Una Venezuela menos vulnerable
Foto: Ariana Cubillos / AP
Por Miguel Ángel Ferrer
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 13 de abril de 2019.- Según las propias palabras de Donald Trump, la invasión militar de Venezuela es una de las opciones de Estados Unidos para derrocar al presidente Nicolás Maduro y para instalar en Venezuela un gobierno dócil a los dictados de Washington.
Pero los hechos no siguen el mismo camino que las palabras. En realidad la intervención militar es una variable que depende del eventual éxito o fracaso de las otras acciones en curso en pos del derrocamiento del gobierno chavista.
Esas acciones, como bien se sabe, pues las estamos presenciando, son el bloqueo económico, comercial y financiero; la creación de un permanente estado de zozobra en el pueblo venezolano por medio del sabotaje, las amenazas bélicas y el cerco diplomático; y la erección de instituciones y gobernantes de paja.
Tales medidas tienen el declarado propósito de conseguir cualquiera de estas tres situaciones: una improbable insurrección popular, una fractura en las fuerzas armadas que conduzca directamente a un golpe de Estado o a una guerra civil, y un magnicidio.
Si cualquiera de estos tres propósitos tuviera éxito, la invasión militar se volvería innecesaria. Y si fracasaran, como hasta ahora ha ocurrido, la opción castrense se volvería imposible.
De modo que a pesar de la reiteración y la estridencia de los amagos verbales de inminente intervención militar, los afanes por eliminar a Maduro y al chavismo seguirán transitando por las vías de la guerra económica, la satanización del líder, el cerco diplomático, los intentos de magnicidio y la permanente labor de zapa en las fuerzas armadas.
Y si la probabilidad de una invasión armada nunca fue robusta, menos lo es ahora que Venezuela cuenta con poderosos aliados que hacen más difícil para Washington decidirse por la opción bélica.
Con las diferencias de tiempo y lugar, el caso venezolano es una réplica del acoso yanqui a la revolución cubana durante los últimos 60 años. Y si la receta cubana para resistir tales amagos ha sido la permanente preparación de una sólida defensa militar, lo mismo exactamente ocurre en Venezuela desde que el chavismo llegó al poder.
Es claro así que las amenazas de invasión militar a Venezuela son un recurso para mantener en permanente vigilia al chavismo y para obligar a éste a distraer recursos económicos con el fin de trasladarlos a la defensa.
Pero, como se dice popularmente, en su programa de permanentes amenazas de invasión militar, a Washington le está saliendo el tiro por la culata: hoy existe una Venezuela menos vulnerable.
Tales medidas tienen el declarado propósito de conseguir cualquiera de estas tres situaciones: una improbable insurrección popular, una fractura en las fuerzas armadas que conduzca directamente a un golpe de Estado o a una guerra civil, y un magnicidio.
Si cualquiera de estos tres propósitos tuviera éxito, la invasión militar se volvería innecesaria. Y si fracasaran, como hasta ahora ha ocurrido, la opción castrense se volvería imposible.
De modo que a pesar de la reiteración y la estridencia de los amagos verbales de inminente intervención militar, los afanes por eliminar a Maduro y al chavismo seguirán transitando por las vías de la guerra económica, la satanización del líder, el cerco diplomático, los intentos de magnicidio y la permanente labor de zapa en las fuerzas armadas.
Y si la probabilidad de una invasión armada nunca fue robusta, menos lo es ahora que Venezuela cuenta con poderosos aliados que hacen más difícil para Washington decidirse por la opción bélica.
Con las diferencias de tiempo y lugar, el caso venezolano es una réplica del acoso yanqui a la revolución cubana durante los últimos 60 años. Y si la receta cubana para resistir tales amagos ha sido la permanente preparación de una sólida defensa militar, lo mismo exactamente ocurre en Venezuela desde que el chavismo llegó al poder.
Es claro así que las amenazas de invasión militar a Venezuela son un recurso para mantener en permanente vigilia al chavismo y para obligar a éste a distraer recursos económicos con el fin de trasladarlos a la defensa.
Pero, como se dice popularmente, en su programa de permanentes amenazas de invasión militar, a Washington le está saliendo el tiro por la culata: hoy existe una Venezuela menos vulnerable.