Periodistas Unidos. Ciudad de México. 19 de octubre de 2023.- En artículos anteriores señalé, el odio de los checos hacía los soviéticos.
Que llegaba al grado que para evitar recibir insultos cuando salíamos a pasear los jefes de la revista Problemas de la Paz y el Socialismo, que editaba ahí la URSS y donde yo trabajaba corrigiendo la edición en español, me pedían dijera eran mexicanos.
Y provenía de los años pasados por la fuerza, bajo su órbita.
Como sucede en toda nación culta, una de las características de Bohemia es el aprecio por la libertad.
Para no hablar sino de dos acontecimientos decisivos, el reformador Jan Huss fue quemado vivo en 1415, por cuestionar la inmoralidad de la Iglesia Católica y los monarcas que manipulaban conciencias, para beneficiarse de la venta de indulgencias.
Y el país entero se indignó cuando tropas de cinco países del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia en agosto de 1968, para aplastar la Primavera de Praga; que se proponía, un socialismo “con rostro humano y libertades individuales”.
Los poquísimos y excelentes escritores checos que he podido leer, muestran que no es necesario ser solemne para denunciar a los opresores.
Entre los que escribieron en lengua alemana destacan Rainer María Rilke, uno de los más importantes poetas de la literatura universal, que sostuvo es la actitud con la que enfrentamos los acontecimientos, lo que permite extraer lo mejor o lo peor de ellos.
Franz Kafka, uno de los primeros novelistas en amalgamar lo realista con lo fantástico.
Y el novelista judío Josef Paul Hodin, cuyos padres fueron asesinados en Auschwits y a cuya obra se refiere Alberto Gordo, en la revista Letras Libres del pasado 30 de junio, titulado Praga y la otra literatura alemana.
Su relato más memorable, precisa Gordo, es la autobiografía publicada en 1985 Esta madrecita tiene garras. La historia de una juventud praguense.
“Documento único sobre aquella ciudad que, como dijo Musil, era el centro de Europa, donde se cortaban los antiguos ejes del mundo”.
Incluye Gordo, al poeta y novelista H. G. Adler (1910-1988), sobreviviente de la persecución a los judíos de Praga, historiador del Holocausto en su monumental obra Theresienstadt; el campo de exterminio alemán, al que me referí en otro artículo y donde pasó parte de su niñez.
También el heroísmo y la resistencia frente los alemanes, son trama del Reportaje al pie de la Horca, del periodista comunista Julius Fučík, sobrino del músico del mismo nombre; arrestado en 1942 por la Gestapo y ejecutado en 1943.
Su reportaje pudo ser sacado hoja por hoja de la cárcel de Panktac; se publicó al terminar la Segunda Guerra Mundial y está traducido a 70 idiomas.
Y la sátira es el principal ingrediente en la obra del poeta, cuentista, dramaturgo y novelista Jan Neruda; cuyo apellido tomó el poeta chileno Neftalí Reyes, para autobautizarse como Pablo Neruda.
En sus Cuentos de Malá Strana, Ciudad Pequeña, describe personajes, casas y fondas del barrio donde creció.
Como la fonda de Stajnic, frecuentada por funcionarios, catedráticos, oficiales del ejército y ricos propietarios.
“Era el Olimpo donde se reunían los dioses de aquel barrio; que a diferencia de los dioses griegos no eran elegantes, ingeniosos, hermosos y alegres, helenos siempre en todos los sentidos; sino silenciosos, patriarcales, soñolientos, protegidos por pudientes…”
Estaban entre ellos, “un conde tuerto con el mismo perfil aristocrático que las aves de rapiña, que devoran a sus presas donde pueden… por temor de que fuera a clavarme el pico, daba rodeos cuando lo veía”.
Y los señores Rysanek y Schlegl, que ocuparon el mismo sitio once años sin dirigirse la palabra… se odiaban por haber amado a la misma mujer que finalmente se casó con Schlegl, y murió en el parto, dejando una linda niñita.
Que Jan Neruda describe “de belleza arquitectónica todo en su sitio, pero sin expresión… sus ojos brillaban como ventanas recién lavadas. Su boca se abría despacito y quedaba abierta de par en par o volvía a cerrarse con la misma lentitud…”
Y así va recorriendo a todos contertulios y sus actividades.
Escritor muy conocido en México, es el recientemente fallecido Milan Kundera; quien antes de la invasión había publicado La broma y El libro de los amores ridículos, sobre las ilusiones y desilusiones de la generación que ayudó a colocar a los comunistas en el poder.
Tras ella, fue declarado apátrida; se instaló en Paris, en 1981 adoptó la nacionalidad francesa y no pudo recuperar la suya, hasta 2019.
De él son La Fiesta de la Insignificancia, donde desde el primer capítulo Alan uno de los personajes perfila lo que será, al presentarse meditando sobre el ombligo que dejaban ver las faldas bajas y las blusas altas de las jóvenes parisinas, “modificando el centro erótico”.
Su novela más admirada, La insoportable levedad del ser; publicada en 1984 y traducida a 50 lenguas relata el drama nacional de la invasión de 1968.
Y el personal del presidente Alexander Dubček, detenido y llevado a Moscú y obligado a leer por radio un discurso de rectificación, lleno de pausas angustiosas.
Describe Kundera la alteración de vidas y relaciones; exilio, amor, sexo, traiciones en el trabajo, miedo, obligaciones familiares y las infidelidades de sus protagonistas:
Tomás un ilustre médico que por no plegarse a los soviéticos fue despedido, emigró a Zurich y regresó a su patria, pero no pudo volver a ejercer su profesión y debió ganarse la vida limpiando vidrios.
Su eterna amante Sabrina y su esposa Teresa, fotógrafa del odio de la población por la presencia de invasores, que cambiaron hasta los nombres de las calles y la impotencia de los checos, que solo pudieron alterarlas flechas y nombres que marcaban las direcciones, para provocar se perdieran.
Escritor y periodista poco conocido en México, es Jaroslav Hašek; autor de Las aventuras del buen soldado Shveik que narra las que corrió durante la Primera Guerra Mundial, cuando los alemanes impusieron a los hombres checos la obligación de alistarse en guerras ajenas.
Y para evitarlo se amputaban extremidades, simulaban estar locos y daban mil pretextos, pero siempre sin éxito; porque eran sometidos a torturas, para descubrir si fingían.
Es un libro muy extenso y con este divertido y a la vez terrible párrafo sobre su expulsión del manicomio, cierro la serie Vivir en Praga.
“De verdad no comprenderé nunca, porque los locos se enojan de que los tengan ahí. Uno puede arrastrarse desnudo por el piso, aullar como chacal, enfurecerse y morder… Existe tal libertad, que los socialistas nunca se han atrevido a soñar algo parecido… Uno puede hacerse pasar por Dios Padre, la Virgen María, el Papa, el Rey de Inglaterra y hasta por San Wenceslao, aunque a este último lo tenían siempre atado y en aislamiento… Había quien aseguraba ser los santos mellizos Cirilo y Metodio, para que le dieran dos raciones de comida… Un señor que se creía encinto, invitaba a todo mundo al bautizo… Otro decía ser libro y gritaba exigiendo una encuadernación más moderna… Y lo bonito es que nadie decía no haga eso, no grite, no muerda; los días que pasé en ese manicomio al que me mandó el Tribunal Militar, fueron los más felices de mi vida”.