UNAM: ¿y los 50 millones?

Por Humberto Musacchio

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 16 de julio de 2021.- A don Enrique Graue Wiechers, rector de la UNAM, se le van amontonando los problemas. A su llegada a la Rectoría se encontró con el auditorio Justo Sierra/Che Guevara ocupado por pequeñas pandillas que desde hace 20 años han hecho de ese espacio maloliente fonda, centro de mercancía robada, casa de asignación (burdel) y mercado de los más variados giros comerciales, lo que, por supuesto, incluye la venta de drogas. Dos décadas después, todo sigue igual o peor, pese a la oposición de estudiantes y profesores.

En 2015, cuando asumió el cargo de rector, ya se había construido dentro del campus el llamado edificio H, que rompe la perspectiva que se tiene hacia el oriente desde el Espacio Escultórico, uno de los mayores logros del arte mexicano. Y ahí sigue, porque a la más importante casa de estudios del país no parece importarle el arte, quizá porque, a tono con este sexenio, se considera como algo fifí, burgués, despreciable. Por si algo faltara, la base de roca volcánica de ese monumento está absolutamente descuidada, lo que tampoco preocupa a las autoridades “culturales” de la institución.

 

Ante la baja productividad de la investigación, la UNAM ha sido incapaz de impulsar iniciativas que rompan con la absurda normatividad del Sistema Nacional de Investigadores, que propicia procederes mafiosos y la proliferación de refritos y autorrefritos para conservar la beca. La Real y Pontificia Universidad de México se extinguió porque fue incapaz de renovar el conocimiento, se encerró en los dogmas y se convirtió, dijo Justo Sierra, en un “caso de vida vegetativa y después en un ejemplar del reino mineral: era la losa de una tumba”. Esperemos que la UNAM no llegue hasta ese punto.

El manejo honrado y eficaz de los fondos es otro asunto que debe preocupar a la comunidad e incluso al Ministerio Público. Cuando la doctora Marcia Hiriart Urdanivia fue directora del Instituto de Fisiología Celular, el rector José Narro Robles hizo construir un edificio para el Laboratorio de Canalopatías. Durante la gestión de la citada doctora (2009-2017), el entonces secretario de Ciencia y Tecnología del gobierno capitalino, René Drucker Colín, le otorgó un financiamiento de 50 millones de pesos.

El destino de esa suma nunca ha quedado claro. Se ha dicho que tal cantidad se destinó a la construcción del Laboratorio de Canalopatías, pero también existe la versión de que los fondos eran de la propia UNAM, lo que resulta más verosímil, pues la doctora Rosaura Ruiz, como secretaria de Ciencia y Tecnología del Gobierno de la Ciudad de México, pidió que se le aclarara el destino de los cincuenta millones, sin que hasta ahora sea de conocimiento público a dónde fue a parar el dinero.

Lejos de ser aclarado, el asunto aparece cada vez más turbio. Incluso, hubo un momento en que la doctora Hiriart, hoy integrante de la Junta de Gobierno de la UNAM, señaló como responsables del manejo de ese dinero a su sucesor en la dirección del Instituto de Fisiología Celular, Félix Recillas Targa, y al coordinador William Lee, de lo que tuvo conocimiento el rector Graue Wiechers.

Circula la hipótesis de que la doctora Rosaura Ruiz, por respeto a la universidad de la que fue directora de la Facultad de Ciencias y candidata a rectora, para evitar un escándalo pudo llegar a un acuerdo con los involucrados en tan penoso asunto, aunque, como mujer de principios, es probable que todavía esté esperando una respuesta convincente.

Esta vez los involucrados no podrán escudarse en la autonomía para mantener el asunto en la sombra, pues se trata de impuestos que pagamos los capitalinos. Si se hizo mal uso de ese dinero, los responsables tendrán que ser severamente sancionados, pues valiente ejemplo representan para los estudiantes. El rector Enrique Graue tiene el balón en su cancha. A él le toca responder.

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