Paseo estelar al Museo Anahuacalli-Diego Rivera

Por Roberto E. Ponce

Por Roberto E. Ponce

AMEXI. Ciudad de México. 20 de enero de 2025.-  A una de las preguntas del Cuestionario Proust que me late más: “¿Cuál sería tu lugar preferido para ir de paseo?”, este Enano Feroz la respondería así: “La caminata al Museo Anahuacalli de Diego Rivera, no muy lejos del hogar”, pues ha sido mi sitio favorito en la CDMX… ¡desde hace 60 años!

El Museo Anahuacalli-Diego Rivera fue inaugurado en 1964 por el presidente Adolfo López Mateos, al año de que los Ponce Padilla nos mudamos a los vastos terrenos sin pavimentar bautizados como la Colonia Avante, rodeando al río cristalino de mi infancia, cuya corriente brotaba desde el puente subterráneo ubicado por “la parada Bugambilia” del tranvía, en el cruce de la Calzada de Tlalpan y Calzada de la Virgen, a un centenar de metros cerca de nuestra casita rosa de un nivel único con el número 21 del Retorno 3, delegación Coyoacán.

Era una zona de terracería e idolitos de obsidiana, con charcos laguneros y sapos, ajolotes, ranas, serpientes, escorpiones, vacas, manadas caninas y gatos salvajes en épocas de lluvia. A pie cruzaba la ruta de chapopote hacia la frondosa Ciudad Jardín, para recorrer ese río memorable de lavanderas indígenas, yo rumbo a contracorriente por las bombas acuíferas de División del Norte (donde Guillermo del Toro filmó en 1993 Cronos, la invención del tiempo) continuando hacia Árbol del Fuego. Y luego de la mansión campestre de piedra volcánica construida por la familia Salinas de Gortari en cul-de-sac (donde por 1976 se hospedó al Grupo de Teatro El Galpón, del Uruguay), mis pasos aceleraban curso hasta la creciente Calle Museo de la atalaya Anahuacalli, paseíllo de media hora que disfrutaba con mis hermanos. Cuando accedíamos bajo el arco maya de la puerta central del edificio magnífico con destino al “Inframundo” (como lo llamaba Diego), solía imaginar que penetrábamos al “Infierno” de la Divina Comedia de Dante, y venía a mi memoria el Canto Tercero con macarrónico español:

Per me si va ne la città dolente,/ per me si va ne l’etterno dolore,/ per me si va tra la perduta gente…/ Quien aquí entre, ¡pierda toda esperanza!

A la izquierda del magno altar, máscaras teotihuacanas de jade, caritas sonrientes y figuritas femeninas de piel de arcilla nos raptaban para descender a las entrañas de una oscura habitación arrinconada, donde el muralista propuso adorar la fuerza pluvial del Canto de Tláloc: lágrimas de flores en su nicho con estatuillas lapídeas representando rostros ojerosos de larga nariz y un par de colmillos enrollados boca abajo; reinado Mictlán en un estanque ritual que aún sirve de recipiente a moneditas soltadas por los visitantes:

Este divino patio celebra su fiesta para atraer la lluvia./ Desde la mansión de Tláloc, ojos de turquesa./ Entre sonajas de neblina es llevado con lluvias al Tlalocan,/ ¡ah, mi hermano mayor, el de la pulsera de plumas!/ Si yo hablara con el Príncipe de los Presagios,/ si yo fuese allá, llora al punto…

Subiendo al “Purgatorio” dantesco la luz abre el altísimo piso del “Mundo Terrenal” con mojigangas, un dibujo del ferrocarril que trazó Diego niño y, en aquel taller que imaginó poco antes de morir para él y Frida pintar allí, se despliegan retratos y bocetos gigantes con el desaparecido Pesadilla de Guerra, Sueño de Paz, de 1952 (mural al que volveremos más tarde, pues en Anahuacalli no hay audio guías ni explicaciones sobre su paradero).

Mural perdido de Diego Rivera. AMEXI/Foto: Blanca Garduño, cortesía
Mural perdido de Diego Rivera. AMEXI/Foto: Blanca Garduño, cortesía

Anahuacalli es una galería sui generis ubicada en Calle Museo número 150, son 40 mil metros cuadrados de vegetación agreste y pozos de agua. Uno hoy se toma la selfie o los videos junto a algunas de miles de piezas prehispánicas que maravillan paso a paso y de sorpresa en sorpresa; ninguna ficha explicativa ubica dónde las adquirió Diego. Cada esquina del museo es referente de los cuatro elementos de la naturaleza en 30 salones, atrapándonos las vitrinas de vasijas antropomórficas de ocre alucinante para beber con la mirada el exquisito Xoloitzcuintle modelado en barro colimense.

Museo Anahuacalli. AMEXI/Foto: Roberto E. Ponce
Museo Anahuacalli. AMEXI/Foto: Roberto E. Ponce

Cada año regreso al Anahuacalli, si bien ya comienza a pesarme la escalinata a la terraza cumbre para contemplar la ex Ciudad de los Palacios.  La analogía del viaje del héroe florentino al reencuentro de la hermosa Beatriz Portinari en la bóveda del “Paraíso” correspondería a “La Mansión de los Dioses del Anahuacalli”, sobre cubiertas y mosaicos donde Diego Rivera y Juan O’Gorman reverenciaron a la serpiente emplumada Quetzalcóatl, la diosa del maíz Chicomecóatl, el viento Ehécatl, el fogoso Huehuetéotl o nuestro prestidigitador Tláloc. Imposible olvidar el lamento sobre la caída de Tenochtitlan en adiós al solar del Anáhuac, con el último sol del paisaje:

Destechadas las casas, ensangrentados sus muros,/ los gusanos pululan por calles y plazas./ Las paredes gimen salpicadas con sesos./ La laguna va teñida de rojo/ y cuando la bebemos es como si tragáramos agua de salitre…

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DOS) Para conmemorar 60 años de la fundación del Museo Diego Rivera Anahuacalli, su directora María Teresa Moya Malfavón promovió cursos. Y junto con el Banco de México, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, y el Fideicomiso para los museos Frida Kahlo y Diego Rivera, la publicación del lujoso volumen de 159 páginas Anahuacalli. La huella de un volcán, ilustrado con casi dos centenares de fotografías y dibujos históricos.

Los textos de presentación al comienzo del libro corrieron a cargo de Jessica Maricarmen Serrano Bandala (directora de Educación Financiera y Fomento Cultural del Banco de México), así como de la propia María Teresa Moya Malfavón, licenciada en Ciencias de la Comunicación especializada en guionismo, mercadotecnia y desarrollo organizacional, quien escribe:

Siguiendo los preceptos de la arquitectura orgánica de Frank Lloyd Wright, el proyecto de Rivera buscó adaptarse al entorno y continuar la misma línea que emplearon las culturas prehispánicas: relación con la tierra, el entorno y el paisaje (…) A través de las ideas que Diego Rivera tenía sobre el Anahuacalli y su entorno, territorio al que llamó Ciudad de las Artes, establece su relación con lo prehispánico, lo popular y la cultura en general.

La edición incluye, asimismo: “El culto moderno de lo prehispánico: Diego Rivera”, de la editora del libro Ana Garduño Ortega (doctora en Historia del Arte por la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II); “Diego Rivera: artista, historiador, arqueólogo, antropólogo”, de Itzel Rodríguez Montellano (catedrática y doctora en Historia del Arte, UNAM); “La Casa de Ídolos”, del filósofo puma Daniel Vargas Parra; “Juan O’Gorman. Integración, el arquitecto y el ingeniero”, de Liliana Carachure Lobato (maestra en Historia del Arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, autora de El crédito transforma a México); del investigador teutón en eco-estética Peter Krieger es “La extensión del Museo Anahuacalli por Mauricio Rocha. Una interpretación sublime del geo-paisaje”, e igual de Ana Garduño Ortega “Museo y bodega: paridad complementaria”. Desde 2013 en el recinto, Moya Malfavón dice su misión:

Consolidar los vasos comunicantes entre el Anahuacalli y la comunidad, engrosar ese tejido es una tarea que se realiza día con día. Existe un proyecto llamado “Labrando memorias, construyendo historias”, donde se intercambian relatos orales, fotografías, videos, testimonios, cuyos avances se presentarán en el contexto de los sesenta años del museo. No sólo se colabora con los vecinos [del pedregal San Pablo Tepetlapa, aledaños al volcán Xitle], también con grupos vulnerables, fundaciones diversas, colectivos y asociaciones de jóvenes o de mujeres, colectivos de artistas, residencias de creadores (…) Queremos que ellos, y nosotros, habitemos el espacio, no solo que lo visitemos ocasionalmente.

*

TRES) Para el verano de 2024, María Teresa Moya Malfavón convocó a mi hermano Armando, coordinador decano de la sección cultural de la revista Proceso, y a Judith Amador Tello, la reportera experta en Patrimonio Cultural, para presidir conversatorios multimedia conmemorando los misterios del legado de Diego Rivera, a 60 años del Anahuacalli, en el auditorio de la nueva gran Ciudad de las Artes colindante a la plazoleta.

Gruta de Tlaloc. AMEXI/Foto: Roxy Rocks, cortesía
Gruta de Tlaloc. AMEXI/Foto: Roxy Rocks, cortesía

Precisamente el segundo del jueves 18 de julio de 2024, a las siete de la noche, asistimos a “El mural perdido de Diego Rivera: Pesadilla de guerra, sueño de paz” –ya mencionado más arriba–, conversatorio que cautivó la sala repleta. Contó con los testimonios sonoros y gráficos de la historiadora del arte, exdirectora del Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, escritora, maestra en promoción y desarrollo cultural, Blanca Garduño Pulido. Radicada en Colima, ella platicó cómo persiguió por lustros el destino del mural de Rivera hasta la Unión Soviética en Rusia, donde probablemente se halla el fresco desaparecido cuyo boceto puede verse en el estudio del Museo Diego Rivera-Anahuacalli. El video de aquella fascinante charla aparece en Instagram:

 

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Data del jueves 26 de junio la plática inaugural de Armando Ponce y Judith Amador Tello con el también historiador de arte Juan Rafael Coronel Rivera (nieto del artista guanajuatense), quien abordó “La relación y ruptura entre Diego Rivera y Pablo Picasso”. En agosto, el conversatorio del teórico marxista y crítico de arte Alberto Híjar Serrano versó acerca de “La contribución política de Diego Rivera”. En septiembre, la profesora Valentina García Burgos, al frente de la Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, desarrolló la temática en torno a “Emma Hurtado, los últimos años de Diego”.

El más reciente de dichos diálogos entre Armando Ponce y Judith Amador tuvo lugar el 19 de noviembre de 2024 en Anahuacalli: “El mural de Diego Rivera que Rockefeller destruyó: El hombre controlador del universo”, con la sobresaliente historiadora del arte, investigadora documental, profesora universitaria y experta del muralismo mexicano Irene Herner Reiss.

Cierra el volumen Anahuacalli. La huella de un volcán, anunciando:

La Semana del Arte, en el mes de febrero, es desde 2010-2012 un hito en el calendario, porque se inaugura con una exposición de arte contemporáneo que dialoga con el acervo heredado por Diego Rivera. Atrae a interesados en diversas manifestaciones artísticas, creadores visuales, arquitectos, visitantes…

“Casa del Anáhuac” es el significado de la voz náhuatl Anahuacalli. Y recuerden, como dijo el pionero de la radio, Enrique Rosado, mi maestro: “Por ahí nos encontraremos”.

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