido tratado como rey de la pelota:

Además de Castro, tuvo cercanía con el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez –luego Nicolás Maduro–; el entonces mandatario de Bolivia, Evo Morales. Incluso, Maradona felicitó a Andrés Manuel López Obrador, quien llegó al poder el 1 de diciembre de 2018, cuyo gobierno es de corte populista.

Los extremos de dos deidades del balompié –Pelé-Maradona– se tocan en su miseria humana.

Diego Maradona, niño de un barrio pobre de Buenos Aires convertido en legendario futbolista. A los 60 años, que cumple hoy viernes, hombre contradictorio y arbitrario, desafiante e ingenioso, amigo leal y enemigo temible.

Se hundió y renació mil veces para trascender el universo que representa el monstruo de mil cabezas –Hidra– de la pelota.

Nacido el 30 de octubre de 1960, vivió su infancia en Villa Fiorito, barrio pobrísimo de la periferia de la capital argentina. Donde, desde temprana edad, comenzó a destacar por sus maravillas con el balón.

Maradona fue el quinto de ocho hijos. De aquella época de privaciones, tiene un recuerdo que retuerce el corazón. Eran frecuentes los dolores de panza de su madre Dalma Franco a la hora de servir la comida en la mesa familiar. Con el tiempo entendió que era una excusa para no comer y dejarle a sus hijos porciones más abundantes.

Sus detractores argentinos opinan que no está más loco porque no fue más pobre.

Casi dos décadas después de su debut, se consagró como estrella mundial del futbol, cuando con la cinta de capitán de la selección albiceleste en el brazo izquierdo alzó la copa del Mundial de México 1986. Fue allí donde anotó sus goles más famosos: el polémico de «La Mano de Dios». Trampa y el engaño, a los que suelen recurrir  futbolistas profesionales. Donde el Fair Play sufre orfandad.

Inglaterra fue víctima de ambas anotaciones, las más famosas en la carrera de Maradona, quien se encuentra aislado desde el martes pasado en su casa de las afueras de Buenos Aires debido a que un colaborador estrecho tuvo síntomas de coronavirus.

Y el mejor de la historia de los mundiales, ambos en la victoria 2-1 frente a los ingleses, en cuartos de final.

“Sueño con poder marcar otro gol a los ingleses, con la mano derecha esta vez”, ironizó Diego en entrevista a la revista France Football cuando se le preguntó por su regalo de cumpleaños ideal. Charla que retomó la industria mediática mundial y que se hizo viral e redes sociales.

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Durante su estadía en el futbol mexicano cuando dirigió a Dorados de Sinaloa de la desaparecida Ligas de Ascenso

El segundo fue la conclusión de una corrida, por el costado derecho, en la que se desprendió de forma vertiginosa de más de medio equipo rival, haciendo malabares con la pelota, considerado el gol del siglo.

El pasado 22 de junio, para celebrar ambas anotaciones, en difundió en Twitter un lastimero video de él. Se observa al Pelusa, alcoholizado, bailando con una mujer, bajándose el pans y enseñando el trasero a la cámara que lo grababa.

Maradona a su vez fue elegido el mejor jugador del siglo XX junto al brasileño Pelé, quien hace una semana cumplió 80 años. Y quien también ha tenido una vida polémica fuera de las canchas.

“Diego no nació para ser explicado, nació para ser admirado o para ser odiado, él no tiene grises”, opinó días atrás Fernando Signorini, su amigo y preparador físico de Argentina en el Mundial Sudáfrica 2010 bajo el mando del Diez.

Aquellos dos goles ante los ingleses simbolizaban una fría venganza a la derrota sufrida por Argentina en la llamada Guerra por las Islas Malvinas, en abril de 1982, ante el poderío del imperio Británico.

Finalizó con 649 soldados argentinos muertos y 255 del lado inglés durante 73 días de conflicto bélico.

Fue el un disparo en el pie de la dictadura militar –encabezada por Leopoldo Galtieri quien había relevado a Rafael Videla– que dejó más de 30 mil muertos desaparecidos, de 1976 a 1982. Y que en 1983 permitió el regreso de un gobierno democrático, encabezado por Raúl Alfonsín.

El Diez ha confesado que su mayor orgullo es haber dado alegría a la gente con un balón.

“Tengo la sensación de haber dado placer y diversión a los aficionados que venían a verme al estadio y a quienes me observaban por televisión.”

El Pelusa, como lo llamaban cariñosamente sus padres, saltó de uno de estos campos de juego de tierra a Los Cebollitas, una filial del club Argentinos Juniors. Debutó con este último en 1976 y luego pasó a Boca en 1981 antes de fichar con el Barcelona.

En 1984 fue transferido al Nápoles, club del sur italiano que jamás había ganado nada importante. Liderado por Maradona fue campeón de Italia en 1987 y 1990 y de la Copa de la UEFA en 1989.

Por aquél entonces, cuando jugaba para el balompié italiano, visitó un día el Vaticano a invitación del Papa Juan Pablo II.

Cuando salió el recinto sagrado, declaró sentirse asqueado por la riqueza de oro que miró en techos y paredes de la Santa Sede y que hizo que le dolieran los ojos.

En diversas entrevistas relató su visita a la Santa Sede:

«Entré al Vaticano con el techo de oro y dije: ‘¿cómo puede ser tan hijo de puta que besa el piso (de los países), ve los chicos con la panza así (hace el gesto de hinchado frente a su abdomen) y éste (el Papa) tiene techos de oro?

Y remató:

“Ahí dejé de creer».

Ahora se condesciende con el Papa argentino, Francisco Bergoglio.

El ídolo impoluto empezó a mancharse a principios de la década de 1990, cuando fue sancionado tras detectarse restos de cocaína en la prueba de dopaje realizada en la liga italiana. Fue castigado con un año tres meses.

Al poco tiempo, abril de 1991, fue detenido en Buenos Aires por posesión de drogas y estuvo una noche en prisión. La adicción a esta sustancia lo puso al borde de la muerte en 2000 y 2004 cuando fue hospitalizado por complicaciones cardíacas. Fue rehabilitado en La Habana, Cuba, a sugerencia de Fidel Castro.

En ese entonces, un diario deportivo mexicano difundió fotos de una orgía sexual de Diego, con beldades caribeñas.

“Con mi enfermedad yo le di ventajas al futbol”, declaró Maradona en una entrevista televisiva en septiembre de 2014.

«¿Sabés qué jugador hubiese sido si no hubiese tomado droga? ¿Sabés que jugador hubiese sido?», preguntó el excrak y respondió:

«Un jugador de la puta madre”.

Maradona ha dicho que hace más de una década no consume drogas, pero su médico personal Leopoldo Luque reconoció recientemente que tiene problemas con el alcohol. Aquella imagen, alcoholizado, mostrando los glúteos, es una prueba.

Con la casaca albiceleste lloró al recibir la medalla de subcampeón en el Mundial de Italia 1990. Jugó otras dos copas del mundo: España 1982 y Estados Unidos 1994, cuando pronunció su frase “me cortaron las piernas”, luego de darle positivo un control de dopaje, por efedrina, en pleno renacer futbolístico.

Le costó una suspensión de 15 meses, la segunda de su vida. Ahí era el principio del fin de su amorío con la pelota.

En aquél entonces se llenaba la boca de palabras que descalificaban al presidente de la FIFA, Joao Havelange.

«Corrupto», lo llamó una y otra vez.

Y, sí, lo era.

En una memorable despedida en 2001, en una Bombonera colmada de hinchas, Maradona aludió a sus adicciones:

«Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha.»

Más tarde, como entrenador, quiso transmitir su mística a la Albiceleste. Condujo a la selección entre 2008 y 2010 hasta el Mundial de Sudáfrica, con Lionel Messi en la cancha, pero su carrera se selló con una dura derrota 4-0 que le propinó Alemania en cuartos de final.

Maradona fue más que ese jugador con el guante blanco en el pie, del lado del corazón, como lo describió el roquero Andrés Calamaro.

Diego confiaba en celebrar las seis décadas de vida sentado en la banca de Gimnasia y Esgrima La Plata, club que le dio la oportunidad de regresar al futbol argentino como entrenador tras un largo exilio en México, donde dirigió a Dorados de Sinaloa.

Pero el Diez se encuentra en aislamiento de manera preventiva después de haber estado en contacto con una persona con síntomas de Covid-19.

En la misma entrevista con France Football, señaló que los únicos jugadores que lo emocionan del futbol actual son Messi y Cristiano Ronaldo.

“Están muy por encima de los demás”, dijo.

“No veo a nadie acercándose a ellos. Ni uno solo logra la mitad de lo que hacen”, subrayó.

Habrá más pecados de «La Mano de Dios»…

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