Rancho Izaguirre en Jalisco: una pedagogía del terror al servicio de la barbarie capitalista

Por Norberto Soto Sánchez

Por Norberto Soto Sánchez

AMEXI. Ciudad de México. 14 de marzo de 2025.- La última semana hemos estado escuchando y leyendo en la mayoría de los medios de comunicación nacionales el horror inenarrable del Rancho Izaguirre, ubicado cerca de la comunidad de La Estanzuela, en el municipio de Teuchitlán, Jalisco. Se le ha llamado campo de exterminio; crematorio clandestino; centro de reclusión ilegal y adiestramiento forzado; e incluso, “la escuelita del terror”.

Se trata de un inmueble cuyo terreno mide 200 metros de largo por 50 de ancho, según datos que arroja la herramienta “Google Maps” (https://acortar.link/xXcnNp). Se encuentra a alrededor de 1.4 kilómetros de la Estanzuela, a algunos cuatro kilómetros de la cabecera municipal, también llamada Teuchitlán, y a una hora de Guadalajara.

El colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, tras recibir llamadas anónimas acudió al lugar el 5 de marzo. Encontraron cientos de prendas de vestir, accesorios personales de distinto tipo, restos óseos, objetos de culto a la Santa Muerte, casquillos, libretas donde se registraban a las y los secuestrados, cartas, instalaciones e instrumentos tanto para la instrucción paramilitar (https://acortar.link/XofRNa) como para incinerar cuerpos (https://acortar.link/rUiI0r), entre otras cosas (https://acortar.link/aKvyb8).

A su llegada, el Colectivo se percató de un importante detalle: Rancho Izaguirre no estaba asegurado ni sellado ni siquiera cerrado. Indira Navarro, quien forma parte de Guerreros Buscadores, mencionó que solo empujaron el portón para entrar (https://acortar.link/JNw3FN).

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Esto, a pesar de que en septiembre de 2024 elementos de la Guardia Nacional, junto con la Fiscalía de Jalisco, tuvieron un enfrentamiento en el lugar con sicarios, donde detuvieron a 10, encontraron a otra persona asesinada, e incautaron armas y droga.

En un primer momento el Colectivo comunicó una estimación: al menos 200 víctimas. Después, recabando más testimonios y datos que fueron saliendo en el transcurso de los días, hablan de alrededor de mil 500 durante los últimos tres años, no obstante, se cree que el lugar fungió como crematorio clandestino y centro de reclusión ilegal y adiestramiento forzado desde el 2012 (https://acortar.link/M8kWkv).

En la conferencia matutina de la presidenta Claudia Sheinbaum del 11 de marzo, Alejandro Gertz Manero, titular de la Fiscalía General de la República, fue cuestionado en torno al tema. Su respuesta, buscando evadir la responsabilidad de su dependencia y del Gobierno Federal, fue:

“El 95% de los delitos son del fuero común, el otro 5% es del fuero federal y en ese contexto, todo lo que significan los problemas, los graves problemas de la delincuencia organizada no nacen de la nada, nacen y crecen de los problemas locales”.

Y continuó afirmando que es inverosímil que las autoridades locales ─tomando en cuenta la temporalidad, primero con el gobierno estatal del priista Aristóteles Sandoval, luego con las administraciones de los emecistas Enrique Alfaro y Pablo Lemus─ no supieran lo que pasaba en el lugar, aunque no dijo nada del mencionado cateo que la Guardia Nacional ─es decir, una fuerza federal─ llevó a cabo en el inmueble hace unos meses. Sus palabras recuerdan los inicios de la confección del falaz relato de la “Verdad Histórica” del gobierno de Peña Nieto tras los hechos de Iguala, Guerrero, el 26 y 27 de septiembre de 2014, en los que sicarios, policías de todos los niveles y militares desaparecieron de manera forzada a los 43 normalistas de Ayotzinapa y asesinaron e hirieron a más personas.

Esa “Verdad Histórica” buscaba difuminar la responsabilidad de los tres niveles de gobierno en el caso Ayotzinapa, en particular el papel de altos mandos del Ejército y la entonces Policía Federal. Hoy parece que se busca lo mismo. En ese y este caso, como en muchos otros, se trata de crímenes de Estado.

No solo es inverosímil que las autoridades locales no supieran, también lo es que las Fuerzas Armadas, con toda su tecnología ─especialmente la referente a espionaje de telecomunicaciones─ y capacidad operativa, no lo supieran tras más de una década y miles de denuncias por desapariciones forzadas en la entidad ─Jalisco ocupa el primer lugar a nivel nacional en el tema (https://acortar.link/n8LAhI) ─. La propiedad en cuestión se encuentra a aproximadamente 27 kilómetros de las instalaciones del Batallón 32 de Infantería, en Ameca, y a alrededor de 38 kilómetros de la Base Aérea Militar N°5, ubicada en Zapopan, Jalisco.

Hay quienes dicen que el Izaguirre no era un campo de entrenamiento forzado, y que solo se le debe llamar “finca para el exterminio de jóvenes” (https://acortar.link/was0IR), sin embargo, de acuerdo con el testimonio que comparte Indira, es más que pertinente no dejar de señalar lo primero: se trató de un centro de adiestramiento en el que, contra su voluntad, ante la precarización de la vida y la falta de empleo, engañados por la ilusión de un trabajo, cientos de jóvenes, tal vez miles a lo largo de los años, fueron capturados, recluidos, sometidos una pedagogía del terror, de la tortura, capturando sus cuerpos para sobajarlos, moldearlos, disciplinarlos, así como para obligarlos a cometer todo tipo de prácticas inhumanas y ser objeto de ellas tanto dentro como fuera del Rancho, instrumentalizándolos ─la mayoría de las veces acabando con su vida en el proceso─ en aras de la acumulación del capital de empresarios ─nacionales y muy probablemente extranjeros, si tomamos en cuenta la multiplicidad de relaciones de las estructuras de la economía criminal─ que se mueven, oscilantes, entre la legalidad y la ilegalidad.

Esta pedagogía del terror al servicio del capital emana del imperialismo estadounidense, desde lugares como el Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad (antes Escuela de las Américas), el Fuerte Hood (en Texas) e instalaciones militares del sionismo en Israel, pero también de espacios en México como el Campo Militar N°1, entre otros que desconocemos.

Hace bien Roberto González Villarreal al decirnos en su libro “La Desaparición Forzada en México, de la represión a la rentabilidad” que el fenómeno estudiado en su obra ─donde, como vemos, desempeñan un papel crucial lugares como Rancho Izaguirre─,  es un proceso y una tecnología, es decir, un red de técnicas, acciones, espacios, procedimientos, conocimientos e, incluso, instituciones, donde participan no solo agentes criminales, sino también del Estado, mediante intervenciones u omisiones, brindando protección e impunidad, con el objetivo de detener y borrar a una persona ─o a varias─ de los circuitos políticos, negando hechos, fabricando versiones alternas (verdades históricas), escondiendo o suprimiendo pruebas, confundiendo y/o entorpeciendo las búsquedas para dar con el paradero de las víctimas.

Es una tecnología que tiene que ver con lo que González ha llamado la necro-acumulación del capital (https://acortar.link/TROKZ4). En dicho proceso el Estado Capitalista no pierde la rectoría, no es que sea “incompetente” o “negligente”, sino que despliega una racionalidad para la necrogobernanza. No es “Estado Fallido”, no es “Narco Estado”, es simplemente la faceta más cruda del Estado Capitalista en este momento histórico.

Uno podría pensar que esta tecnología, como producto cultural, es un rasgo de civilización; parafraseando a Walter Benjamin, “toda tecnología puede ser, también, un instrumento de barbarie”. Y es que muchas de las víctimas del campo Izaguirre, según lo dicho por Navarro, fueron obligadas a ir como carne de cañón a combatir en Zacatecas y zonas aledañas a Jalisco (https://acortar.link/NmB0vY). Son regiones donde las mineras, en colusión con organizaciones paramilitares como el llamado “Cartel Jalisco Nueva Generación” ─estructura de la economía criminal que se sospecha operaba el Rancho y esclavizaba a las y los jóvenes─, han despojado de sus tierras y viviendas a poblaciones enteras, generando oleadas de desplazamiento forzado interno, desaparición forzada, asesinatos y violaciones, entre otras atrocidades (https://acortar.link/MkUSAz).

¿Cuánto tiempo se nos ha dicho que el capitalismo ─particularmente en su etapa neoliberal─ nos iba a traer abundancia y bienestar a raudales?, ¿No se supone que sería un sueño? El imperialismo norteamericano no solo nos ha impuesto esa narrativa, nos ha impuesto guerras, persecuciones y calamidades: guerra contra las drogas; guerra contra el terrorismo; guerra de aranceles; homofobia; transfobia; xenofobia; persecución a hermanas y hermanos migrantes; criminalización de la pobreza; privatizaciones; despojo; saqueo; aniquilación de comunidades indígenas; paramilitarización; militarización; desempleo o, si hay empleo, mal pagado y precarizado en extremo. De salud y educación, ni hablar. Podemos seguir y seguir. El capitalismo es un sistema que, como especie, no tiene nada que ofrecernos.

Los gobiernos de la 4T, al igual que los del PRI y el PAN (en lo federal, pero en lo estatal de todos los partidos políticos), no han hecho más que subordinarse a los lineamientos imperialistas yankees, no solo en materia securitaria, sino también laboral, económica, ambiental y, en general, en prácticamente todos los rubros de la polis. La política de abrazos y no balazos nunca aplicó realmente. Fue pura retórica. La vorágine de violencia no ha parado. Cada vez hay más desaparición forzada, feminicidios y crímenes de odio. El ominoso legado de las políticas de todos los gobiernos anteriores, destacando entre ellos la administración de Felipe Calderón Hinojosa, sigue incólume.

Nos han impuesto guerras que no son nuestras; no son de la clase trabajadora, campesinos pobres, sectores populares, disidencias sexuales y comunidades indígenas. Si nos conciernen es solo en tanto que las y los muertos y desaparecidos pertenecen a estos amplios segmentos de la población, de los que formamos parte.

Solo en nuestras manos está el ponerle un alto a esta barbarie. ¿Cómo lo lograremos? Aún no hemos podido descifrarlo enteramente. Pero algo es seguro: tenemos que comenzar a organizarnos, en nuestros centros de trabajo y de estudio, en los sindicatos, en los movimientos sociales, en los barrios y vecindarios, y salir a tomar las calles, desbordándolas, con total e intransigente independencia política respecto a todos los partidos burgueses y, por supuesto, de los gobiernos de todos los niveles. No podemos confiar en ellos, pues ellos mismos forman parte de los intereses de aquellos que creen que sus ganancias valen más que nuestras vidas, sin embargo, nuestras vidas… valen más, infinitamente más, que sus ganancias.

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