Si rasuran al vecino…

Foto: Natacha Pisarenko

Por Humberto Musacchio

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 15 de noviembre de 2019.- Durante los debates del Congreso Constituyente de 1857 ante los intentos de Comonfort por apaciguar a los defensores del viejo régimen, el diputado Ponciano Arriaga advirtió que “las revoluciones que se detienen, retroceden, son estériles, engañan a los pueblos y sólo encaminan a la reacción y a la anarquía”.

Lo ocurrido en Bolivia confirma lo dicho por aquel liberal. No se puede confiar en la inercia para mantener lo ganado. Se necesita que las fuerzas de apoyo cuenten con un alto grado de organización, mandos definidos y confiables, rumbo claro y una cohesión ideológica que sólo se logra mediante una intensa y prolongada tarea de adoctrinamiento.

Los grandes movimientos políticos tienen prohibido aflojar el paso, menos aun pueden entrar en receso. El enemigo no duerme, está ahí, como fiera herida, siempre en espera del descuido o la abulia de sus adversarios a quienes aplastará a la menor oportunidad con sus zarpazos inmisericordes.

La desgracia que ahora envuelve al país andino es un mensaje a todos los gobiernos que, aun sin ser enemigos de Estados Unidos, son, eso sí, poco confiables para el imperio y nada gratos para el conservadurismo de cada país. A partir de hoy nadie estará a salvo, y vale más tomar nota de lo ocurrido.

El chaquetazo de Lenín Moreno en Ecuador debió constituir una severa advertencia de lo que se estaba fraguando en el continente. Las tendencias fascistas se confirmaron ampliamente en Brasil, con el triunfo de Jair Bolsonaro, sus dichos bárbaros, su antiecologismo, su desprecio por la vida y otras atrocidades de él y sus ministros.

Todo marchaba bien para la derecha del continente hasta que en México triunfó electoralmente un candidato ajeno a la ortodoxia tradicional. En Argentina ganó de nuevo el peronismo para desplazar a los neoliberales del poder y acabar, o por lo menos acotar, el entreguismo al extranjero, y la rebelión popular de Chile es, está siendo, otra llamada de atención para los que dentro y fuera de ese país austral suspiran por Pinochet.

Y si bien las banderas rojas están más que deslavadas, los triunfos de esa izquierda sin marxismo hicieron sonar las alarmas en los centros de decisión de la gran potencia. La estrategia de buscar triunfos electorales como el conseguido en Brasil no resultaba suficiente. Tampoco era cosa de proceder al golpe militar a la vieja usanza, aunque al troglodita de Washington le pareciera una opción deseable.

Había que dar un paso más. Y si en Chile seguía en el Palacio de la Moneda un presidente con un porcentaje ínfimo de aprobación, nada debía detener al golpismo, ahora contra un gobierno de mayoría. Para la operación se movilizaron las derechas, sobre todo el ala fascista boliviana, que ya en otras ocasiones había mostrado los colmillos.

Similar estrategia fracasó en Venezuela, pero esta vez la operación se afinó al extremo. Para empezar, los mandos militares y policiacos llegaron a un acuerdo con el golpismo “civil” y, a un alto precio aún por conocerse, Kalimán y sus cómplices aceptaron convertirse en piezas clave de una traición fraguada en el hemisferio norte. Ahora se verá si los peones se convierten en alfiles y deciden quedarse con todo el tablero.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador retomó la mejor tradición de nuestra política exterior y de inmediato ofreció asilo político —político, Marcelo, no sólo humanitario— a Evo Morales y miembros de su equipo y a sus familiares. El asilo ha sido acompañado de una condena tajante del golpismo, porque en estas circunstancias de nada sirven los circunloquios. No se apacigua a la bestia acariciándole el lomo.

Las amenazas son cada vez más claras para quien no esté alineado con el señor del gran copete. El discurso del general Carlos Gaytán Ochoa, el inusitado aumento de la criminalidad, las agresiones contra policías y soldados o el asesinato de los LeBarón pueden leerse como notas de una misma partitura. Llegó la hora de hablar menos y actuar más, de hacer cambios donde haga falta, de meter orden en Morena para que esa maloliente olla de grillos se convierta en un factor de movilización, hay que alertar a las fuerzas sociales disponibles y salirle al paso a las amenazas. México no está vacunado contra el golpismo.

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