#MeTooMx: ideas al vuelo

Foto: Alejandro Meléndez

Por Karla Amozurrutia

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 10 de abril de 2019.- Llevo días pensando y repensando lo que ha abierto y levantado la ola mediática del #MeToo mexicano, tengo una cantidad de pensamientos encontrados. Estoy convencida de que alzar la voz frente a la violencia es fundamental, de crear espacios de y para mujeres, es necesario; de escucharnos entre nosotras, es urgente. Pero tal vez esto último no lo estamos logrando muy bien. Las preguntas me inundan y quiero aclarar que este escrito no tiene objetivo responderlas, pero sí poner en la mesa del debate, desde mi perspectiva feminista, el origen de nuestro enojo, los razonamientos que justifican o no nuestra rabia, y si abrir plataformas en las redes socio-digitales para denunciar públicamente es lo mejor.

I

El hartazgo y el enojo frente a las violencias machistas es mucha, llevamos años afirmando que también somos seres humanos y que nuestro cuerpo donde se manifiesta la opresión del sistema patriarcal no es moneda de cambio y ya no estamos dispuestas  a permitir semejante barbarie. No se trata de que nos otorguen nada, se trata de identificar que siempre fue nuestro, pero nos lo negaron. La epistemología feminista develó la categoría de un sistema de dominación que tiene rasgos y características peculiares que como cualquier sistema es complejo e intervienen factores, funciones y simbolismos que no son fáciles de reconocer porque opera en la construcción cultural. Por ello, a mí me gusta más hablar de patriarcados y no de uno solo porque antropológica, social y filosóficamente sabemos de la existencia de una diversidad cultural, así pues hablo de feminismos y no del feminismo hegemónico –que nos viene del Norte de América- porque es ahí donde encuentro uno de nuestros problemas como feministas latinoamericanas ¿por qué no voltear a ver las experiencias indígenas de pueblos, de comunidades originarias y sociedades milenarias de AL? el feminismo descolonial o comunitario aporta ideas ancladas en la transformación de las relaciones sociales, humanas y culturales; el Patriarcado debe desmontarse pero antes debemos tener algo con qué sustituirlo y por ello, es menester buscar una conjunción social entre todos los integrantes del pueblo, sin diferencias, sin privilegios, sin un poder hegemónico para interactuar de manera distinta a la que el Patriarcado nos ha enseñado: a hombres y mujeres. Segato afirma que no es posible comprender la violencia contra las mujeres sin recordar qué tipo de sujetos y de prácticas se generan en la deriva actual del capitalismo neoliberal, el cual impone violencias horrendas sobre los cuerpos y las subjetividades de millones de personas.

Es cierto que la mayoría de los perpetradores son hombres, sin embargo el fondo del problema no son los hombres, sino la enorme variedad que hoy existe de formas de vulneración, agresión y crueldad a la vida humana. Y como Cusicanqui, estoy de acuerdo en que el reto de los feminismos hoy es la coexistencia entre lo masculino y lo femenino en cada subjetividad. No la separación ni la segregación, sino la yuxtaposición de las dos fuerzas, de los dos principios en cada subjetividad. Los feminismos siempre han luchado a favor de la vida, no de la muerte, es de origen: un humanismo, como lo llamaba Campoamor –o el nuevo posthumanismo como lo llama Rosi Braidotti-.

Por tanto, analicemos si el discurso feminista hegemónico estadounidense, el que lleva a hablar de acoso sexual, de la condición de víctima, condenas penales hasta la fiscalización de lo sexual desde lo moral, es el mejor para abordar nuestra problemática específica en México. Creo que, por desgracia, nuestros feminismos están tan cerca de EU y tan lejos de Latinoamérica. Porque encuentro un arma de doble filo en este discurso: si vamos a luchar contra la violencia hacia las mujeres, entonces las mujeres debemos enfocarnos en el enemigo, quién es ese enemigo, ¿el Patriarcado o los hombres, son lo mismo?. ¿Si todas somos víctimas entonces la principal lucha es contra los victimarios?¿si somos víctimas per se entonces no tenemos capacidad de agencia para desmontar ese discurso y hablar de emancipación femenina?. Me niego a afirmar que todas somos víctimas por nuestra condición de ser mujeres. Rosa Luxemburgo, Simone y Campoamor se gastaron hojas y hojas, además de sus vidas, para dejarlo claro: la mujer no es débil por naturaleza, somos humanas-ciudadanas con capacidad de agencia política con poder y creación, no necesitamos de la protección de nadie; su feminismo era libertario. Sin embargo, entiendo el término desde el Derecho Penal y su función, sin  duda el tema relevante es la cantidad de mujeres en situación de víctima que no han podido ver garantizada por el Estado y su sistema judicial, su libertad, sus espacios libres de violencia, hasta su propia vida frente a los agresores que abusan de un poder y pacto patriarcal del que han sido usuarios desde siempre.

Pero endurecer las penas judiciales para encarcelar a los hombres agresores no creo que sea eficaz  en un Estado de Derecho como el nuestro, con fuertes rezagos en materia de DDHH y acceso a la justicia; con un proceso judicial caduco, inútil y engorroso; aunque esto no minimiza la demanda de exigir que se fortalezca y haga el trabajo que debiera hacer. Frente a un deficiente sistema de justicia el cual termina afectando también a las mujeres cuando se encarcela a un hombre, debemos buscar otras salidas. A veces percibo que el discurso hegemónico contra la violencia de género enarbolado por el #MeToo estadounidense y extendido al mexicano, más que buscar nuevas formas de relacionarnos, validar el perdón, la sanación colectiva y reconstruir el tejido roto por ésta entre mujeres-hombres-, le da argumentos funcionales al neoliberalismo y su sistema carcelario como aparato punitivo que reproduce el sistema de dominación y no ataca el problema de fondo; y en un largo alcance, puede hacerle juego a la política conservadora. Volteo a Brasil. Me asusta pensarlo.

II.

El uso de la denuncia pública pareciera la única salida frente a la violencia machista que nos tiene cansadas y enfurecidas, al tal grado de perder de vista el objetivo de fondo: la desigualdad social-económica y las jerarquías clasistas que potencializan un síntoma de muerte (violencia) en un cuerpo moribundo (sociedad) que debemos tratar de curar en colectividad. Condenar al sexo masculino, al grado de decir que su sexualidad oprime a todas las mujeres, es llegar a un callejón sin salida. ¿Qué nos queda después de afirmar y evidenciar que TODOS los hombres son victimarios?, ¿qué sigue después de la denuncia para nosotras, sanamos con ello, o se abren heridas que no sabemos cómo cerrar o no queremos o nos genera mucha confusión pensar en lo que sentimos?. Desde la ética feminista debemos pensar en la responsabilidad que implica abrir el espacio de denuncia, de escucha, de restauración y de sanación. Desde la ética feminista debemos crear una salida catártica pero luego hay que reconfigurarla en posibilidad de sanación. La ética del cuidado feminista debe tener como principios: resguardar a la mujer-voz que se levanta, pero también debe resguardar el debido proceso de los presuntos agresores. No porque sea un capricho de algunas y algunos; sino porque las y los que hemos vivido el acoso del Estado y su represión sin miramientos, hemos luchado  porque esa violencia de Estado, cruel y patriarcal, no encarcele a inocentes, ni a presas y presos de conciencia, ni a luchadoras y luchadores sociales, ni a campesinas y campesinos que defienden su territorio, ni a mujeres que se encapuchan o son parte de un ejército indígena, etc. El debido proceso y la presunción de inocencia es una batalla ganada por la lucha social, defender esos derechos judiciales es nuestra responsabilidad. De nosotras depende que no sean utilizados de manera perversa para proteger, encubrir y solapar a aquellos que se merecen ser procesados penalmente.

Me pregunto cómo el contexto cultural de nuestra sociedad ha permitido que en una relación sexual consentida -en un primer momento- pueda convertirse –en un segundo momento- en un espacio de culpa, de arrepentimiento, de opresión y se transforme en segundos, en un espacio potencial de peligro para una mujer, cuando debería ser un espacio libre de goce y placer para nosotras. Hay hombres que sí utilizan su poder, su jerarquía, su control patriarcal para obligar, humillar y sobajar a las mujeres presas de sus designios porque saben utilizar bien las herramientas del sistema para sacar provecho, negarlo sería una mentira flagrante. Pero pensemos en los obreros, los campesinos, los trabajadores sin educación, los hombres de una clase social baja que no pueden tomar decisiones sobre su misoginia porque ni siquiera la identifican o porque no conocen otra forma de interactuar. El maldito contexto cultural patriarcal a las mujeres nos enseñó a sentirnos avergonzadas de disfrutar nuestra sexualidad y no encarar para parar en seco al otro cuando queramos y a los hombres les enseñó que un NO debe ser interpretado por un SÍ, así que hay que insistir. Pienso en los adolescentes de hoy, están construyendo su subjetividad a partir de los otros, identifican que hay presiones sociales-culturales que deben seguir, quieren aprender a convivir y relacionarse sexo-afectivamente con las otras. Las adolescentes no saben cómo decirles que NO para que no parezca un desprecio, los adolescentes no saben cómo acercarse con respeto y cuidado porque no quieren alejarlas. En ellos se juegan los dogmas culturales que representan los designios de género en la interacción. ¿Es pertinente acusar de acoso a un adolescente varón que no sabe cómo acercarse a sus compañeras?, si  él aprende, reproduce, simboliza y reinterpreta esa doxa moral. Además están observando socialmente el fenómeno de la víctima y el victimario; los adolescentes varones no quieren ser victimarios, pero cuando observan su contexto polarizado y escuchan que son ellos los victimarios, los violentos, no les queda otra condición más que asumirla; ¿qué estamos haciendo las feministas para impactar en la enseñanza de las y los jóvenes en edades de interacción para que no escuchen sólo un discurso de odio e ira contra su género?.

Por otro lado,  las adolescentes observan su contexto, escuchan el discurso feminista  y se convencen que no deben ser violentadas, pero tampoco saben cómo evitar riesgos, mecanismos de auto-cuidado, cuidado colectivo, y se enfrentan con la polarización social que no ayuda a despejar sus dudas sobre su subjetividad.  

Así que, como feminista, me pronuncio a favor de la re-educación sexual y de interacción social-cultural que rompa con la idea de la dominación del género femenino para el goce sexual del género masculino; hablar del goce de la sexualidad de la mujer sin tapujos morales y judeocristianos. Desterremos la idea de pureza y honor en la identidad femenina, tiremos la idea del poder y control en la que crecen los varones. Así vamos haciendo camino para ver la luz.

Para desmontar el patriarcado la educación es la clave; muchos de los hombres adultos son hijos sanos del Patriarcado porque no tuvieron otra opción; otros, decidieron conscientemente que lo asumían; pero en los dos casos no podemos seleccionarlos y mandarlos a la isla desierta, aunque a veces nos gustaría. Hace falta proponer un camino distinto, no de la redención, pero sí de la autocrítica, la deconstrucción y la reflexividad de esas masculinidades que además de ser tóxicas, son asfixiantes para nosotras y ellos. El #MeToo, tiene un mensaje esencial para los hombres, importante de rescatar: háganse cargo de lo que les toca, re-pensar-se y reflexionar en colectivo sobre su mandato de género y esos pactos que el patriarcado les enseñó a enarbolar. Les toca el proceso de la vergüenza y la deshonra, porque ya no es una petición, es una exigencia.

III.

Estamos en un momento de transformación cultural, estamos en una etapa de crisis, en su sentido social, una coyuntura de cambios radicales -de raíz-, cambios de una realidad concreta que modifica valores internos de una sociedad, una evolución. Una crisis de la estructura. Por eso es tan importante el debate abierto y el diálogo de las diferentes voces, de los diversos feminismos. Sobre todo, la escucha de diferentes voces de mujeres mexicanas, de todos los estratos sociales, con diferencias étnicas, económicas, lingüísticas, raciales, de orientación sexual, geográficas, edad, etc.; una mirada interseccional que nos diferencie de la estructura patriarcal que impone los fondos y las formas.  Esta lucha no es de las de hoy, ha sido y será siempre de las de ayer, hoy y mañana. En el activismo aprendí que cuando luchas, lo haces para las y los que vienen. Ese es el legado de la memoria histórica. Así lo he aprendido, no desde la arrogancia, sino desde la humildad. Somos unas ahora, pero serán más mañana. Alcanzo a verlo.

No comparto la idea de hablar de “buenas” y “malas” feministas, ese es el objetivo del Patriarcado, enfocarnos en nosotras, en nuestras propias pugnas, en nuestra propio ombligo. Tenemos un objetivo claro: acabar con la mirada única, patriarcal, capitalista, hegemónica, neoliberal de la vida; liberar de la violencia machista nuestros cuerpos, almas y mentes para construir un lugar mejor para las mujeres, porque si no lo hacemos así, no será para nadie. El capitalismo nos seguirá exterminando y puede convertirse en algo peor para toda la humanidad.

IV.

En fin, éstas cuartillas no dan respuestas, tampoco era su finalidad. Me interesaba desbordar mi mente y espíritu después de esa ola del #YoTambién –me gusta más- que se convirtió en tsunami y sigue teniendo réplicas en la vida cotidiana y en la opinión pública. El tema no se desvanecerá como humo, será algo que estaremos debatiendo largo rato. Por eso la importancia de todas las voces. Estoy convencida que la cabeza de Medusa no debiera ser la solución: convertirlos en piedra y terminar con ellos. Yo soy más de la idea de aprender a hilar fino, como Ariadna y, entre todas, tender el camino para una salida. Medusa y Ariadna, tienen algo en común: son mujeres o metáforas de la feminidad. Todas lo somos. Todas lo hemos vivido. Todas estamos en el proceso de tirar el patriarca que llevamos dentro. Unas, llevan rato; otras menos y algunas están en ello. ¿Y los hombres cuándo? Es hora. El pensamiento feminista debe convertirse en el hilo de Ariadna para salir de la precariedad de la vida hoy –el laberinto-, sólo así encontraremos la salida.

Twitter @Karliuxamoz

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