Porros, delincuentes institucionales, en proceso de extinción

Foto: Alejandro Meléndez

Por Jesús Yáñez Orozco

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 17 de octubre de 2019.- El fenómeno del porrismo –delincuentes institucionales– en México podría estar en el dintel de su desaparición, después de 80 años enquistado en escuelas de educación media-superior. Particularmente en la UNAM e IPN. Y se remite a la década de los años cuarenta, al promoverse, en la Máxima Casa de Estudios, la intervención de pistoleros como contención a las corrientes estudiantiles opositoras de izquierda gestadas dentro de la institución.

Primero a la gruesa sombra del Partido Revolucionario Institucional (PRI), luego cobijado Partido de la Revolución Democrática (PRD) y ahora, desde la contradictoria cruzada anticorrupción de  Movimiento Regeneración Nacional (Morena) o Cuarta Transformación.

Mas esos grupos de choque mutaron: son Anarkos o Anarquistas, eufemismo de golpeadores y “reventadores” a sueldo.  El presidente Andrés Manuel López Obrador los llama “conservadores”, sinónimo de fifís e neoliberales.

“Se hacen llamar anarquistas, sin que en realidad tengan que ver con esa doctrina política ideológica pues, en los hechos, son grupos de choque cuyo objetivo es generar caos, reventar manifestaciones, provocar a quienes protestan, inducir a respuestas violentas de la policía y desestabilizar a gobiernos en turno, sean del partido que sea”

Escribe lo anterior el periodista  Raúl Rodríguez  Cortés, con 40 años de experiencia, en su columna, Gran Angular, titulada  “Los ocho grupos de choque y sus titiriteros”, publicada el pasado 11 de octubre en el diario El Universal.

Dicho texto, difundido en redes sociales, Facebook, en particular. No pasó desapercibido para un mordaz, crítico de los poderes fácticos en la Máxima Casa de Estudios. Noé Agudo, académico de la UNAM y escritor, hizo una interesante observación que ilumino más en entuerto porril –o nudo gordiano— en el Alma Máter nacional.

“Buena la columna de hoy día de Raúl Rodríguez”, elogia el catedrático, porque ahora, opina,  “parece que al fin la UNAM está dispuesta a deshacerse de esos nefastos grupos disfrazados de anarkos, por que le deslizaron alguna información, aunque incompleta” al periodista.

Ahonda, Agudo:

“Los porros tradicionales (aquellos que iniciaron como fanáticos de algún equipo, y que luego sirvieron al PRI, al PRD y a la misma Morena como golpeadores) están en retirada. La expulsión de varios de sus elementos el año pasado los dejó sin aliento, y ya no hay quien se atreva a financiarlos”.

Los «anarkos», en cambio, opina el académico,  “viven en jauja. La negociación que hizo Juan Ramón de la Fuente –entonces rector de la UNAM–, en 1999 con el PRD –cuando su presidente nacional era Andrés Manuel López Obrador–,  para que entregaran las instalaciones universitarias, a cambio de dejarles ciertos espacios (como el Auditorio Justo Sierra), los ‘empoderó’ y muchos funcionarios del PRD y luego de Morena les dieron recursos, empleos y les permitieron medrar con espacios universitarios”.

Hoy, que Morena es gobierno, observa Agudo,  “se saben en la absoluta impunidad. Se alquilan, se rentan, se prestan para generar conflictos. Sus clientes son aquellos que quieren hacer renunciar al director de alguna escuela”.

Agrega:

“Les causan paros, toman las instalaciones, generan violencia y los hacen ver como ineptos y cobardes”.

¿Cuánto les pagan?, interroga.

Y responde:

“Desde dos mil a cinco mil pesos, y sólo cuando negocian con las autoridades se llevan sus buenas tajadas: desde 50 mil hasta 100 mil o 200 mil pesos”.

Confía:

“He dicho que son como los tlaconetes, basta con iluminar los sótanos donde pululan, exhibirlos a la luz pública para que mueran. Esto es lo que hoy hace Rodríguez Cortés y espero que profundice”.

Porque, agrega,  “ni a Morena ni a ningún partido les convienen”.

Y arenga:

“Es tiempo de acabarlos”.

De acuerdo con el doctor Hugo Sánchez Gudiño, catedrático de la UNAM, los grupos porriles iniciaron hace casi 80 años, «se formaron grupos de animación en ese entonces para apoyar a los equipos deportivos, usaban cachiporras para golpear a estudiantes o grupos rivales y de ahí salió el nombre de porros; después algún grupo político vio que podía utilizarlos para su beneficio y los empezó a financiar». 

El autor del libro Génesis, desarrollo y consolidación de los grupos estudiantiles en la UNAM explica que los porros son utilizados por «autoridades policíacas, políticas o de la institución para controlar al estudiantado a través del miedo. A cambio reciben beneficios, como dejarlos traficar drogas, alcohol, armas, antes hasta presionaban a los maestros, todo con impunidad». 

Raúl Rodríguez, también conductor de noticieros en Foro TV de Canal 4 de la poderosa empresa Televisa, la más importante de habla hispana  en el mundo, en su columna hizo el siguiente planteamiento, que atinadamente complementó Noé Agudo:

“Sus irrupciones en la Ciudad de México –desde la violenta jornada del primero de diciembre de 2012 durante la toma de posesión de Peña Nieto y, más recientemente, en las manifestaciones contra la violencia de género, en apoyo a los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa y en memoria de los estudiantes masacrados en Tlatelolco– dejan ver un patrón de conducta estratégica y tácticamente planeado”.

Los servicios de inteligencia de los gobiernos federal y capitalino tienen identificados a ocho grupos:

Biblioteca Social Reconstruir, Colectivo Anarquistas ENAH (Escuela Nacional de Antropología e Historia), Centro Cultural Okupado “El Engrane”, Okupa Che, Cooperativa Café Victoria, Comparsa “Chanti Ollin”, Colectivo REDTA y Coordinador Estudiantil Anarquista (CEA).

Entre sus filas, agrega el periodista, hay agitadores profesionales, pero muchos de sus integrantes son estudiantes de escuelas de nivel medio superior tanto de la UNAM como del Politécnico Nacional.

Los más violentos, precisa, son de los Colegios de Ciencias y Humanidades Azcapotzalco y Sur, y de las Preparatorias 5 y 8.

Informes de inteligencia consultados por  el columnista señalan que los referidos grupos se asumen como “células clandestinas insurreccionales y eco-extremistas (¿?), proclives a manifestarse con acciones disruptivas de alto impacto mediático y que repudian las políticas del gobierno sin importarles su filiación política e ideológica”.

Sus vínculos, advierte Rodríguez, con el histórico “porrismo” estudiantil sugieren a posibles titiriteros de este tinglado, por lo menos desde la perspectiva de su control.

Una pista, atisba, apunta inevitablemente a la UNAM y no sólo hacia quienes desde hace 19 años mantienen tomado el auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras, “asociados ahora a quienes desde ahí controlan las narcotiendas instaladas en el campus”.

Y remata, dando nombres:

“También hacia personajes como el coordinador de Gestión y Análisis de Riesgos, Mario Alberto Izzazola quien, aseguran las fuentes consultadas, ejerce un control férreo entre los grupos de porros universitarios; o hacia Héctor Serrano, quien fuera secretario de gobierno capitalino durante la administración de Miguel Ángel Mancera”, actual senador por el PRD.

Y sí, es tiempo de erradicar la delincuencia institucional.

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