No es la gallina, es tu hipocresía

Por Nelly Segura

Por Nelly Segura

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 27 de abril de 2024.- El pasado miércoles 24 de abril se realizó en las instalaciones del Senado de la República una ofrenda en el marco del Día de la Lluvia (que por cierto no he encontrado registro de esta celebración previamente).

La ofrenda consistió en el sacrificio de una gallina, este acto generó gran controversia por parte de organizaciones y personas que han criticado la matanza de la gallina al considerar que es incongruente que, en el Senado, lugar en el que se supone se deberían promover leyes de bienestar animal se haya hecho este sacrificio público.

Hasta el momento no he logrado conseguir la procedencia de la comunidad que realizó la ofrenda y quizá sea lo mejor no mencionarlo para evitar un estigma en contra de ella.

Es imperativo comprender el contexto en el que se desarrolló este acto. No se trata de una manifestación de salvajismo ni de una muestra de barbarie, como algunos medios poco informados y actualizados han insinuado. Desde la cosmogonía indígena representa una expresión profunda de respeto y vínculo con la tierra.

En las urbes como la Ciudad de México, el capitalismo tiende a despojar a los animales de su valor más allá de su utilidad como productos de consumo. Son vistos como simples objetos para satisfacer los deseos humanos. Sin embargo, en las comunidades, la relación con los animales de consumo adquiere una dimensión más íntima y sagrada. Cada sacrificio se convierte en un rito, una expresión de gratitud y reverencia hacia la tierra que nos nutre.

La disparidad es evidente: en la ciudad, la carne llega procesada, ocultando el sacrificio, la sangre y el olor. En contraste, en las comunidades, aquellos que desean consumir carne participan activamente en todo el proceso, desde el cuidado del animal, el sacrificio y la preparación. Esta vivencia ofrece una conexión más profunda con el alimento, recordándonos constantemente el ciclo de la vida y la importancia de respetar cada ser vivo.

Por tanto, antes de emitir juicios desde una perspectiva estrecha, debemos abrir nuestra mente a la riqueza y diversidad de prácticas culturales y espirituales que existen en nuestro país.

A través de un comunicado, la presidencia del Senado se deslindó de los hechos y aseguró que el senador que organizó la ceremonia Adolfo Gómez Hernández es el responsable, mientras que Adolfo Gómez justificó la acción bajo el amparo de usos y costumbres.

Esta controversia pasará, pero nos muestra a nuestra sociedad de cuerpo completo y después de leer los comentarios, sobre todo en redes sociales es evidente el racismo, en algunos casos disfrazado de indignación por el cuidado de los animales, clasismo, el desconocimiento, el uso político de esta circunstancia, la doble moral y el deseo de no profundizar en el tema.

Se pregunta Joaquín Galván en twitter: ¿Quienes defienden sus bosques y preservan los ecosistemas?, ¿Quiénes son asesinados por defender el agua, los recursos naturales y conservan la mayor diversidad de fauna? Los pueblos indígenas.

Gracias a esos salvajes que hacen “sacrificios” se ha mantenido el territorio en muchas comunidades y las tradiciones que tanto nos gustan. Gracias a su conexión y amor por la tierra, amor bajo el que se realizan las ofrendas, estas comunidades tienen impregnado desde su nacimiento la defensa del territorio de inmobiliarias, de incendios forestales, de políticas de saqueo y quizá gracias a ellas mantenemos en territorios como la capital del país bosques. Por otro lado, también son defensoras de las tradiciones que nos dan identidad.

Ayer mientras hacía la sobremesa, por cierto, también costumbre de los pueblos, una señora grande o adulto mayor me contaba que hace algunos años cuando ya estaba una gallina gorda, después de cuidarla y alimentarla la tomaba del pescuezo con fuerza y la sacrificaba ella se reía porque decía que si en ese momento soltaba a la gallinita corría sin cabeza por la casa. Así se alimentaban nuestros padres o quizá nuestros abuelos.

Reconozcamos el valor de las comunidades en lugar de menospreciarlas como primitivas o irracionales. Solo así podremos avanzar hacia un futuro más inclusivo y respetuoso con todas las formas de vida que coexisten en México y en nuestro planeta. Por qué quiero decirles algo: estás ofrendas se siguen realizando y no porque ya no se hagan en el Senado dejarán de existir. No se puede ocultar el sol con un dedo, pero si es posible entender estas costumbres ancestrales, estudiarlas y abrazarlas como parte de lo que somos.

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