Voces Hibakusha: 8 razones de por qué “no puede volver a suceder” A 75 de Hiroshima y Nagasaki (Parte III)
Foto: EFE
Por Jurgis R.
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 09 de agosto de 2020.- “No puedo decir el nombre de mi hermana, es demasiado dolor […]. Esa luz entró y cubrió toda la habitación. De repente sentimos un impacto y salimos volando por los aires, dimos volteretas y nos impactamos contra la pared. Me desmayé […]. Cuando desperté […] vi un panorama increíble, había gente a quien le colgaban los ojos, gente quemada, con la piel desgarrada que les colgaba del cuerpo, ¡ayúdenme por favor, ayúdenme por favor! Gritaban todos. Una mujer llevaba cargando a un bebé, el bebé no tenía cabeza […]. Mi hermana empezó a gritar ¡mamá, mamá! […], nos pusimos a buscar a nuestra madre… en eso vi dos cuerpos calcinados, uno de ellos ya no tenía ojos, solo los agujeros, y tenía un diente de oro, mi madre tenía un diente de oro. Así supe que era ella. Mi hermana se acercó y miramos el cuerpo […], ante nuestros ojos [mi mamá] se hizo cenizas […], nunca lo olvidaré…”
· “Tenía trece años […] había personas sin brazos, sin piernas, los intestinos les salían del cuerpo, el cerebro les escurría de su cráneo. Cerca de la zona cero había cuerpos carbonizados […], muchos muertos […]. Salí del hospital después de año y medio, me llevaron a la estación del tren, había demasiada gente… se dieron cuenta del aspecto de mi cara… comenzaron a mirarme aterrados… yo no tuve el valor para mirarlos, solo bajé la mirada y comencé a llorar […]. Cuando llegué a casa ya no quise salir de ahí […]. Le dije a mi mamá que hubiera preferido morir”.
(Hibakusha “A y B”. Testimonios de dos sobrevivientes de los ataques nucleares en Japón, Transcrito del documental “Luz blanca lluvia negra: la destrucción de Hiroshima y Nagasaki” de Steven Okazaki).
¿Por qué no usar armas nucleares? Se preguntó el actual presidente de los Estados Unidos. Otras personas igual de audaces se preguntarán: ¿qué tienen de malo las armas nucleares si, como en Japón, pusieron fin a la guerra? ¿Por qué tanto escándalo por su existencia si nunca se van a usar? ¿Para qué preocuparse de las armas nucleares, si ya tenemos demasiados problemas (como la pandemia de COVID-19)? Ignorancia aparte e independientemente del país, región o continente al que pertenezcamos, no es necesario ser físico nuclear y comprender con exactitud la fisión y fusión nuclear de isotopos de uranio, plutonio e hidrógeno para darse cuenta que, como dijo un Hibakusha —nombre dado a los sobrevivientes de los ataques nucleares en Japón—: “no puede volver a suceder”.
Tampoco es necesario ser médico o físico nuclear. Menos aún, hace falta tener grados académicos (especialmente de los doctores o maestros con su característica ignorancia que su propia soberbia emana) para entender los efectos de la radiación. Basta conocer algunos hechos.
Sin la menor intención de perturbar alguna mente sensible, hay que decir que, un ataque nuclear generalizado trastocará de manera irreversible la vida y las condiciones del planeta. Quienes sobrevivan a las detonaciones (si es que los hay) deberán enfrentar condiciones inhóspitas, a las cuales muy probablemente no podrán adaptarse. La detonación de una bomba nuclear o termonuclear (bomba de hidrógeno) produce cuatro principales efectos: calor, onda expansiva, radiación y pulso electromagnético (que también es un efecto de la radiación). Sin embargo, las consecuencias son innumerables. Aquí nueve consideraciones:
1. LAS ARMAS NUCLEARES EXISTEN, Y POR LO TANTO PUEDEN USARSE.
2. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki son obsoletas, las maravillas nucleares de la actualidad son, como mínimo, 7,000 veces más devastadoras. Los expertos en ojivas o cabezas nucleares han dominado los isótopos de hidrogeno para mezclarlos con los de uranio-235 (fusión nuclear). Estos genios y sus proxenetas de Wall Street inventaron la bomba de hidrógeno, cuya capacidad destructiva no tiene límites… repito, no tiene límites. Ejemplo de ello es la bomba detonada en las Islas Marshall en 1954, llamada Castle Bravo, cuya capacidad destructiva (15 megatones) equivalió a mil bombas de Hiroshima. Mil bombas de Hiroshima son insuficientes para mantener la “paz, la democracia y la libertad” según algunos ilustrados que se niegan al desarme nuclear (su contraparte está en #NUCLEARBAN).
3. Una bomba atómica (tan solo diez veces más destructiva que la de Hiroshima) provocaría una bola de fuego tan caliente como el Sol en un radio de 3 km, desintegrando a todo ser vivo; quien se encuentre a un radio de 5 km morirá casi inmediatamente debido a la onda expansiva, la asfixia (por el calor y el fuego provocado) o enfermedad por radiación. Quienes estén a un radio de 10 km morirán por las quemaduras y la radiación en una probabilidad del 50 por ciento. Gran parte de esa radiación será absorbida por el cuerpo, recibiendo en exceso partículas alfa, beta, gamma y rayos X.
4. La contaminación radioactiva en los materiales se mide en dosis de rads, grays, sieverts (Sv) y roentgen —un gray=100 rads; un Sv=100 rem (roentgen)—. Un Sv en los dosímetros se utiliza para medir el daño biológico en el cuerpo humano y obtener la cantidad de radiación absorbida por cada gramo del cuerpo —daño a nivel celular o ionización—. Comúnmente se dice que recibir hasta 10 Sv es muerte probable; recibir más de 10 Sv es fatal. Otra medición indica que 400 rads son fatales para el 50% de las personas irradiadas; más de 500 es muerte segura. La absorción de radiación de manera natural equivale a 0.2 rad/año por persona, pero en una detonación nuclear las dosis serían de 2 000 a 5 000 rads (más de 10 sieverts). Con esa cantidad, las personas presentan un shock y hemorragia en el sistema nervioso central, la muerte de cualquier persona sería cuestión de horas. Quienes tengan dosis de 200 rads pueden presentar efectos agudos: pérdida de apetito, vómito, náuseas, diarreas, deshidratación, pérdida de peso, fatiga, apatía, fiebre, dolor de cabeza, hipotensión, degeneración del sistema nervioso, edema pulmonar, neumonía, fibrosis y cáncer, entre otros efectos.
5. La afectación más visible se presenta en el enrojecimiento de la piel —dosis de 100 rads— a la muerte del tejido o necrosis —absorción de miles de rads—. La médula ósea, que es un tejido en el interior de los huesos encargado de producir glóbulos rojos y blancos en la sangre, es particularmente sensible a la radiación, ya que en una dosis superior a 100 rads afecta sus células, provocando una disminución en la producción de glóbulos, tanto rojos como blancos. Efectos tardíos son la destrucción del tejido medular y cáncer en la sangre —leucemia—.
6. Los daños a la salud debido a la radiación dependen de la distancia del epicentro, así como de la proporción, edad y salud de cada persona. Dicha radiación —ionizante— se vuelve letal porque arranca electrones a las moléculas celulares, dichas moléculas pasan de ser neutras a partículas cargadas (se transforman en iones), todo ello provoca que las funciones originalmente realizadas por las células se atrofien, dejen de funcionar o intoxiquen a otras. Las moléculas del ADN ionizadas pueden ocasionar pérdida del código genético o modificaciones —mutaciones—.
7. Después de las detonaciones, las víctimas de Hiroshima y Nagasaki presentaron efectos somáticos como cáncer —incluyendo leucemia, cuya máxima incidencia ocurrió diez años después de la irradiación—, cáncer de tiroides (principalmente en niños) y cataratas. Las mujeres embarazadas y sus embriones tuvieron daños importantes. Los niños nacían muertos o fallecieron en el primer año de vida, otros tuvieron mayor incidencia de retraso mental y malformaciones. Los 40 mil hibakushas no solo padecieron los efectos de la radiación —quemaduras y efectos somáticos— sino también discriminación, repulsión y olvido por los gobiernos japonés y estadounidense.
8. Última consideración. Hay una “esperanza” para no preocuparse de los puntos anteriores, y es debido a que, quien esté dentro de la zona cero, su cuerpo y el de sus padres, hijos, amigos, esposa, novia, amante, mascota, ser y cosa que estime simplemente se desintegrará en milésimas de segundos. Toda persona será parte de una bola de fuego en forma de hongo. Será parte de millones de partículas radioactivas para orgullo de la estupidez humana.
A 75 años del holocausto nuclear en Japón, debemos tener presente (si pretendemos un futuro como especie) que si alguno de los nueve países con arsenal nuclear (Estados Unidos, Israel, Rusia, Francia, Inglaterra, China, Corea del Norte, India y Pakistán), se les ocurre lanzar algún ataque nuclear (por pequeño que este sea), desencadenaría una guerra nuclear generalizada. Esta guerra mecanizada, destruirá todo centro económico e industrial de importancia (ciudades) en todos los continentes. Ningún país quedará a salvo, ni siquiera el nuestro (México), que tanto se ha caracterizado por su política de paz internacional.
No hay que olvidar que existen alrededor de 13,000 armas nucleares, cien de las cuales (quizá menos, dependiendo de su capacidad) son suficientes para producir un invierno nuclear, con el cual (si es que hay sobrevivientes), significa soportar temperaturas de menos 20 grados centígrados, sin la posibilidad de ver la luz de Sol en años, ya que las partículas acumuladas en la atmósfera (por las detonaciones) no lo permitirán. Esto también significa que la agricultura y toda especie vegetal desaparecerá (no habrá fotosíntesis ni siquiera para las plantas transgénicas), el océano dejará de producir fitoplancton y oxígeno. Tendremos la “suerte” de tener aire, pero sin oxígeno.
Por lo anterior, podemos olvidar si es legal o no realizar ataques nucleares. Olvidar si estos inventos ponen fin a la guerra como en 1945. Olvidar que tu país, belicoso o no, es parte de algún conflicto nuclear. Olvidar si eres rico o pobre, así como el color de tu piel. Olvidar el color de tu bandera y del patriotismo. Olvidar que detestas a los negros, indios y homosexuales. Olvidar si te consideras una especie de macho alfa. Olvidar que eres una raza superior.
No consideres todas esas estupideces, pues ante un ataque nuclear generalizado, no quedará nada que puedas detestar u odiar, ni a ti mismo, aunque lo desees. Todo será demasiado tarde.
Hoy se cumplen 75 años de las detonaciones nucleares en Japón. La realidad sobre lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki ha sido narrada por los sobrevivientes. Tras haber vivido en el infierno, las siguientes personas hicieron todo lo posible advertirnos del fin, pero también de lo hermoso que es la vida y tener consciencia.
En ese sentido, y con toda la coyuntura geopolítica-nuclear, hay algo positivo y sinceramente esperanzador para nuestra generación, ya que depende de nosotros el futuro, ¿haremos caso a los sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki o no?:
· “Yo tenía seis años, y lo recuerdo muy bien […] Bajo los escombros mi padre estaba atrapado, mi hermana estaba muerta, quedó aplastada. Mi pequeño hermano también estaba atrapado bajo la casa que se estaba consumiendo por las llamas, mi hermano gritaba ¡mamá, está muy caliente!, podías escuchar cómo iba muriendo […]. Lo único que se movía en Hiroshima eran las moscas que revoloteaban sobre los muertos”.
· “Tenía 14 años de edad […]. Volé dentro de la casa, supe que estaba volando porque vi moverse el suelo […]. Todos murieron. […] No sabíamos nada sobre la radiación, las personas contaminadas se volvieron intocables, nos trataron como basura, pero aun así teníamos que comer […]. Lo único que no comía eran ratones, gatos y humanos; los primeros porque no había, los gatos eran difíciles de atrapar y los humanos… jamás los comería, además que a los tres días estaban agusanados […]. Ya tengo 72 años, si quieren mi opinión… solo están esperando nuestra muerte, el gobierno japonés [y del mundo] pronto no tendrá que preocuparse por nosotros”.
· “Todo estaba cubierto por ese destello […]. Hasta después de cuarenta días recuperé el conocimiento. Mi cuerpo estaba quemado e infectado, tenían que cambiar los vendajes, los ponían y quitaban con frecuencia. El dolor era tan fuerte que me desmayaba. Lo peor de todo eran los gusanos que se estaban comiendo mi carne. Era un verdadero infierno. Los pacientes del hospital, tanto los adultos como los niños, escuchaban a las enfermeras, y cuando estas se acercaban, todos les suplicaban que los mataran… era insoportable el dolor […]. Tenía muchos problemas de salud, me sangraba el recto, las encías. El hígado se me inflamó, mis riñones dejaron de funcionar… siempre estaba enfermo”.
· “La cara de un niño estaba muy hinchada y ya no tenía ojos, su cuerpo estaba totalmente quemado y su piel estaba desgarrada y desprendida. No podía creer que fuera mi hermano. Mi hermana tenía trece años, le sangraban las encías, todo el cabello se le cayó, su cuerpo estaba cubierto de manchas moradas, y se retorcía del dolor […], y luego murió. En verdad hubiera deseado ser yo quien muriera”.
· “Me han aparecido muchos tumores, uno de ellos resultó ser cáncer de colon, me encontraron tumores en el páncreas, tumores en la tiroides, tumores en la espalda, parece que me brotaron por todas partes”.
· “Las muertes y la destrucción fueron terribles, pero a veces es más duro haber sobrevivido, muchos de los sobrevivientes se ven bien por fuera, pero a diario viven con el horror de la bomba. Otras personas no pueden entender por lo que pasaron. En Japón si la gente sabe que eres un sobreviviente de la bomba atómica no puedes esperar nada bueno, enfrentas discriminación y no consigues empleo. Y si te casas sabes que puedes tener hijos con malformaciones”.
· “Trabajaba en una oficina de correo, en ese momento estaba montado en mi bicicleta, a punto de entregar una carta. Mi mente estaba en blanco […]. Después de la conmoción logré calmarme, me di cuenta que la piel de mi brazo estaba colgando […]. Durante veintiún meses estuve inmóvil en la cama […] Estas son mis costillas, entre ellas se puede ver como late mi corazón. La onda de calor destrozo mi brazo. Me quemó toda la espalda y aún tengo dolor en todas partes. Cuando me desprendieron la gasa de la espalda traté de soportar el dolor, pero en ese momento comencé a gritarles que me mataran, todos los días el dolor era insoportable, en lo único que podía pensar era en morir […]. Mis huesos son débiles y frágiles, si toso violentamente podrían romperse. Ya les mostré mis heridas, porque quiero que todos comprendan que esto NO PUEDE VOLVER A SUCEDER”.
(Hibakusha “C al I”. Cuyos nombres y testimonios completos se pueden ver en el documental “Luz blanca lluvia negra: la destrucción de Hiroshima y Nagasaki” de Steven Okazaki).