Periodistas Unidos. Ciudad de México. 12 de octubre de 2022.- Un conjunto de factores, entre ellos la pandemia, la interrupción de las cadenas de suministro y la guerra en Europa, desató este año un proceso inflacionario en el mundo. La respuesta a este fenómeno provocó una subida de las tasas de interés del Banco Central de Estados Unidos (oficialmente, el Sistema de la Reserva Federal, también conocido informalmente como la Fed). Esta medida fue seguida por muchos otros bancos centrales del planeta, incluyendo México.
En los análisis y reportes económicos es común señalar a las políticas alcistas de tasas de interés como propias de “halcones” (hawkish) a diferencias de aquellas que buscan mantener bajas esas mismas tasas a los que se les denomina como “palomas” (dovish).
En estos últimos meses, particularmente desde septiembre, los halcones se han impuesto en muchos países. Con ello, según diversos estudios, se corre el riesgo de una recesión global que puede ser de largo plazo. Ésta puede iniciarse en Estados Unidos, o en otras latitudes, principalmente en Europa. En cualquier caso, economistas prestigiados como Bradford De Long advierten que: “La economía puede sufrir una pérdida de al menos media década de crecimiento, y la desigualdades sociales y políticas serán más pronunciadas”. Otros, más enfáticos, como Nouriel Rubini, ya dan como un hecho el estallido de una crisis financiera (Project Syndicate, 03102022).
Sin embargo, las autoridades monetarias de casi toda América Latina y Europa, y de algunas naciones de África y Asia, han aumentado notablemente las tasas de interés. Las únicas excepciones, hasta ahora, han sido Japón y China. Todos coinciden en que lo que desató esta plaga fue la decisión de la Reserva Federal, la cual no sólo incrementó sensiblemente esas tasas, sino que anunció que lo seguirá haciendo en el futuro cercano.
Esta ola de incrementos ha provocado ya varias conmociones: de manera inmediata, se ha fortalecido el dólar y, consecuentemente, se han debilitado el resto de las monedas, ya que los flujos de capital se han movido, sobre todo, para comprar bonos del tesoro de Estados Unidos. Ha sido el caso, entre otras, de la libra esterlina, el euro, el yuan chino y el yen japonés.
En lo que toca a Estados Unidos, la política de la Fed aumenta el riesgo de que la economía de ese país se detenga o por lo menos se vuelva mucho más lenta. Ello debido a una caída del consumo y un alza de las hipotecas. También, porque las empresas pueden quebrar o reducir sus actividades y su expansión, debido a que sus deudas se encarecen, sus ventas disminuyen y sus ganancias se pueden achicar.
Incluso las bolsas de valores salen afectadas pues los inversionistas prefieren ganancias más seguras comprando bonos del gobierno, en lugar de comprar acciones de empresas que corren riesgos de ver caer sus utilidades.
En tono con lo anterior, los economistas Jomo K. Sundaram y Anis Chowdhury, han escrito: “La fobia a la inflación entre los bancos centrales está arrastrando a las economías a la recesión y crisis de deuda”. La subida de las tasas, en todo el mundo, como respuesta a las decisiones de la Fed, son una «carrera hacia el abismo» contraccionista. Destacan que, incluso el Banco Mundial, ha señalado estos riesgos advirtiendo un “daño duradero” principalmente para “las economías emergentes y en desarrollo».
Agregan que las subidas de las tasas tampoco lograrán reducir los precios en el corto plazo. Y es que, en efecto, la medida supone que hay que elevar los precios para bajarlos, lo que parece incongruente. Por ello, el Banco Mundial ha sugerido que «los formuladores de políticas podrían cambiar su enfoque de reducir el consumo y, en cambio, impulsar la producción… generar inversiones adicionales y mejorar la productividad… fundamental para el crecimiento y la reducción de la pobreza».
¿Por qué entonces esta plaga mundial de halcones? La explicación no reside tanto en el control de la inflación sino en otros factores: en primer lugar, tratar de impedir la fuga de capitales y las devaluaciones, lo que provoca, entre otras cosas, que sea más costoso importar artículos esenciales como alimentos y combustible.
Por su parte, las razones de la Fed pueden explicarse, por un lado, como sugieren diversos autores, debido a la ausencia de un pensamiento no dogmático, innovador y políticamente desafiante que pueda poner en práctica otras medidas. Prefieren dar respuestas habituales a problemas nuevos. No se atreven a pensar “fuera de la caja”.
Esta rendición intelectual obedece también a intereses políticos y económicos: para muchos estadounidenses, la inflación refleja el fracaso político del gobierno que han “gastado demasiado” y ha optado por una “intervención excesiva del Estado en la economía”. Son dogmas arraigados en la mente de políticos, intelectuales y ciudadanos comunes y corrientes.
Asimismo, responden a otro cálculo: los jefes de la Fed creen que la economía de EU podrá resistir una recesión, aunque el resto del mundo sufra mucho más. De esta manera, se proponen fortalecer la hegemonía estadounidense en la economía mundial. Sobre todo, en estos momentos en que la guerra en Ucrania y las rivalidades con Rusia y China se han agudizado.
En México, nuestro Banco Central también ha aumentado las tasas. La última vez a fines de septiembre, pero ya ha declarado que, si la Fed vuelve a subirlas, ellos harán lo mismo. En su informe Banxico reconoce que “…se prevé que el ritmo de crecimiento de la actividad económica en el tercer trimestre de 2022 se desacelere respecto del crecimiento observado en la primera mitad del año”.
El Banco ha advertido, igualmente, que la inflación puede seguir subiendo aún con las alzas de las tasas de interés si aquella persiste a nivel mundial o si México sufre una devaluación severa. Además, señalan que puede ocurrir “una desaceleración de la actividad económica mundial mayor a la anticipada”.
A pesar de los riesgos, consideran que la medida es necesaria para evitar, como en otras partes del mundo, una fuga de capitales y el aumento del costo de las deudas públicas y privadas en dólares.
Afortunadamente, México no ha sufrido una devaluación de su moneda como otros países. Tampoco la deuda externa pública es demasiado elevada en comparación a otras naciones.
No obstante, si Estados Unidos, a diferencia de lo que piensa la Fed, cae en una severa recesión, México será arrastrado. Entonces, todas las medidas cautelosas que se han tomado para mantener la estabilidad no servirán de mucho.
Por otra parte, el fin del sexenio exigirá, como ya se pude ver en el presupuesto para 2023, una política más expansionista que naturalmente choca con la política “halcona” de Banxico. El secretario de Hacienda declaró apenas ayer, 3 de octubre, que “a diferencia de Estados Unidos, en donde la inflación es de demanda, en México es de oferta”, sugiriendo una política más “dovish”. No está claro qué efectos puede tener esta contradicción. Ya veremos, por ejemplo, el caso de los aumentos al salario mínimo. Calculamos que un aumento cercano al 20 por ciento estaría más alineado con las políticas de contención de precios, y que un incremento de alrededor del 30 por ciento indicaría que se busca una restitución del poder adquisitivo, y más cerca de que, por fin, alcance para adquirir la canasta básica (suponiendo que, en una familia de cuatro miembros, dos de ellos trabajan).
Es innegable que el fenómeno de la inflación y los riesgos de recesión tienen una dimensión que rebasa las políticas domésticas. Algunos expertos e instituciones han sugerido que la mejor solución consistiría en un gran acuerdo mundial para controlar la inflación, la fuga de capitales y las crisis de las deudas. Y, desde luego, para tratar de detener la guerra en Ucrania.
Sin embargo, aquí en México, no podemos resignarnos a que nuestro destino se decida en la Fed de EU. También requerimos una renovación intelectual que nos lleva a soluciones y pactos novedosos que involucren a la sociedad y el gobierno para enfrentar los negros presagios.