Sí, o no reelegirse

Por Gregorio Ortega

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 02 de abril de 2019.- Imposible determinar el momento en que Álvaro Obregón decidió reunir un grupo de legisladores para iniciar su regreso al poder, con la reforma al articulado de la Constitución. ¿Cómo saber si tenía la anuencia de Plutarco Elías Calles? Su única certeza era la seguridad de que podía hacerse, porque era un profundo conocedor del carácter y las debilidades de los políticos mexicanos.

     Entender el tamaño de las dificultades legales a vencer y la manera de hacerlo, puede facilitarse con la lectura de un párrafo de Caudillos culturales en la Revolución Mexicana, donde Enrique Krauze recupera para sus lectores lo siguiente:

     “Manuel Gómez Morín relataba en 1971 una anécdota significativa en relación con las actividades de Lombardo (Vicente) por esos días. La escena habría ocurrido a finales de 1927, fuera del edificio del Banco de Londres y México. Gómez Morín y Vázquez del Mercado encontraron a su antiguo compañero, Lombardo, acercándose con la cabeza gacha, arrastrando los pies y con lágrimas. Había defendido en la Cámara la reelección de Obregón y sin esperar preguntas de sus compañeros les habría dicho: ‘Me han forzado, a mí me utilizan’. La más primitiva malicia aconsejaría dudar de la anécdota de Gómez Morín, si no hubiese sido confirmada por Alberto Vázquez del Mercado en 1971, y mediando el hecho definitivo de la casi total falta de comunicación entre Vázquez y Gómez a partir de 1931”.

     La primera edición del texto de Krauze data de 1976, y desde entonces nadie se ha preocupado por desmentir esa versión. En aquellos años permanecían vivos muchos familiares de Lombardo Toledano, y ni qué decir de los integrantes del todavía vivo Partido Popular Socialista, o el magisterio de la Universidad Obrera.

     Defender una reelección adicional a la del caudillo Álvaro Obregón no resultaría difícil, y armar el entramado de negociación política para lograr la anuencia del Congreso, tampoco. Así es pues, que la promesa firmada el 19 de marzo es sólo un compromiso político para ganar tiempo, tanto o más sujeto a reconsideración, que la reforma constitucional. El asunto adquiere dimensiones algebraicas, donde la suma de lo negativo siempre daría más.

     La evaluación definitiva para emprender ese camino sin retorno, o no, podrá determinarse con el resultado electoral de 2021, porque el carácter de los humanos, sus pulsiones, siempre se prestarán a los aventuras en las que es imposible predecir algún final.

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