Por Humberto Musacchio
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 10 de enero de 2025.- Es interminable la caudalosa “ayuda” de los gobiernos de Morena para salvar a Pemex. Se transfirió a esa empresa del Estado la suma de billón y medio de pesos, de 2019 a 2024, “en forma de aportaciones de capital para el pago de su deuda y el financiamiento de sus inversiones”, recursos que, al parecer, no eran pagaderos en el pasado sexenio ni lo serán en el presente, pues las finanzas de la petrolera, lejos de mejorar, se han convertido en un pozo sin fondo.
De seguir las cosas como van, pronto México será un país importador de petróleo. En 2024, Pemex extrajo 384.7 millones de barriles por día, cifra que parece optimista, pero que es la más baja de los últimos 45 años y pone a la empresa al borde de la incapacidad para surtir de combustible suficiente al país.
Si a tan baja producción se agrega la incontenible elevación de los pasivos, la firma estatal, antes un eficaz amortiguador de los problemas hacendarios, se ha convertido en una pesada carga para el erario, al que arranca dineros que debían servir para mejorar la educación, resolver las deficiencias de la medicina pública y afrontar con menos limitaciones a la criminalidad, hoy por hoy, apoderada de amplias zonas del territorio nacional.
El colega Mauricio Flores (El Economista) ha señalado que el impago a proveedores de medio billón de pesos ha generado un círculo vicioso impulsado por “menos producción-menos ingresos-impagos-menos producción”. Esto es, si hay menos producción no se tienen ingresos suficientes para pagar a proveedores, y éstos, en cierto punto, se niegan a seguir dotando a Pemex de bienes y servicios y, como consecuencia, disminuye la producción.
El entonces presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, impuso en la dirección de la petrolera no a un técnico especializado, sino a un agrónomo, algo tan absurdo como poner al frente de los servicios médicos del IMSS o del ISSSTE a un mecánico automotriz. Los hechos mostraron que el nombramiento decidido por AMLO, y por nadie más, fue un error que le costó y le costará a la República sumas inmensas que tardaremos varios sexenios en pagar. Hay, pues, pruebas evidentes de que Pemex se manejó con una ineficiencia monumental en el sexenio pasado. Hoy, simplemente, no hay dinero para impulsar la exploración y los yacimientos conocidos se están agotando. Como bien se sabe, sacar del hoyo a la petrolera no será fácil, sobre todo en este sexenio al que López Obrador le dejó las arcas vacías y una deuda inmensa.
Pero el desastre no se origina sólo por ineficiencia administrativa o técnica. Hay en el fondo un inmenso mar de corrupción que las autoridades no se atreven a tocar. El problema no viene de este sexenio ni del anterior. La corrupción fue un elemento clave de la gobernabilidad priista, pues dejar hacer fue la divisa de los altos funcionarios para evitarse problemas sociales.
Tal política permitió la emergencia de ese formidable negocio que es el huachicol, esto es el robo de combustible que las mafias —con poderosos aliados dentro de los gobiernos, de la estructura de Pemex y del sindicato— comercian por diversas vías. Clientes relevantes son las gasolineras, como se ha denunciado repetida e infructuosamente. En paralelo, se desarrollan formas de huachicoleo más modestas, pero no menos visibles, pues la gasolina ilegal se vende sin mayor problema en las autopistas e, incluso, en las ciudades, lo que permite suponer la complicidad de diversas autoridades.