Resignificando a las brujas

Por Paloma Escoto

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 01 de junio de 2022.- Cuando me autonombre bruja, hablo de hace más de 15 años, obtuve un rechazo automático, poco me importó, al momento de entender el concepto popular entendí muchas cosas. Sin embargo nunca sentí que debía cambiar de idea, lo sentía con arraigo, soy una bruja, no me sentí avergonzada por  lo contrario, sentí la importante tarea de resignificar a las brujas y su valor.

Las brujas somos seres dotadas de magia y autoridad, una mujer bruja es independiente, su fortaleza está en su autoconocimiento y en la autoridad sobre sí misma, su autosuficiencia es abrumante en el plano machista que vivimos, las brujas hemos sido perseguidas socialmente durante siglos, señaladas y juzgadas, siempre hemos sido las mujeres adelantadas a “la época”, transgresoras y con la rebelión circulando por nuestras venas.

El gran temor de la sociedad con respecto a las brujas es el hecho de verse incluso gobernados por nosotras, sin embargo a nosotras nos interesan otras cosas más sustanciales para el desarrollo humano. Somos las bases de lugares tan simples como nuestros hogares. Somos incluso tan simples como las hierberas, chamanas, sanadoras, parteras, campesinas, astrólogas, artesanas, historiadoras, filósofas, investigadoras, científicas, somos las que cultivan el amor en el campo como en nuestras comunidades. Es ridículo entrar en el más falso poder, nosotras preferimos las raíces dónde emana la vida.

Otra de las cosas que he observado dentro de ese rechazo generalizado es la ignorancia sobre nuestra diversidad de oficios y otras prácticas, inmediatamente escuchan la palabra “bruja” y nos relacionan con el demonio, la oscuridad, las malas prácticas, el abuso, entre otras… Y si no es por ahí, inmediatamente el otro escenario es la descripción de “la bruja” de Disney. Hay una gran confusión y desconocimiento sobre lo que realmente somos y hacemos.

La magia ha existido siempre y los diferentes tipos de brujas la han expresado por medio de sus ritos y prácticas a través de la historia de la humanidad, sorprendiendo con increíbles relatos. Existen muchas clases de brujas, pero los poderes y dones son características comunes que distinguen a estas personas sabias y especiales.

Las brujas están por todos lados, creando realidades alternas que hacen sopesar la realidad común programada, somos mujeres sensibles, la intuición es una de nuestras principales herramientas, nos guiamos por la energía en las cosas como en las personas, tenemos un amplio discernimiento y sabemos escuchar al mundo de muchas maneras. Creamos con propósito, en nuestra libertad somos vistas como mujeres rebeldes y revolucionarias, nuestro fin es mejorar la vida presente, sanar las vidas pasadas y construir un porvenir mucho más justo y pleno en bienestar para nosotras mismas y para las vienen.

Durante siglos, hemos sido el símbolo de expresión de muchos. Protagonistas para unos, antagonistas para otros, en versiones más que misóginas, tremendamente machistas, denigrando nuestra identidad de brujas y asumiendo nuestra “crueldad y miseria humana”, sólo por el hecho de ser mujeres de conocimiento. Les voy a compartir algunos ejemplos sobre cómo fuimos esculpidas socialmente, en esta primera parte, en la parte artística:

En los inicios del Renacimiento, éramos vistas de dos formas, éramos mujeres hermosas, jóvenes y ágiles o éramos ancianas y todo lo que implica la senectud, uno de los artistas que nos puso reflector fue Alberto Durero, quién tiene dos grabados muy conocidos, “las cuatro brujas” y «Bruja montando una cabra al revés».

La pregunta clave es de dónde sacaron los artistas del Renacimiento el modelo de esta visión espeluznante. Una teoría es que Durero y sus contemporáneos se inspiraron en la personificación de «Invidia» («Envidia»), tal como la concibió el artista italiano Andrea Mantegna (1431-1506) en su grabado «La batalla de los dioses marinos».

«La figura de Envidia de Mantegna creó en el Renacimiento la idea de que la bruja era una vieja harpía», explica la artista y escritora Deanna Petherbridge, una de las curadoras de la exhibición del Museo Británico.

Goya quién no creía literalmente en las brujas pero que hacía mucho hincapié en el tema como sátira para rebelar “los males de la sociedad“, dice Petherbridge: «Sus dibujos se refieren en realidad a cuestiones sociales: codicia, guerra, la corrupción del clero».

Posteriormente en el siglo XIX, a las brujas las reasignaron en el rol de “la mujer fatal”, en dónde se argumenta que esta siniestra seducción pertenece más al reino de la fantasía sexual del arte.

Así que ahora sabemos cómo inició la visión generalizada de las brujas, por supuesto una completa visión discriminatoria, misógina, machista, una visión de demonización de las mujeres. Claramente la persecución, las matanzas, la tan conocida caza de brujas, con argumentos que en la actualidad carecen de todo sentido y de todo valor, llamándolo por su nombre no fue menos que tiempos de feminicidio genocida.

Sería bueno recordar la filósofa Silvia Federici relata en Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria (Traficantes de Sueños) que, las acusadas de brujería eran desnudadas y afeitadas por completo (se decía que el Demonio se escondía entre sus cabellos), eran pinchadas con agujas largas en todo el cuerpo -incluidas sus vaginas- en busca de una marca del Diablo, eran frecuentemente violadas para investigar su virginidad, y también se arrancaban sus miembros y se quebraban sus huesos.

El crimen de brujería consistía en una supuesta práctica de magia dañina y el uso de poderes sobrenaturales otorgados por el diablo para dañar a vecinos, hacer infértiles a hombres, o traer desgracias a toda la comunidad. Además, se creía que las brujas se reunían en asambleas, llamadas aquelarre o Sabbat, a las que solían ir volando en palos de escoba o lomos de animales, para adorar al diablo, bailar desnudas, sacrificar y comerse niños, y tener relaciones sexuales con otras brujas y los demonios.

A doler las suposiciones que terminaron por lo menos con 60,000 vidas de mujeres señaladas y juzgadas por el clero y una sociedad cegada por creencias absurdas que permitían estas quemas inhumanas. Hoy un poco más lejos de esa realidad tremenda por la que pasamos, hoy que construimos caminos y podemos reconocernos entre nosotras, hoy que por fin tenemos derechos y nos otorgamos libertades, no me queda más que la invitación a la reflexión y abracemos a nuestras hermanas que vivieron esa realidad y a las hermanas que hoy viven realidades miserables y con esa magia y ese amor por la vida, sigamos luchando por el bienestar común, por nuestros derechos y por nuestra libertad que cada día se empieza a sentir más plena.

¡Bruja soy!

Próximo artículo: tipos de bruja y sus prácticas.

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