Periodistas Unidos. Ciudad de México. 17 de febrero de 2022.- Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (CCS) publicó recientemente un libro titulado “Por una democracia progresista” (Penguin Random House Grupo Editorial, noviembre de 2021). Su punto de partida radica en una tesis: la Revolución Mexicana (RM) se propuso edificar una nación democrática. Por ello, las ideas de este movimiento siguen vivas y forman parte de las corrientes libertarias y progresistas que se han manifestado a lo largo de nuestra historia.
El texto de CCS es, en primer lugar, una historia de las ideas que se forjaron al calor del movimiento revolucionario. A ello dedica buena parte de la obra, los primeros 15 capítulos. Podemos encontrar un repaso de las ideas de Flores Magón, Madero, Zapata, Carranza, los movimientos campesinos y obreros, los constituyentes de 1917, Salvador Alvarado, Felipe Carrillo Puerto, y Lázaro Cárdenas. Luego, el análisis se extiende hasta la fundación del MLN (1961) y la CD y el FDN (1986-89).
Son ideas distintas y a veces encontradas acerca de temas diversos que se van expresando al calor de los acontecimientos. No se trata de una ideología compacta inspirada en una escuela de pensamiento, sino de un conjunto muy amplio de análisis y propuestas que se expresan en libros, folletos, proclamas, manifiestos colectivos y planes de gobierno y de partidos políticos. A pesar de esta diversidad, hay una línea fundamental que los une, según CCS, la “democracia progresista”.
En segundo lugar, el libro apunta una definición de ese tipo de democracia:
“Quienes participaron en la RM no concebían la implantación de una democracia sin adjetivos … no plantearon la democracia en abstracto… esa democracia sin contenidos, de lengua para fuera, se practicó en el porfiriato y es la misma que se practica en el neoliberalismo… Esos intereses tienen en mente sólo la democracia electoral… excluyen otras formas de expresión de la democracia, sobre todo en las cuestiones sociales y en la equitativa distribución del ingreso”
El tercer plano se refiere a la relación entre las ideas de la RM y el socialismo. Nos recuerda que el General compartía la idea de que “cumplidas las metas de la RM, la nación y la sociedad empezarían a moverse hacia un sistema socialista…” Sin embargo, agrega CCS, “ni Cárdenas ni sus contemporáneos, ni estudiosos de la Revolución de tiempos más recientes nos han dejado una reflexión sobre qué tipo y qué características principales tendría el socialismo…”. CCS se arriesga a proponer una “ aproximación” de ese concepto: respeto absoluto a los derechos de la gente, a sus libertades de expresión; amplia intervención del Estado en la economía para garantizar crecimiento, distribución equitativa de beneficios entre trabajo y capital; equilibrio y desarrollo regionales, mercados competitivos, organizaciones autónomas de los trabajadores; consumación de la reforma agraria impulsando la organización ejidal colectiva; y en el plano internacional, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y la no intervención.
Y aclara, para no dejar duda: “El socialismo que imaginaba LC y yo interpreto, no consideraba la intervención del Estado como propietario de todos los medios de producción; se inclinaba por la autogestión… (y por lo tanto que) la dirección, organización del trabajo y los beneficios fueran compartidos por los trabajadores y la empresa (privada o pública)”
En todo caso, dice CCS, sea cual sea nuestra definición de socialismo, lo más urgente es ponernos de acuerdo en la construcción de una democracia progresista.
Otro eje del libro es propiamente histórico: señala que el devenir de México llegó entre 1934-1940 “al punto más alto de las realizaciones revolucionarias”; luego vino “el declive” entre 1941-1982; y posteriormente el vuelco neoliberal.
El capítulo XVI aborda el periodo que corresponde a los gobiernos previos a 1982. Ahí se afirma que “los actores de la RM tenían e impulsaban un proyecto de nación (pero) en administraciones que se declararon revolucionarias tuvieron lugar hechos evidentemente contrarios a las causas de la Revolución” y las enumera: desde el asesinato de Zapata hasta la guerra sucia de 1974-1982.
Su crítica más severa apunta a la última etapa, la que aún estamos viviendo:
“Los tiempos neoliberales han sido de entreguismo y destrucción para México y los mexicanos: se perdió el control de los recursos del subsuelo y se privatizaron industrias fundamentales para el desarrollo del país… (tuvo lugar) una gran desigualdad social, crecimiento de la pobreza, caída de la economía, deterioro sistema de salud y la seguridad social; aumentó la delincuencia, la violencia y la inseguridad, así como la corrupción…”
En este mismo plano, como parte de la resistencia y la oposición al neoliberalismo apunta, de manera destacada, las aportaciones de los movimientos sociales contemporáneos en el capítulo XVIII, y se detiene en la experiencia de los “caracoles chiapanecos” y la que ha vivido el municipio autónomo de Cherán, ubicado en su estado natal.
El texto no deja completamente de lado a la administración actual. Considera, en particular, “un grave error y un retroceso la iniciativa para que la Guardia Nacional dependa de la Secretaría de la Defensa Nacional y deje de ser formalmente un cuerpo con mando civil”. E insiste en que “no corresponde y no debiera corresponder a los cuerpos militares realizar funciones policiacas”
Con estos antecedentes teóricos, CCS elabora un listado de temas, problemas y propuestas a discutir. Señalo algunos:
El poder financiero o económico no debe ser el que continue marcando el rumbo del país, hay que romper cualquier dependencia del exterior y dar impulso a la industrialización y a la expansión del mercado interno.
Acerca del “mundo laboral” propone reducir la jornada de trabajo, un sistema de protección integral de ingresos y prestaciones no vinculadas al trabajo formal y sustentadas en impuestos generales.
Respalda también “una Reforma fiscal basada en un sistema de impuestos solidario, progresivo y redistributivo”.
Llama la atención, ahora que se ha abierto el debate de la reforma eléctrica, el punto de vista de CCS: propone revisar los contratos emanados de la contrarreforma de 2013-14 y revertir las enmiendas constitucionales de los artículos 27,25 y 28 aprobados en esos mismos años. Más precisamente, afirma que el servicio público de electricidad debería encomendarse en exclusiva al Estado.
Hay otras propuestas acerca de una gran variedad de temas. Todas estas reflexiones deben servir, dice en su libro, para abrir un debate que permita construir un proyecto que cuente con la participación y el respaldo de una mayoría política y social.
CCS nos ha obsequiado un libro pleno de ideas. Nos queda a deber algunas reflexiones, por ejemplo, su opinión acerca de los programas que se elaboraron en el PRD hasta 2014 y antes de la extraña conversión de este partido en un socio menor de las derechas. O su punto de vista en torno a la plataforma de Morena y del gobierno de López Obrador, independientemente de que, en todos estos casos, la teoría y la práctica no siempre han coincidido.
Sin duda, el propósito central de su texto es muy importante: pasar, de nuevo, a discutir, centralmente, a qué sociedad aspiramos. Nos invita, creo, a que no nos limitemos a comentar los errores y aciertos del discurso mañanero del presidente; y la reacción oportunista de la derecha y del poder económico. Resulta indispensable, en cambio, poner la mirada en la revisión y reconstrucción de los fundamentos ideológicos de nuestras aspiraciones políticas de transformación de México.
En resumen, en estos momentos, en que domina el reclamo de estar a favor o en contra del gobierno de AMLO o de la oposición, CCS nos propone ponernos del lado de una democracia progresista. Por ello, vale la pena leer este libro y llevar el debate a un plano quizás más conceptual pero indispensable ya que, sin ideas claras, la política se convierte en un marasmo intelectual. En un juego de dimes y diretes lleno de calificativos y anémico de sustancia.
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