¿Más guerra estéril?
Foto: Juan Carlos Cruz / Cuartoscuro
Por Humberto Musacchio
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 08 de noviembre de 2019.- Cuando el operativo fallido de Culiacán todavía está en la atención pública y el discurso de un general y las declaraciones de otro enrarecen el ambiente, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recomienda al gobierno mexicano emprender una guerra contra el crimen organizado, por supuesto con la colaboración de las fuerzas armadas del país vecino, lo que rechazó el mandatario mexicano.
El mensaje se produjo al conocerse el asesinato de nueve miembros de la familia LeBarón en Chihuahua, los que tenían doble nacionalidad y explican el interés de los gobernantes del país vecino porque, jurídicamente al menos, son sus connacionales. Pero…
El tuit de Trump dice textualmente: “Este es el momento para que México, con la ayuda de Estados Unidos, libre GUERRA sobre los cárteles de la droga y borrarlos de la faz de la tierra” (traducción de David Brooks).
Más tarde volvió sobre el tema en otro tuit, en el que dijo que su país “está dispuesto y listo para involucrarse y hacer la tarea rápida y efectivamente”, porque según el hombre del gran copete, para derrotar al narco se “necesita un ejército para derrotar a otro ejército”, lo que, como hemos visto en México, simplemente no funciona.
En ese clima tan poco tranquilizante, un periódico neoyorquino le echó más leña al fuego advirtiendo que, de continuar la violencia en México, Estados Unidos podría verse obligado a intervenir. Otros diarios del país vecino participaron de ese amarillismo belicista que tiene adeptos de este lado del Bravo.
Cuando tantos hechos se van encadenando hay que sospechar de la buena fe de quienes se proponen como salvadores. El pasado día 4, el colega Roberto Zamarripa publicó en Reforma que lo ocurrido en Culiacán “tiene que ver con una irresponsabilidad dentro del Grupo de Análisis de Información del Narcotráfico (GAIN) donde no fue informado el alto mando”, por lo cual “subyace la sensación de una traición. La aprehensión fue ordenada por el gobierno estadounidense y el GAIN la acató (cursivas de HM), de ahí que “un coronel, no tan verde, ya está en la mira”. Hasta ahora nadie ha desmentido al periodista citado.
Con los tambores de guerra como música de fondo, sorpresivamente, el Senado de la República se negó a legislar sobre la legalización de la mariguana, para lo cual tenía un plazo de la Suprema Corte que expiraba el pasado 31 de octubre. De este modo se deja en el aire un asunto que importa por la cantidad de muertos que aporta México (más de un cuarto de millón desde fines del sexenio de Fox hasta la fecha), porque se priva de cannabis medicinal a enfermos que la necesitan y porque se insiste en dictar reglas de buena conducta a quienes consumen mariguana con fines lúdicos.
La pachorra de la llamada Cámara alta desde luego no se apega al interés nacional y más bien parece dictada por quien pretende impedir el consumo de drogas apelando a las creencias religiosas, al deber de los padres de familia, al rechazo que se expresa con términos como “fuchi, guácala” o, lo que es peor, para complacer a quienes desde el exterior consideran conveniente que siga una guerra civil que no se atreve a decir su nombre.
Por supuesto, la presidenta del Senado pidió una prórroga a la Suprema Corte que ahora, en forma excepcional y por única vez le concedió un plazo que vence el 30 de abril de 2020, fecha en que debe estar aprobada la legislación respectiva para legalizar la mariguana, algo que no acaba con la criminalidad, pero que la hará disminuir drásticamente, pues el valor monetario de la cannabis representa más de la mitad del total que se negocia en drogas ilegales.
Desde luego, ninguna medida jurídica dará resultado de no procederse paralelamente en otros órdenes. Si el objetivo es reducir la violencia a límites manejables, las medidas legales tendrán que ir aparejadas de una amplia amnistía y de un pacto no expreso, pero eficaz con las mafias para que inviertan sus enormes capitales en beneficio de la economía mexicana y para que sus ejércitos de matones, con sus familias, se dediquen a actividades lícitas.
Suena difícil, pero las grandes decisiones de Estado nunca son fáciles. Quienes antecedieron a López Obrador en la Presidencia optaron por nadar de muertito. Es hora de hacerlo a contracorriente.