Mi amor, no se puede excluir
Ilustración: @yinshadowz
Por Paloma Escoto
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 14 de agosto de 2019.- Tengo una vida luchando por el encuentro real entre mujeres. Tan difícil era lograr su aceptación, desde pequeña buscaba la integración, muchas veces creí que realmente era por ser distinta, cuando lograba entrar y me expulsaban, sentía un espasmo en el corazón que no entendía de dónde venía, aunque al final, me gustaba no parecerme a ellas o a lo que eran en grupos, crecí a lado de mi hermana gemela, la única que me aceptaba de una manera honesta e incondicional, después de un tiempo, al ingresar a la preparatoria, ella se enamoró y fue la ausencia la que marcó una distancia que me llamó a aprender a vivir sola o con el resto del mundo, por decirlo de alguna manera pues durante algunos años, solíamos avanzar juntas, se bifurco el camino, y me adentré al mío, uno que apenas se vislumbraba, y al que continuo construyendo.
Llegó un momento en mi vida en donde acepté que la cofradía entre mujeres sería una victoria que me dedicaría a ganar, sin embargo no se volvió una obsesión y disfrute de la cofradía con los hombres que resultaban estar en todos mis círculos, y siempre presentes en mi vida cotidiana, la aceptación y preferencia de tenerme en su vida era mucho mayor de lo que sucedía con la chicas, sin embargo hice corazón en algunos corazones, en algunas de mis primas, amigas, en contadas alegrías a las que puedo llamar hermanas, que aunque mi desplazamiento fue un factor importante para la convivencia, tengo la certeza de que existe su cariño cercano, que me acompaña en la vida que he elegido y en los recuerdos a los que a veces vuelvo, y que me incitan a escribir hoy. No ha sido sencillo construir amistad con las mujeres, hay una normalidad que no acepto, siempre ocasioné sensación de riesgo o destierro, como si fuera a robarme algo, porque había mucho amor pero también, una idea distinta a la mía del compartir, crecí en una manada, y esta manada me enseño a compartir, existen las mujeres que pretenden tenerlo todo bajo control y luego existo yo, una aventurera inusitada, impredecible, de vuelos oriundos, de vuelos lejanos, de un amor profundo a favor de la vida, dónde para muchas, lo negativo se concentraba en mí, lo inaceptable o lo incapaz de reunir. En una cultura en donde la desigualdad nos teje y desteje, supongo, no hablo de culpas, pretendo hablar de responsabilidad por parte de las que creamos o no, círculos luminosos en donde realmente se den los encuentros con la gran diversidad de lo que somos y de los infinitos mundos que hemos construido en este tránsito experimental que es nuestra experiencia humana individual que pretende hacer comunión con todas esas rarezas que llevamos y nos hacen únicas y con todas esas similitudes y también con todo aquello que deberíamos desaprender porque a este mundo, ya le urge ser otro, sin sectar, sin excluir, sin moralizar, sin insistir en radicalizar la existencia y su forma, que exista afuera, que exista adentro, no le tengamos miedo a ser, porque sólo así, vamos a transformar la violencia que existe en nuestros corazones, aceptar lo distintas que somos y lo distintos que son nuestros mundos, nuestras realidades, hay que creer en serio en un mundo más viable para todas y todos, creamos que podemos vivir bien las y los que estamos y que podemos presentarles un mundo mejor a los que vienen, que merecen la vida.
Me cuestiono si sólo yo lo vivo y lo siento, y sí, ¡estoy loca!, y cada día que pasa me convence de que existen miles de casos como el mío, porque para bien y mal, mal y bien y en los intermedios a los que nos reusamos, se trata de un sistema que alimentamos todos y surge desde el miedo y desde el control, desde la comodidad del control, absurdamente pues, la vida incontrolable es. Jugamos a ser Dios, y no estamos errando, lo somos, desde nuestra diminuta existencia, pequeños pedazos de Dios cosmos, eso somos, sí lo somos, somos parte, pero existe algo más grande que nosotros y nuestros inflados egos. Y tendremos que hacer equipo, nos guste o no. El mundo no va a salir de esta crisis solito, necesitamos de pequeños y grandes cambios a favor de la vida. Uno muy bueno y pequeño que a la larga será inmenso, es el dejar de excluirnos por las diferencias que nos hacen, desde nuestros hogares, después la primera calle que caminamos, luego la segunda, y así, calle por calle recorrida, cielo por cielo, montaña por montaña hasta lograrlo ser y hacer siempre, en donde quiera que nos paremos, igual a la hora de recibir a los que pasan por nuestras vidas, la estancia y la participación en los espacios ajenos, como los propios, habría que tratarlos parejo, con ese amor que tanto deseamos. Porque no se trata de ser mejores que los demás, si no ser mejores de lo que fuimos ayer, nosotras mismas, nosotros mismos, no es superar a la de enfrente o al de enfrente, se trata de superarnos con una constancia y coherencia que pide más que cientos de palabras e intenciones bonitas, porque se trata de un presente al que debemos mirar y construir con responsabilidad.
Cuando se siente la exclusión, muchas veces no sabes por qué sucede o hay tantos rumores, que ya no sabes en cuál creer, porque para que suceda la exclusión, siempre habrá quienes la permiten, es una suma de voluntades sin razón y sin verdad, porque esos son los rumores, yo la he vivido donde la fuente es mi género y la complicidad sólo resulta dolorosa. Pero esto no se trata de géneros, la exclusión no tiene género, y es justo por eso que el problema no somos nosotras, el problema lo hacemos todos. Entenderemos entonces que la violencia, jamás se fue, esa vive en todos en menor o mayor medida, trabajar la violencia es combatirla y de preferencia erradicarla, en todos esos actos cotidianos que se revelan, muchas veces en nuestra contra, sobre todo, los actos que nos provocamos, dejamos de escuchar a nuestro espíritu para oír el que aqueja, sin darnos cuenta que lo que más aqueja es lo que olvidamos, nuestro bienestar. Y ese sistema que tiene mi vida y más, derrumbándose, nos confunde. Y es que estar bien, es tan difícil, tan soltar todo lo que nunca podremos agarrar, como el viento, como la vida que es tan breve pero tan generosa, es mirarnos con respeto y amor, así vivirnos, con respeto y amor, solemos ver lo que nos asusta como algo negativo, solemos ver egoístamente las puertas de entrada cerradas, ¿y a dónde vamos si las puertas se nos cierran? Abrimos las puertas, las más importantes, las nuestras, que todas las puertas se abran, merecemos incluirnos en nuestras vidas, o de nuestras vidas hacer una expansión de amor, la idea del otro, no rechacemos, sólo se ve distinta, la realidad del otro es distinta, ni tu ni ella, ni él, ni ellos y ellas, están mal, sólo son distintos y el rechazo sólo muestra nuestra no apertura a la oportunidad, al cambio, a lo diferente, a vivir otredad, a labrar libertad y bienestar. Sin importar la decisión de como hayas preferido vivir, las puertas de mi vida están abiertas, el descubrir como estar en paz, es chamba de todos y sin duda, haré mi parte. Se puede vivir con las puertas abiertas, se puede compartir lo bonito, y de nuestras limitaciones soltarnos.
En mi corazón y en mi práctica, siempre existirá la intención de reunirme con mis hermanas, las brujas, las locas, las raras, las “inadaptadas e inadaptables”, las que luchan porque esto cambie, a favor de la vida, de la libertad sin fronteras y sin trampas. Lo mismo para mis hermanos, los brujos, los locos, los raros, los “inadaptables, los inadaptados”, los que luchan porque cambie esto, a favor de vida, la libertad sin fronteras y sin trampas. El amor existe y hay que aprender a darlo pero también habrá que aprender a recibirlo. Entonces todo empezó con mi cofradía con las mujeres, perdón no puedo hablar del tema, no importa cuán difícil haya sido llegar hasta aquí, mi cofradía es con el mundo entero y con el universo.
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