Neta: palabra presidencial tiene el valor del poder adquisitivo del peso

Por Gregorio Ortega

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 23 de septiembre de 2021.- Los políticos de todos los tiempos mienten, sobre todo a partir de que la estadística es la reina de las pruebas del éxito económico. Su palabra y los porcentajes han de coincidir, para dar por cierto que se gobierna bien y de buen modo.

Pero seamos sensatos. ¿Hace cuántos sexenios que la realidad se alejó de los números de crecimiento del desarrollo estabilizador? ¿Hace cuánto que el PIB dejó de poner en la mesa de los pobres comida sana y abundante, o garantizarles salud, vestido, educación, seguridad? Durante mi niñez, adolescencia y primeros años de matrimonio la paridad del peso era de $12.50 y el poder adquisitivo de la moneda facilitaba -si se era ordenado y correcto administrador doméstico- que el salario rindiera para todo… exacto, para todo.

Hoy dejó de ser así. El salario es insuficiente, y para aquellos ancianos que desean vivir con $3,100.00 bimestrales, pues les deseo suerte, porque es un sueño guajiro, con esa cantidad no les alcanza ni para la primera quincena, ya no digamos para reponer un par de zapatos, o sustituir la deshilachada ropa interior, o el pantalón que ya se sostiene solito de pie, debido a tanta mugre acumulada.

El poder adquisitivo del peso mexicano es débil, como lo han sido los gobiernos desde el primero de enero de 1994 y el inicio de la violencia política y la intrusión del narcotráfico. El asesinato de Luis Donaldo Colosio marcó el inicio de una época diferente para México. No lo fue el EZLN, tampoco el TLC. Los crímenes políticos -que desde entonces no cesan- acompañados por el error de diciembre y el desconcierto de los inversionistas, son muestra del agotamiento del modelo político y del exceso de corrupción, hoy como ayer y antier.

La pobreza y la indigencia son el espejo de nuestro sistema político, el hecho concreto de lo que se puede comprar con un peso… sólo un peso, no más, para darnos cuenta de lo que hemos perdido como proyecto de nación, como patria, como posibilidad de un presente que únicamente representa incertidumbre para miles, quizá cientos de miles o hasta millones de familias mexicanas.

Olvídense de la pandemia, nada más mediten un día en lo que muchos millones de compatriotas pueden llevarse a la boca, en los lugares donde buscan reposo, en las escuelas a las que mandan a sus hijos y la instrucción pública que reciben, o la salud que les hace falta, o las sonrisas que perdieron y nunca jamás recuperarán.

Hoy, puede aseverarse, la palabra de los políticos, incluida la presidencial, tiene el valor, sí, exactamente el valor del poder adquisitivo del peso, nada más. Pueden insistir en endilgarnos que se tienen otros datos, que estamos construyendo el futuro, que estamos en la 4T, cuando la realidad es que estamos más jodidos que ayer.

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La de Porfirio Muñoz Ledo no fue la primera interpelación a un presidente de la República, me lee la cartilla un amigo y lector. Además, adjunta para avalar su dicho, lo siguiente:

El diputado Edmundo Gurza Villareal: Ciudadano Presidente del Congreso, le solicito que pida al señor Presidente de la República me permita hacerle una interpelación…

El C. Presidente del Congreso: Se le ruega guardar silencio y tener respeto, señor diputado.

Legislatura LI – Año III – Período Ordinario – Fecha 19810901

ENCABEZADO DIARIO DE LOS DEBATES DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS «LI» LEGISLATURA

El diputado Juan de Dios Castro: Apoyo la solicitud del señor diputado y solicito al ciudadano Presidente del Congreso funde en el Reglamento su negativa.

El C. diputado Gurza Villarreal: No estoy faltando al respeto, estoy pidiendo una autorización… Conforme al Reglamento…

El C. Presidente del Congreso: Tenga la bondad de sentarse, señor diputado. Continúe, señor Presidente.

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¿Cuántas palabras dedicarán a la bomba? La violencia ya es parte de nuestras vidas, y hemos de reconocer que vivimos en un país ocupado, al menos parcialmente, por las fuerzas paramilitares de los barones de la droga. Insisto, no son los que aquí se fatigan en esa lucha por el poder, sino los que desde fuera nada más giran instrucciones y se solazan en sus juegos de guerra.

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