No se trata de bajarse los chones, ni quedarse de floreros

Foto: Misael Valtierra / Cuartoscuro

Por Gregorio Ortega

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 20 de enero de 2019.- En política, como en otros oficios y profesiones, jamás puede tenerse la certeza de que lo que se hace estuvo bien hecho. Sólo después de la muerte los deudos y los seguidores hacen el balance final y definitorio de la vida vivida.

     El equilibrio requerido para ser un exitoso gobernante y aspirar a transformarse en estadista, radica en un término que no es y tampoco puede ser ambivalente: confianza. Se obtiene, o no, de parte de esa mínima franja social que resulta ser, en realidad, el sostén de los gobiernos. Me refiero a los barones del dinero y a los ahorradores. Actualmente la única y verdadera correa de transmisión de la voluntad política desde el poder, es esa masa monetaria que requiere, como garantía a su fidelidad, seguridad jurídica y ganancia neta. La filantropía se practica con lo que sobra.

     Establezcamos una analogía con la Iglesia. ¿Es puntual el pago del diezmo, qué porcentaje de fieles lo cumple, obedece a la confianza o a la fe? Más que en un mundo de canallas vivimos uno de egoístas. La transparencia en el uso de los recursos públicos no será distintiva del gobierno recién iniciado, porque de tener voluntad para hacerlo, ya habrían hecho públicos los convenios, acuerdos o arreglos a los que se llegó con los tenedores de los bonos del AICM-Texcoco, y si efectivamente hubo modificaciones a las condiciones de los contratos entre inversionistas y emisores de los bonos.

De allí que regresemos a las necesidades observadas por los analistas de El País, en ese voluntarioso deseo de los empresarios mexicanos para exportar parte de su capital a España: “Una definición que, a su vez, se compone de cálculos más de detalle que exigen análisis especializados y, lo más importante, olfato empresarial: estabilidad política, regularidad económica y laboral, facultad para empatizar con los entornos, evaluación clínica del tipo de cambio, potencialidad de expansión nacional y en el área económica circundante del país donde se va a invertir… Cuando se consigue que todas las piezas engranen, suena el clic y México se convierte en un gran inversor extranjero en España.

     “No basta con esto, no obstante, para explicar todas las razones de la inversión mexicana en España. Hay motivaciones específicas derivadas de las características de la economía mexicana y española. No es casualidad que el dinero de México se concentre en dos mercados fundamentales, con vastas conexiones entre sí: el hotelero y el de restauración. Para el capital de México, la economía española no ha agotado todavía su potencial de expansión. Es un análisis desde fuera que tiene su valor, en tanto en cuanto desmiente o no tiene en cuenta las alertas sobre la desaceleración turística española, subrayadas en trazo grueso por el retorno de la competencia de otros países mediterráneos. El quid de esta aparente divergencia es que la rentabilidad se busca en las rentas turísticas más elevadas. En España existe una infraestructura desarrollada para este tipo de turismo de más calidad que puede ser explotada”.

     ¿Encuentran lo evaluado arriba en este gobierno y en las perspectivas de crecimiento en México? ¿Qué ha de hacerse para que permanezcan en su país? Obvio que tampoco se trata de bajarse los chones ni ser floreros.

@OrtegaGregorio

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