Periodismo bajo fuego
Foto: Alejandro Meléndez
Por Humberto Musacchio
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 26 de julio de 2019.- Fue allanada la casa de la periodista Lydia Cacho por dos individuos que desactivaron la alarma, inutilizaron las cámaras de seguridad y mataron a los perros, lo que les permitió robar tranquilamente una computadora portátil, tarjetas de memoria, diez discos duros con información, una grabadora de audio, tres cámaras fotográficas y documentos diversos.
No fue un robo casual, sino un acto de intimidación, pues los delincuentes rompieron fotografías familiares y desgarraron la ropa interior de esa valiente colega que en 2005 fue secuestrada y torturada después de que denunció las ligas del entonces gobernador poblano Mario Marín con una red de pederastas en la que participaban prominentes políticos y empresarios, destacadamente Kamel Nacif.
Como de costumbre, las autoridades le dieron largas a una investigación y el caso pudo haber quedado en el olvido, pero la periodista recurrió a instancias internacionales y recientemente el Comité de Derechos Humanos de la ONU responsabilizó al gobierno mexicano por lo ocurrido a la colega.
Como consecuencia de lo anterior, el pasado 11 de abril la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión ordenó detener a los citados Marín y Nacif, así como a Juan Sánchez Moreno y Hugo Adolfo Karam, funcionarios judiciales en tiempos del Góber Precioso, como llaman a Marín. Se les acusa de ser los autores intelectuales de lo ocurrido a la periodista en 2005.
En este contexto, el robo a la casa de Lydia Cacho tiene el perfil de un acto de intimidación para que la colega abandone toda búsqueda de justicia. No es mera especulación. En México todo periodista realiza su trabajo bajo excepcionales condiciones de inseguridad, lo que ha costado la vida a más de un centenar de colegas. Lamentablemente, el principal responsable de brindar seguridad a quienes trabajan en los medios, con sus constantes descalificaciones parece empeñado en abonar el terreno para que continúen las agresiones contra los periodistas que no toman partido en favor del actual gobierno federal.
Esta misma semana, López Obrador lanzó una fuerte requisitoria contra el diario Reforma, la revista Proceso y el portal Sin Embargo, órganos periodísticos mexicanos, y contra el diario británico Financial Times.
Los señalamientos contra Reforma fueron porque ese diario publicó que el presidente “Vivirá en un palacio”, lo que más allá de la jiribilla es absolutamente cierto, pues habitará un área del Palacio Nacional. AMLO reviró diciendo que el edificio sede del diario citado “es un palacio”, y ya metido a crítico de arte, agregó: “Yo diría que de mal gusto, porque también los fifís no tienen tanta sensibilidad para la arquitectura”.
Del portal Sin Embargo, lo que disgustó al mandatario fue la publicación de que su hijo menor se iba a un campamento en San Luis Potosí, lo que cuesta 64 mil pesos. Como respuesta, dijo que ese periódico virtual recibía dinero del gobierno anterior.
De Proceso dijo el Ejecutivo que “no se portó bien con nosotros”, a lo que Arturo Rodríguez, reportero del semanario, respondió que no es papel de los periodistas portarse bien con nadie.
Tampoco se salvó el Financial Times, un periódico ciertamente de derecha, pero que está en libertad de informar según su punto de vista y criticar las políticas con las que no está de acuerdo.
El Presidente, con afán de establecer un contraste, hizo el elogio de los periodistas liberales del siglo XIX y de Flores Magón. Lo que no dijo es que Ignacio Ramírez, Francisco Zarco y otros hombres de pluma combatieron por la Reforma y contra la intervención, pero no escatimaron críticas a Benito Juárez, como Flores Magón tampoco se las guardó frente a Francisco I. Madero.
Sí, porque el periodismo tiene la función de informar y ya se sabe que las buenas noticias no son noticias, sino precisamente las malas, aquellas que informan de lo que no funciona en beneficio de la sociedad, y esa información es materia para el análisis y la crítica.
Por supuesto, la difamación y la mentira deben ser rechazadas por el buen periodismo, pero está claro que la función de los medios no es halagar al poder. Don Jesús Reyes Heroles decía: “lo que resiste apoya”. Ojalá el gobierno lo tenga presente.