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Después del sentimiento de extravío, después de contemplar mi desorden, después de aceptar lo que quedaba, pude sumergirme en la isla con el arrojo de quién necesita un hogar. Aprendí a verme, aprendí a conocerme, escucharme, aprendí a deconstruirme, aprendí a sentirme, aprendí a crear por fin, la realidad aparte que tanto anhelaba, con hambre de mi, con hambre de vida, con hambre de silencio, con hambre de los sonidos, olores y sentidos que me impulsan, motivan o detonan hacia la realización personal que construyo, la soledad me enseño la belleza de saber contemplar, me enseño la paciencia de quién construye pese a cualquier circunstancia externa, subidas y bajadas, adversidades y vientos a favor.
En la isla soledad aprendí a amarme para amar mejor, pude darme cuenta de lo torpe que había sido para amar, pude entender lo que deseaba y lo que no en el plano amoroso con alguien más, y aunque esto no determina que ya soy sabia para hacerlo, sin duda cuando esté lista, los haré mejor.
“Las cosas más pequeñas con un sentido valen más en la vida que las cosas más grandes sin él.” Carl Gustav Jung
En la soledad se aprende a disfrutar de los más genuinos principios, de las cosas sencillas, de las cosas pequeñas, un baño con agua en la temperatura que se prefiera, una taza de café o té, un bocado de alguna fruta, el sol en la cara, una caminata, una canción que termina revolucionando el día, una sonrisa o un gesto que alguien más regala, cuando se vive en la isla soledad, muchas veces no quiere decir que no exista alguien más a tu alrededor, la isla soledad es un estado en el que nos encontramos incluso cuando estamos rodeados de muchas personas, en esa isla aprendemos a dejar entrar a quién nutre y suma a la evolución personal que deseamos, aprendemos a disfrutar la verdadera compañía porque aprendemos a distinguirla. En la isla soledad, aprendemos a tejer asertivamente la conexión con náufragos de otras islas, sabemos navegar con naturalidad para llegar a ellas y enseñamos a llegar a los náufragos de esas otras islas, en la comprensión más gentil del respeto, en la cualidad del amor, en la armonía de la paz, pues sin más se siente y va más allá de la suposición, es la intuición y el subconsciente que se va desarrollando en el arduo trabajo personal que habitamos, después del ruido, el silencio y después del silencio el verdadero ritmo.
“La soledad es tremendamente bella porque es profundamente libre.” Carl Gustav Jung
Los prejuicios sociales con respecto a la soledad han llevado a muchas personas a sentirse presas cuando experimentan la soledad, dichos prejuicios bloquean lo fundamental de esta experiencia, si las personas supieran lo bella que es la soledad, la asumirían más, se buscarían más tiempos a solas. Me di cuenta de la libertad que brinda cuando pude ser en todas mis formas, no hay día en el que no procure navegar hacia mi isla, cuando no lo logro siento que algo me hace falta, actualmente es un hábito, un rato cada día navego hacia esta isla donde puedo ser en todas mis formas, y es que, la libertad que se respira en la soledad, ningún otro sentimiento, estado, espacio o cosa puede proporcionarlo, los descubrimientos en ella son infinitos, siempre hay algo por descubrir estando en este estado a solas, descubrí que descubriendo soy feliz, descubrí que la libertad no esta en todos los momentos de la vida pero cuando logramos estar en ese estado, en donde nos sentimos libres, pueden desencadenarse las más bellas formas que nos habitan. Y es bello, es bello ser libre hasta de nosotros mismos.
La adicción a la soledad surge cuando aprendemos a aceptarnos a nosotros mismos, y a su vez, aprendemos a amar lo que somos y lo que hacemos, sin embargo no es un estado hecho para vivirlo en la permanencia absoluta, somos humanos, tenemos la necesidad de interactuar con otros y otras, de todas las formas. Esto lo comparto más con la idea de sugerir el abrazo a la soledad desde una consciencia distinta, porque me ha funcionado, y considero de manera personal que puede funcionar en otras vidas, sobre todo a las que huyen de la soledad, sobre todo a las que les aturde la idea de estar solos por el terrible miedo a escucharse y verse a profundidad, con todo lo que esto implica, sin temor, en el trayecto puede surgir lo más turbio, lo más oscuro jamás experimentado, pero también sucede lo más brillante, la reconciliación que nos brinda la oportunidad de sabernos y sentirnos libres y en paz, asumo de manera personal que es el mejor estado en el que podemos estar en esta realidad de realidades diversas, asumo pues es nada menos que una decisión personal y que estoy de paso para compartir y sugerir en mi derecho de hacerlo.
“Carpe diem, memento mori”
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