Por Humberto Musacchio
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 08 de noviembre de 2024.- Los analistas hablaban de una elección muy cerrada en Estados Unidos o, en el mejor de los casos, de un apretado triunfo de Kamala Harris. Se equivocaron. La amplia victoria de Donald Trump echó por tierra la posibilidad de que una mujer llegara a la Casa Blanca como presidenta.
No pocos mexicanos se preguntarán cómo es que los estadunidenses votaron en su mayoría por un fascista, porque eso es precisamente Trump. Pero 90 años antes algo semejante ocurrió en Alemania, cuando Adolfo Hitler ganó las elecciones y llevó al mundo a la mayor conflagración conocida hasta ahora.
Hitler ganó porque la socialdemocracia fue incapaz de dar respuesta a la crisis económica vivida por Alemania al término de la Primera Guerra Mundial, crisis en la cual la moneda se depreció hasta extremos hoy inconcebibles, pues en noviembre de 1923 una libra de carne costaba 36 mil millones de marcos. A partir de entonces fueron disminuyendo los efectos de la catástrofe monetaria, pero la pobreza y el desempleo afectaron durante el decenio siguiente a la economía y en especial a los trabajadores, que vieron en el nazismo una salida a su difícil situación.
En Estados Unidos, sin que su economía esté en el desastre ni mucho menos, el auge de China le ha causado serios quebrantos, pues ha surgido una competencia impensable hasta hace pocos años. Si a eso le sumamos los tratados de libre comercio, las cosas se complican porque entran al mercado gringo bienes y servicios que antes eran monopolio de las empresas locales.
A lo anterior obedecen las promesas de Trump de gravar diversas mercancías provenientes de México, especialmente los automóviles, que están desplazando a los de marcas estadunidenses. Con “argumentos” como ésos se ha hecho creer que el desempleo y abatimiento de los salarios es culpa de los inmigrantes.
En EU, otro problema grave es la drogadicción, porque está ligada a la delincuencia, el abandono familiar y a un creciente número de muertes. Lo fácil ha sido acusar a México por el tráfico de sustancias tóxicas, de ahí que las amenazas trumpistas de atacar militarmente a los narcos en nuestro país hayan tenido buena recepción.
Por supuesto, la insatisfacción de las clases laborantes se explica más por la creciente desigualdad en el ingreso y por el inmenso gasto militar de Washington, que tiene bases militares prácticamente en todo el mundo, las que son indispensables para dar salida a los productos de su industria militar y que también nutren a gobiernos como el de Israel o a payasos militaristas como Zelenski, todo dentro de un clima donde la población gringa debe considerar como inminente una guerra contra Rusia, China o cualquier otro Estado.
Ese clima de miedo permanente lo alimentan con dedicación especial el cine, la TV y otros medios de comunicación. Recordemos que, en 1938, Orson Welles sumió a la población de Estados Unidos en el terror a los extraterrestres al trasmitir la versión radiofónica de La guerra de los mundos, de H. G. Wells.
Para mantener atemorizada a la población, durante la Guerra Fría cobraron relevancia las obras literarias o fílmicas sobre alienígenas y seres parecidos, lo que, de algún modo, explica la guerra de Corea y, más tarde, el bloqueo contra Cuba, la guerra de Vietnam o invasiones estúpidas como la de República Dominicana en 1965 y otras agresiones a diversos países que, supuestamente, son una amenaza contra la libertad y la democracia, una democracia que, por cierto, puede otorgar el triunfo electoral a un candidato sin mayoría, como ya ha ocurrido.
Para desgracia nuestra, el regreso de Trump al poder ocurre cuando en México estamos en medio de una gravísima crisis constitucional promovida por El Señor del Gran Poder que, con la complicidad del Poder Legislativo, está arrasando con las instituciones y polarizando a la sociedad. Y así seguirá hasta que alguien lo eche del país o lo mande a la cárcel.
Por supuesto, no es tranquilizante el triunfo de un fascista como Donald Trump, pero nada garantiza que nos hubiera ido mejor de haber triunfado Kamala Harris. Las diferencias son apenas de matiz, pues se dice, con razón, que los demócratas empiezan las guerras y los republicanos las terminan. Para México, es tan malo el pinto como el colorado.