PRI: la decadencia nonagenaria
Foto: Moises Pablo / Cuartoscuro
Por Humberto Musacchio
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 08 de marzo de 2019.- Lo anterior, por supuesto, no quiere decir que el tricolor vaya a morirse dentro de unos días, pues hay partidos que han conseguido una extraordinaria longevidad, como el socialdemócrata sueco, que sólo o en alianza ha gobernado durante un siglo con resultados más que plausibles.
En favor del PRI está el hecho de que fue capaz de crear e imponer una cultura o subcultura política, la que pervive no sólo en su seno, sino incluso en otros partidos y organizaciones sociales que reproducen el caudillismo, la cooptación convenenciera y, por supuesto, la corrupción como cemento.
Lo anterior es muestra de que si bien el PRI ha entrado en fase terminal, su herencia estará presente por muchos años, pues tiene que ver con las formas de hacer política y de gobernar. Del autoritarismo dadivoso hemos pasado al populismo repartidor, que no es lo mismo, pero tampoco es tan distinto.
Pese a todo, el priismo no es un cadáver. Como ejemplo de sobrevivencia está el hecho de que todavía cuente con 12 gobernadores, cientos de presidentes municipales y una nutrida representación en la Cámara de Diputados y en numerosos congresos locales. En términos weberianos, todavía tiene mucho para repartir, tanto empleos como dineros, los grandes atractivos que tienen los partidos.
Lo anterior explica que la disputa por la dirección ocupe todavía las primeras planas de los periódicos y otros medios de comunicación, aunque, de acuerdo con alguna versión, la celebración nonagenaria no contó con auditorio lleno, si bien asistieron 386 miembros del Consejo Nacional.
Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari, la actual presidenta del partido, hizo un llamado para democratizar la organización y recuperar la confianza ciudadana, pues reconoció que (los dirigentes, suponemos) se habían alejado de la ciudadanía e incluso de sus propios militantes, lo que es fácilmente comprobable. La necesaria renovación, para la actual lideresa, “será por la vía de la democracia, de la participación libre y directa de la militancia”.
El gran problema es que los hábitos democráticos no se adquieren por ósmosis ni por decreto. Se necesita ejercer conscientemente y durante un largo periodo las libertades ciudadanas y ganar batallas a los defensores del verticalismo autoritario. Nada más lejos del priismo que conocemos.
La elección del próximo líder del PRI, si los barones y baronesas del partido no opinan otra cosa, será la primera prueba para conocer la viabilidad de ese priismo renovado al que se aspira. En la contienda figuran personajes como el exgobernador de Oaxaca y ahora próspero empresario Ulises Ruiz; el actual gobernador de Campeche, Alejandro Moreno; la guapa exgobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega; el exgobernador de Hidalgo y exsecretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong; probablemente José Ramón Martel y, de seguro, José Narro Robles, que a su prestigio como exrector de la UNAM aúna otra característica nada despreciable, pues es quizá el único de los aspirantes que no tiene enemigos internos, entre otras cosas porque, hasta ahora, no había participado en la lucha por alcanzar posiciones en la estructura partidaria ni ha disputado candidatura alguna para un puesto público.
Si la competencia por el liderazgo se agria o se complica, es probable que el PRI salga del proceso con menos fuerzas de las que ahora tiene. Es un riesgo que debe tenerse presente. Por el contrario, representa una ventaja que hasta ahora los barones y baronesas no se hayan manifestado abiertamente por uno u otro candidato, lo que les permite mantener su autoridad política.
Un problema adicional es que la elección abierta a toda la militancia es altamente onerosa y el PRI no tiene dinero. Para solventar el asunto solicitará un préstamo bancario de 250 millones, lo que representa más de la tercera parte de lo que recibirá del INE en este año, además de que los préstamos hay que pagarlos.
Pero no se olvide que el PRI es, pese a todo, un partido histórico y una referencia indispensable de nuestra vida pública. Está gravemente enfermo, pero sigue vivo. Sólo un líder fuerte y con sólidos apoyos podrá devolverle una salud que pueda alargar su vida. ¿Narro?