Nuevo rector, viejos problemas

Por Humberto Musacchio

Por Humberto Musacchio

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 17 de noviembre de 2023.- Mañana, el doctor Leonardo Lomelí Vanegas asume la Rectoría de la UNAM, lo que, indudablemente, es un altísimo y, en su caso, muy merecido honor. Sí, pero llegar a ese cargo equivale a ganar el premio mayor en la rifa del tigre, pues muchos y no pequeños son los problemas que habrá de afrontar —y esperamos que también de resolver— el flamante rector.

Lomelí Vanegas tiene una sólida formación académica (es licenciado en economía e historiador), nació en 1970, tiene obra publicada, trayectoria magisterial y la edad en que ya se tiene experiencia, pero, a la vez, la suficiente energía para un cargo que reclama tiempo completo.

Don Leonardo enfrentará problemas añejos, soslayados durante no pocos años, bajo el criterio de que lo mejor es dejarlos en paz, como es el caso del auditorio Justo Sierra o Che Guevara, ocupado desde hace un cuarto de siglo y convertido en expendio de drogas, mercado de fritangas, almacén de diversas mercancías, centro de prostitución y hasta hotel de paso.

Está pendiente despejar la vista hacia los volcanes desde el Espacio Escultórico —una de las obras más importantes del arte mundial—, pues desde hace muchos años cierra la perspectiva el edificio H, que no sería tan difícil mudar, pues se dice que está construido con piezas desmontables.

La UNAM es una casa que, como toda universidad digna de ese nombre, vive montada en una permanente contradicción, la que se resume en su necesidad de orden académico para trasmitir el conocimiento, lo que suele viajar en el mismo tren que la diversidad de opiniones y las rupturas de ese mismo orden para renovarlo. Pero lo inaceptable son las actitudes delictivas, la destrucción de bienes, el pintarrajeo de pandillas que no dan la cara porque deben preservar el origen de quien las mueve. Hay múltiples denuncias presentadas ante el Ministerio Público, pero el Estado no parece dispuesto a intervenir, pues para presionar a la casa de estudios, en un sentido u otro, conviene solapar la actuación de elementos que producen inestabilidad.

El doctor Lomelí ya hizo público su interés por mantener una buena relación con el poder público, lo que hoy resulta de primera importancia, pues en el gobierno federal hay la creencia de que la UNAM es de tinte aristocrático, cuando es todo lo contrario, pues, como bien lo sabe y lo vivió el presidente López Obrador, los estudiantes pobres son abrumadora mayoría.

Está claro para el nuevo rector que se requiere impulsar decididamente la formación y actualización del profesorado, para lo cual la UNAM cuenta con el Centro de Formación y Profesionalización Docente. Ojalá y se concreten los objetivos de este centro, pues entre 80 y 85% de los profesores unamitas son de asignatura, sin estabilidad en el empleo y con salarios míseros que no permiten la actualización indispensable para quien debe renovar y trasmitir el conocimiento. De paso, habrá que reemplazar el Sistema Nacional de Investigadores, pues, como está diseñado, distrae a los académicos.

En la UNAM, para ciertos sectores, el sindicalismo es entendido no como medio de defensa laboral, sino como solapador de paros locos, tortuguismo, impuntualidad, ausentismo y daños materiales. Pero todo trabajador universitario ha de saber que forma parte de una institución obligada a dar el mejor ejemplo en múltiples órdenes.

Se requiere entender el carácter nacional de la UNAM no por su presencia material en cada estado de la República, sino por la proyección de los cuadros que forma y el conocimiento que produce y difunde. Abrir escuelas y centros de investigación fuera de la Ciudad de México tiene que obedecer a verdadera necesidad y conveniencia para la institución y para el país, y nada más.

La democratización de la UNAM es una demanda que se repite con frecuencia. Habrá que avanzar en ese propósito, pero no dando a cada universitario, profesor o estudiante un voto de igual valor, porque en una institución universitaria los saberes son determinantes y establecen un orden de prioridades.

En fin, que muchos son los pendientes, pero habrá que confiar en el hombre que llega a la Rectoría, seguramente el más interesado en abordar lo aquí planteado. Esperemos que lo dejen actuar.

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