Un binomio contradictorio: a 75 años de Hiroshima y Nagasaki (Parte I)

Foto: https://es.wikipedia.org/

Por Jurgis R.

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 01 de agosto de 2020.- De todo el universo visible que abarca alrededor de 400 mil millones de galaxias, hasta el momento, la humanidad es la única especie con inteligencia suficiente como para buscar especies similares en otros mundos. El Search for Extra Terrestrial Intelligence (SETI, por sus siglas en inglés) ha realizado proyectos e investigaciones para encontrar vida inteligente más allá de nuestro planeta, pero lamentablemente sin mucho éxito. Sin embargo, se da por hecho que el cerebro humano es la consciencia del universo, algo totalmente único.

Dicha particularidad cobra un mayor sentido para nosotros como humanidad, pues podemos presumir el dominio del fuego y la electricidad que nos permite la cocción de nuestros alimentos y la vida civilizada; la invención del teléfono para comunicarnos al instante y a cualquier distancia; el descubrimiento de la penicilina y la invención del internet, que por cierto, ¿qué haríamos sin él?

La humanidad ha sido muy inteligente, nadie lo puede negar, tan inteligente que también ha inventado las bombas de racimo que masacran a poblaciones enteras; bombas (minas) terrestres que despedazan y mutilan cuerpos, generalmente de niños. Otras creaciones son el napalm, las armas químicas, armas biológicas, y, por supuesto, las armas nucleares.

Así es que, la inteligencia humana es capaz de inventar cosas para mejorar su vida y otras para simplemente exterminarla. Esto ha sido posible gracias a un binomio contradictorio: la inteligencia y la estupidez humana.

Ese binomio, por más obvio y superfluo que parezca, es demasiado importante como para dejarlo de lado. ¿Acaso desarrollamos nuestro cerebro y capacidad de entendimiento sobre la materia para aplicarlo a la autodestrucción? Todo parece indicar que sí, que la inteligencia superior, o parte de ella, es un error de la naturaleza, según lo advirtió el renombrado biólogo Ernst Mayr.

Al igual que Mayr, el filósofo y matemático Bertrand Russell escribió que: “Después de tantos siglos en los que la Tierra engendró inocuos trilobites y mariposas, la evolución progresó hasta el extremo de [engendrar] a Nerón, Gengis Kan y Hitler. Creo, sin embargo, que se trata de una pesadilla pasajera; con el tiempo la tierra se volverá [o la volverán de manera consciente…] incapaz de sostener la vida, y la paz volverá a reinar”.

¿A qué se refería Bertrand Russell? Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que Russell se refería al binomio mencionado anteriormente, pero referido al uso de las armas nucleares, todo un milagro en términos de física nuclear e ingeniería (liderado por el físico Robert Oppenheimer). Al mismo tiempo representó el mayor éxito para asesinar, o para qué más se fabrican armas nucleares.

No faltará algún demente como Edwar Teller (padre de la bomba de termonuclear), Donald Trump, Xi Jinping, Vladimir Putin o Kin Jong-Un, que defienda el avance tecnológico y de pensamiento humano por los “beneficios” que la bomba atómica significa. Sus argumentos, palabras más, palabras menos defenderán lo siguiente:

¡Buena nueva! Tenemos algo fascinante, el último gran invento de la especie humana. Lo hemos descubierto a partir de las partículas elementales de la materia descritas por el filósofo Demócrito (460 a. C-c. al 370 a. C.), quien definió al átomo (sin división). 

Gracias a nuestros científicos, hemos descubierto que el átomo o conjunto de átomos se pueden dividir (fisión nuclear) y transformar para liberar gran cantidad de energía (generalmente radiación), todo lo cual se puede resumir en la famosa fórmula de Albert Einstein: E=mc2; Energía (E) es igual a masa (m) por la velocidad de la luz al cuadrado (c2).

Hemos descubierto el isótopo 235U (uranio-235), combustible principal de las bombas atómicas, y con factibilidad para fisionarse  o  romperse en dos o varias fracciones para producir elementos más ligeros y energía. El núcleo del átomo de uranio-235 se rompe al absorber un neutrón, las fracciones que surgen, al ser inestables, provocan una reacción en cadena y al final una explosión nuclear. 

Empeñaremos todo nuestro esfuerzo para utilizar este invento y fabricar miles de armas nucleares, para buscar la “paz y la democracia en el mundo”.

Después de haber construido y detonado las bombas atómicas Little Boy y Fat Man el 6 y 9 de agosto de 1945 en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki respectivamente, la humanidad logró aniquilar la vida de forma masiva e inmediata, algo totalmente único en el universo.

Los ataques nucleares sobre las ciudades japonesas en 1945 causaron la muerte de casi 300 mil personas e hirieron a otras 150 mil como mínimo; provocaron un holocausto de escombros, personas desintegradas, cuerpos calcinados, desollados, deformados y enfermos por la radiación.

¿Cuál es la viabilidad de hacer posible el sueño de los alquimistas, obteniendo un elemento que liberará gran cantidad de energía, pero para destruir la vida de forma masiva e inmediata? Una paradoja que sin duda corresponde al binomio inteligencia-estupidez, donde las células grises son obnubiladas por el instinto animal de la guerra.

1984.jurgisrudkus@gmail.com

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