¿Y la política, Marcelo?

Por Humberto Musacchio

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 14 de julio de 2023.- La guerra, dejó dicho Carl von Clausewitz, es la continuación de la política por otros medios. Un bando poderoso recurre a la guerra cuando la política no le favorece y, por el contrario, cuando un contendiente no puede doblegar al enemigo, recurre a la política para salir del trance. Eso deberían tenerlo claro los aspirantes a la Presidencia de la República.

Marcelo Ebrard es un hombre de sólida formación, pero ya se le olvidó lo aprendido en la escuela, o bien, para evitarse problemas con el Supremo Destapador, evita mencionar lo que bien sabe. Lo anterior viene al caso porque el pasado lunes, como parte de su actividad como precandidato de Morena, el excanciller expuso su programa de seguridad, al que denominó Plan Ángel, consistente en una lista de medidas tecnológicas… y nada más.

Resulta plausible que Ebrard dé un paso adelante para exponer lo que, a su juicio, es parte de un proyecto de gobierno y se aparte, aunque sea un poco, de repetir las ideas (o falta de ellas) que le llegan de arriba. La delincuencia está feliz con la política de “abrazos, no balazos”, uno de los más grandes errores, y muy probablemente el principal del gobierno de AMLO.

Lo que se puede constatar es que el país arde, mientras que corcholatas y otros tapones discuten sobre personas, dedazo, candidaturas, despensas, anuncios espectaculares, los inmensos gastos de los aspirantes y otros aspectos de las precampañas, pero, entretanto, los hechos resultan contundentes: las autoridades no han podido contener el auge criminal, como lo muestran los amplios territorios en manos de la delincuencia, carreteras vecinales y autopistas convertidas en tierra de nadie, cobros de piso y venta de protección a comerciantes e industriales, desapariciones, asesinatos e, incluso, como lo vimos en Chilpancingo, una verdadera insurrección popular en defensa de reales o presuntos delincuentes encarcelados.

Se dice que la multitud que participó en los hechos de la capital guerrerense la integraron acarreados. Tal vez, pero no puede ignorarse que en algunas regiones prácticamente no hay familia que no tenga al padre, un hermano, un tío u otro pariente, amigo o vecino ligado a la criminalidad. La delincuencia no es un grupo que esté fuera de la sociedad, mientras los buenos ciudadanos viven y trabajan enfrente.

No, la delincuencia, la de cuello blanco o la de metralleta, forma parte del tejido social y, para más señas, es una muy activa creadora de empleos, legales e ilegales, es una eficiente generadora de riqueza y, en varios sentidos, benefactora de numerosas comunidades, como se constata con la participación de vecinos aparentemente pacíficos en el tráfico de huachicol, los asaltos a camiones cargados de mercancías o, para no ir más lejos, con la insurrección en Chilpancingo, que mostró la impotencia, ineptitud o pasividad cómplice de los cuerpos policiacos locales y federales.

En ese marco, las propuestas de Marcelo Ebrard muestran que el precandidato sólo mira un aspecto del problema. Tecnología de reconocimiento facial o morfológico, detectores de armas, identificadores de disparo por arma de fuego, rastreadores de vehículos, así como drones y cámaras con inteligencia artificial, pese a su innegable utilidad, de adquirirse y aplicarse serán insuficientes para contener o siquiera disminuir la criminalidad.

Lo que parece olvidar Marcelo Ebrard es que violencia y política son parte de un círculo donde las cosas giran en ambos sentidos y que, a menor política, más criminalidad. Lo que está ausente del proyecto ebrardista es precisamente la política, la promoción y aplicación de medidas tales como la legalización reglamentada de las drogas, una o varias amnistías, pactos con los capos para que adquieran respetabilidad y una vida menos azarosa para sus familias, no con las armas y sus pistoleros, sino invirtiendo en México sus inmensos capitales y creando empleos legales para sus ejércitos, en suma, contribuyendo a levantar el país que hundieron en complicidad con políticos timoratos, demagógicos o cómplices.

Por supuesto, habrá quienes se opongan o, por lo menos, se escandalicen, pero no podemos olvidar que fue precisamente Marcelo Ebrard el que promovió la despenalización del aborto. Las decisiones audaces definen a los estadistas.

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