México, ¿país seguro?

Foto: Moises Castillo / AP

Por Gregorio Ortega

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 21 de diciembre de 2018.- Si validamos la hipótesis de ayer sobre cómo el trasiego de todo tipo de personas y cosas en la frontera México-EEUU modifica los conceptos de seguridad nacional y regional, ahora corresponde revisar el verdadero fondo del problema, y la manera en que AMLO y su canciller Ebrard han de venderlo a Donaldo Trump, para buscarle solución entre ambas naciones.

     Lo que realmente dispara la migración y la distorsiona hasta convertirla en origen del racismo contemporáneo, de la xenofobia y del terrorismo, son el hambre y la violencia nacionales, exclusivamente aceleradas por el concepto de desarrollo impuesto por el neoliberalismo.

     Los motivos originarios de la migración posterior a la Segunda Guerra Mundial se modificaron. De salir del hogar en busca de mejores oportunidades, se pasó a la urgencia de huir de casa para asegurarse una oportunidad de vida, pues el hambre y la violencia en ciertas zonas del mundo, o en algunas naciones, matan más que las enfermedades y el terror.

     Los migrantes a fuerza se convierten en desplazados, en refugiados, con una carga adicional, porque lo vivido los enferma anímica y emocionalmente, o se trasladan heridos y con enfermedades contagiosas inherentes a la pobreza y al miedo.

A los migrantes que llegan del exterior se suman los desplazados internos, los que forzados o perseguidos dejan abandonadas las cenizas de los seres queridos en panteones que pierden los nombres.

     La dimensión del problema la dan innumerables fosas clandestinas que albergan cientos o miles de fallecidos por una causa común: la violencia. México dejó de ser país seguro porque su andamiaje institucional fue desestructurado y el Estado, la vigencia de las leyes constitucionales, es cotidianamente torpedeada por las pretensiones de poder político y el deseo de abandonar la propuesta de una IV República, para dedicar los esfuerzos del nuevo gobierno a la restauración de un modelo político caduco.

     Aquí hace tiempo que en muchas zonas de la nación se zanjan las diferencias a balazos, o con secuestros o calumnias o infundios o mentiras. El orden jurídico está roto porque el primero en quebrarlo es la autoridad, que toma decisiones por sobre la ley.

     La seguridad nacional y regional de Estados Unidos pasa por la seguridad alimentaria y la paz social de México, si así no lo entienden ambos gobiernos, la colisión que produce el caos será pronto.

Twitter @OrtegaGregorio

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