Ratas se toman selfies

Por Teresa Gurza

Por Teresa Gurza

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 15 de febrero de 2024.- Por dos notas interesantes que leí, escribiré hoy sobre gatos y ratas; animales que me chocan.

He aprendido a medio tolerar a los gatos, por dos nietas chilenas y varias amigas que los quieren.

Y dada la cantidad de datos que sobre ellos encontré en Internet, deben ser millones sus adoradores.

Les han atribuido poderes milagrosos, hasta para que los dientes de bebés salgan derechitos con solo traer sus colmillos colgados y para desaparecer dolores de muelas, si el adolorido hace pipi sobre ellos.

La relación entre gatos y personas inició hace unos 10 mil años, cuando la humanidad dejó el nomadismo y comenzó a cultivar y almacenar alimentos… que atrajeron roedores.

Ya antes de Cristo, los gatos eran muy queridos en China y ahí comenzaron las diferentes razas y combinaciones de colores.

En el imperio Romano fueron símbolos de victoria.

En Egipto, las leyes prohibían sacarlos del país y si alguien encontraba uno fuera, debía repatriarlo; penaban su muerte con la del dueño y la familia se enlutaba y rapaba las cejas en señal de duelo por el gato y momificaba su cuerpo; excavaciones de 1890 en Berni Hassan, encontraron 300 mil embalsamados.

Los fenicios los llevaron a Italia; andando llegaron a toda Europa y en barcos a América, Australia y Nueva Zelanda.

Actualmente hay alrededor de 500 millones de gatos y entre las muchas leyendas sobre su origen, me gustaron las siguientes:

Desesperado Noé por la multitud de ratones que corrían por el Arca, pidió al león los calmara; el león estaba resfriado y mientras pensaba, estornudó y salieron de su nariz cientos de gatos.

Los animales hicieron fila para pedir a Dios un atributo; el pavo real, belleza; la gacela, rapidez; el león, coraje… el último era el gato y pidió un poco de todo.

La mitología griega relata que Diana creó al gato para ridiculizar al león, inventado por Apolo.

La egipcia que el dios del sol Ra, envió a su hija Sekhnet disfrazada de leona para aplacar a los hombres y como se dedicó a matarlos, Ra pidió al guerrero Onuris la domara; lo hizo convirtiéndola en diosa-gata de la maternidad y la alegría.

Para los budistas, los gatos son seres de paz que trasmiten armonía y si están presentes en una meditación, aumenta la concentración.

La Biblioteca Nacional de Bangkok guarda el libro de los poemas del gato, Tamra Maew; que sostiene que quien ha alcanzado altos niveles de espiritualidad, no muere; su alma se une plácidamente al cuerpo de un gato.

A los tailandeses muertos sin tanta espiritualidad, los colocaban en una cripta agujerada con gatos vivos; cuando el animal salía por el hoyo llevaba el alma del difunto.

En el siglo XVI la Iglesia Católica, que luego les puso de patrono a San Félix de Nola, los asoció con ritos diabólicos; decía de los gatos negros que eran familiares cercanos de las brujas y tener uno, era suficiente para ser acusado de brujería.

En Inglaterra, Francia y Alemania, se empezaba el día de Todos los Santos apaleando y quemando sacos llenos de gatos vivos; implacable persecución, que ocasionó disminución de gatos y multiplicación de roedores y enfermedades.

A Napoleón no le gustaban, pero debió alabarlos y animar su crianza como único remedio para acabar con ratas y pestes que asolaban Francia.

Precisamente para comerse ratas, llegaron al museo Hermitage de San Petersburgo donde ya les conté viven en el primer piso como reyes y a la principal cárcel de Santiago de Chile, donde llevan casi dos siglos tomando baños de sol sobre el techo metálico; se han hecho íntimos de los presos y reinan en celdas donde apenas caben 10 hombres.

Como hoy sucede con los de mi vecina Martita, los gatos se reproducían con frenesí en esa penitenciaría chilena que tiene 180 años de antigüedad y gran hacinamiento, hasta que en 2016 empezaron a castrarlos.

Informa Jack Nicas en un artículo del 31 de diciembre para el New York Times, que cumplen ahí condenas 5 mil 600 hombres enjaulados y caminan libres cientos de gatos; los carceleros han entendido que además eliminar ratas, mejoran a los reclusos que comparten con ellos, comida y camas.

“A veces uno anda desanimado y mi Chillona, siente que ando mal acerca su cara y se me pasa”, dijo un recluso señalando una gata negra, “por eso, es la jefa y cuando salga, se irá conmigo”.

Hace 7 décadas que varias cárceles del mundo han implementado programas de convivencia entre convictos y animales.

En Arizona entrenan caballos para patrullar la frontera con México, en Minnesota adiestran perros para ciegos y en Massachusetts cuidan aves heridas, demostrando que con eso disminuye la reincidencia criminal y mejoran empatía, habilidades sociales y relaciones entre reclusos y funcionarios.

En la cárcel de Santiago la saturación de hombres y gatos, había 400 gatos adultos y decenas recién nacidos, obligaron a permitir el ingreso de voluntarios de la Fundación Felinnos y Humane Society International, para curarlos de infecciones que los dejaban ciegos y esterilizarlos.

Siempre ligadas a los gatos, han estado las ratas; que muchos científicos afirman se pasan de listas.

Una nota del 23 de enero de Emily Anthes, también en el NYT, informa que siguiendo la teoría del sicólogo conductista B.F. Skinner que descubrió que con recompensas se pueden inducir respuestas, el fotógrafo parisino Augustin Lignier inventó una cámara fotográfica con botones que, al ser presionados por dos ratas, les arrojan azúcar como premio por las selfies que se toman.

Las ratas ven sus imágenes en una pantalla y tras la primera fase del entrenamiento el azúcar sale solo ocasionalmente, pero las ratas se volvieron fanáticas de las selfies y no pierden tiempo en comérsela; prefieren apretar botones como esas viejitas incapaces de retirarse de las máquinas tragamonedas de los casinos.

O los asiduos a redes sociales que buscando likes, pasan pegados a sus celulares.

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