Mario Molina y el cambio climático

Foto: Especial

Por Jurgis Rudkus

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 13 de septiembre de 2020.- La muerte de Mario Molina, a quien muchos (específicamente de aquellos cuya alma  mater es la Universidad Nacional Autónoma de México) consideramos nuestro maestro, es una lamentable noticia. Sin duda, su muerte ha generado una serie de pensamientos sobre quién era, sobre si ganó el Nobel como estadounidense y no como mexicano; que tuvo que salir de México por el atraso y mediocridad de sus instituciones y por el desinterés del Estado en la ciencia y la tecnología, etc. Todo ello es cierto, pero más que eso, creo que debemos recordar y retomar su obra.

¿Qué  hizo ese hombre de ciencia?

Cualquier nación del mundo afronta, quiéralo o no, tres problemáticas que concatenan su realidad con el resto del mundo. La primera tiene que ver con su problemática interna, es decir, la pobreza, el crimen, la desigualdad, la corrupción etcétera. La segunda es la posibilidad de enfrentar una guerra nuclear generalizada. Sea o no una nación con armas nucleares, esta posibilidad es crucial  para todas las naciones ya que de iniciar una confrontación, y en alusión a Einstein, es muy probable que la vida en el planeta deje de existir.

La tercera es el cambio climático y la destrucción medioambiental producto de la actividad humana (comúnmente a este periodo de la historia se le denomina  Antropoceno, término acuñado por el colega de Molina, Paul Krutzen), el cual está modificando todos los ámbitos del planeta, y no precisamente para bien del ser humano ni para el resto de las especies.

Sobre esa tercer problemática se enfocó el trabajo de Mario Molina. Temas que por otro lado, deberíamos entender los más de 7 mil 500 millones de personas si es que deseamos un futuro.

Uno de los temas comúnmente conocidos de Molina es que la actividad humana estaba destruyendo la capa de ozono (O3), cuyo espesor es de unos escasos tres metros, la cual nos protege de la radiación solar y genera una inversión térmica que regula la temperatura del planeta. La protección de esta delgada capa se hizo posible cuando se limitó el uso de gases Cloroflurocarbonos (CFC’s) producto de  aerosoles y equipos de refrigeración (descubrimiento de Molina y sus colegas). Gracias a ello se limitó y prohibió el uso de CFC’s.

El gran merito de lo anterior es, por supuesto, haber hecho un acuerdo con base científica entre los Estados (cuya cabeza estaba representada por Estados Unidos, nada más y nada menos que la superpotencia global), las empresas y la sociedad para dejar de emitir CFC’s.

Consecuencia de ello, la capa de ozono ha dejado de ser afectada  (se estima que para 2065 se habrá recuperado casi totalmente), además de saber que la humanidad es capaz de modificar sus actividades económicas y políticas, que los Estados pueden hacer acuerdos globales, que las empresas privadas pueden seguir ganando dinero sin ser contaminantes y que la ciencia es el eje principal para resolver los problemas ambientales.

Molina tuvo una participación fundamental en el Protocolo de Montreal, enfatizando la problemática del calentamiento global; así mismo, trabajó arduamente en la protección del ambiente, caso específico el estudio de las megaciudades como California y Ciudad de México (o mejor dicho en la Zona Metropolitana del Valle de México). En dichas megaciudades se ha logrado una reducción de las emisiones contaminantes por el uso de combustibles con plomo y partículas dañinas a la salud (PM0.1, PM2.5 y PM10); mejorar la calidad de aire y promover un control sobre la circulación de autos, marcar estados de emergencia ante contingencia atmosférica; todo eso se debió, en gran parte, a Molina y su equipo de trabajo.

Sobre el cambio climático Molina advirtió (al Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático: IPCC, por sus siglas en inglés), que “limitar el calentamiento a 1,5 grados Celsius [a partir de hoy y hasta 2100] puede reducir muchos impactos, incluidos los de escasez de agua dulce y pérdidas de muchas especies. [Pero] el IPCC es relativamente optimista, ya que solo será posible con el compromiso y la cooperación sin precedentes de los gobiernos, la industria, los líderes religiosos y seculares y los ciudadanos de todo el mundo”.

Y continua Molina: “El IPCC no advierte adecuadamente a los líderes sobre seis puntos de inflexión climáticos que podrían cruzarse entre la temperatura actual y un aumento de 1,5 grados, y mucho menos casi otra docena de puntos de inflexión entre 1,5 y 2 grados . Es muy probable que estos comodines empujen el sistema climático más allá de la capacidad humana de control”. “El IPCC deja en claro que limitar el calentamiento a 1,5 grados requiere reducir las emisión de gases de corta duración (carbono negro, metano e hidrofluorocarbonos) junto con el dióxido de carbono, además de aprender a extraer dióxido de carbono de la atmósfera a gran escala” (https://thebulletin.org/2018/10/climate-report-understates-threat/).

Molina hizo la recomendación a los diferentes gobiernos del mundo, de tomar como guía de acción directa las recomendaciones del IPCC, al mismo tiempo que tomaba una visión “radical” sobre las consecuencias y acciones a seguir para limitar el calentamiento del planeta.

El cambio climático existirá por miles de años más y será más catastrófico si no hacemos caso a la ciencia.  La vida de nuestro querido maestro ha finalizado, su trabajo quedó inconcluso, dependerá de nosotros tomar la responsabilidad y seguir el camino hacia un mundo habitable. Ese quizá, era uno de los objetivos de Mario Molina como científico  y humanista.

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