A 50 años del Halconazo

Por Magdalena Rumayor Lira

                                 A: Francisco Castañeda Rodríguez Cabo (QUICO)[1]

                                                                     A: Los caídos y desaparecidos en este día de lucha.

In memoriam

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 03 de junio de 2021.- La  votación en la última asamblea de la Comisión Coordinadora de Comités de Lucha en la UANM, estuvo dividida por la diversidad de grupos políticos de todo signo ideológico manejando los Comités de Lucha y herederos de 1968. Sin embargo, se guardó la imprescindible UNIDAD. Seguían vivos, aún sin expresarse, los sueños anteriores, las esperanzas, los ideales: universidades democráticas, libres, científicas; un país sin presos políticos, unidad con la clase trabajadora; el fin a la pobreza, desigualdad, bajos salarios, desempleo, abandono del campo, burocracias, charrismo sindical; represión, persecución en el campo, en las selvas, en las ciudades, en los barrios, por los porros en  los centros educativos. Nuevamente  despiertan lxs jóvenxs. Después de dos años y medio de contención, de silencios bajo el sol y bajo las sombras, de heridas guardadas y reguardadas, de duelos por todo y todas las pérdidas, de dudas y confusiones, de rabias contenidas, de pesimismos y nubarrones, de tristezas y lágrimas escondidas, de promesas nunca cumplidas desde arriba y por doquier, de mentiras y engaños repetidos hacia lxs jóvenxs, de justicia nunca alcanzada; las ansias reprimidas por los derechos conculcados empujan a las masas de jóvenxs a volver a las calles. Volver a ser sujetxs y no receptores pasivxs, volver a desplegar las alas bajo el azul del cielo, en las calles  y avenidas; juntos, codo con codo, dejar salir la voz de nuevo, el grito, el reclamo de derechos propios ante la familia, la sociedad, ante los medios, ante el poder, ante el autoritarismo ancestral y acérrimo que permeaba todo México,  se ensañaba y aún ensaña localmente (Ayotzinapa) especialmente en sus jóvenxs: los futuros padres y madres, maestrxs, profesionistxs, artistas, dirigentxs, autoridades mexicanas.  Había que vencer de nuevo el miedo, como tantas veces se venció en las calles, en las plazas, en las universidades durante 1968 ante las agresiones policíacas.

Esta vez,  parece repetirse desde las altas esfera del poder, un nuevo y  siniestro plan ratonera al igual que el 2 de octubre de 1968: policías, granaderos, judiciales, carros y camiones extraños, waki tokis por todos lados, rodeando el Casco de Santo Tomás y la Normal de Maestros. Sólo faltan los militares, ¿o estarán también allí disfrazados de estudiantes o civiles? Sí, son paramilitares, sus jefes son honrosamente militares. Muros, paredes, rejas, pavimento gris.  ¿Dónde el sol? ¿Dónde el aire? ¿Dónde la alegría, el canto,  los brazos enlazados y el horizonte? Para lxs jóvenxs (de cuerpo, corazón y mente) el sol, el aire, la vida, la esperanza, están dentro de sí mismos y sus sueños, aunque frente a ellos se planten policías, granaderos y el ejército. Así fuimos y seremos siempre, antes de que nos tuerzan las miradas y los caminos los de arriba, las monedas, los títulos y los puestos (huesos).

Los contingentes estudiantiles empiezan a arribar. Pasadas las 3:30 de la tarde, llegan a la plaza de Carrillón (Casco de Santo Tomás) los de la Vocacional 6 en camiones tomados para el traslado de las pancartas y propaganda. Algunos son detenidos en el camino y confiscada su logística en las calles Camarones y Crisantemos en la colonia Nueva Santa María. Pasó lo  mismo en la entrada al Casco por la avenida Los Gallos. También al camión de psicología, que nunca llegó. Otros llegan en pequeños grupos. Se pudieron reunir alrededor de diez mil estudiantes para volver a marchar, pocos en comparación al 68, pero muchísimos después de dos años ocho meses sin encontrarse y mirarse de nuevo en las avenidas de la ciudad. Se inicia la marcha en la Avenida de los Maestros y Carpio varios minutos antes de las 5:00 en dirección de la calzada México-Tacuba. Policías y granaderos cubren las entradas de las calles aledañas y bocacalles.  Dentro de los últimos contingentes de las Prepas Populares, hacen presencia  un grupo de civiles, con insignias: “¡Viva el Che Guevara! ¡Viva la Universidad de Nuevo León!”

La descubierta de la marcha es detenida por granaderos a la altura de Díaz Mirón.

─ La marcha no está permitida ─dice un oficial de policía. El periodista Manuel Marcué Pardiñas (preso político del 68 recién liberado) responde:

─ La marcha es constitucionalmente válida ─, se abren los granaderos  y la marcha continúa.

La manifestación es  frenada en tres ocasiones más antes de llegar a la calzada México-Tacuba y en uno de los altos, la multitud entona el Himno Nacional para poder avanzar. Sin embargo, la consigna es “romper la unidad de los contingentes”:

“¡Que entren en acción los Halcones!…ahí vienen…protéjanlos…” “a pie fueron a atacar a los manifestantes…cambio”, para iniciar el ataque por unos trescientos  jóvenes divididos en tres grupos bajo la dirección de Arturo Vargas Muñoz, “El Gene”. [2]  Sus pasos, saltos, movimientos combinados de militares entrenados en artes marciales, no dan tregua. “Por la México-Tacuba y Melchor Ocampo, acaba de llegar un camión con Halcones, cambio…Aproximadamente 70 Halcones…acaba de llegar  el camión” “Infórmeme, se está replegando la columna de estudiantes. ¿A qué altura?…”[3]

Para lograr el objetivo de frenar la marcha, los Halcones aparecen desde cinco direcciones. UNA: El cruce de la avenida de Melchor Ocampo y avenida México-Tacuba, por el cine Cosmos en dirección de la descubierta que avanzaba ya por la calzada México-Tacuba; también por la misma calzada de poniente a oriente, otro grupo de “estudiantes” con las consignas  “¡Che, Che Guevara!” para integrarse en los primeros contingentes;  DOS: Desde la zona norte, dentro de los contingentes de la retaguardia, que apenas salían de Manuel Carpio hacia avenida de Los Maestros,  gritando consignas: “¡Che, Che Guevara!” “¡Viva la Universidad de Nuevo León!” incorporándose en los últimos contingentes de las Prepas Populares; TRES,CUATRO Y CINCO : Desde la calle Lauro Aguirre, paralela a Av. de los Maestros, protegidos por policías y granaderos, llegan Halcones hasta la Avenida de los Maestros por las bocacalles Alzate, Sor Juana Inés de la Cruz y Amado Nervo.

Al doblar la descubierta de la marcha la esquina de avenida de Los Maestros y la México-Tacuba, y encaminarse por esta calzada en dirección al Monumento a la Revolución, en una acción previamente planeada y altamente coordinada, los grupos policiales en las bocacalles y los que están sobre la avenida México-Tacuba  abren paso a los Halcones quienes con varas de kendo en sus manos, y haciendo honor a su nombre, con pasos en el aire y movimientos de brazos, caen en picada sobre las multitudes desconcertadas. Sus pasos, saltos, movimientos combinados de militares bien entrenados, no dan tregua.  Solo algunos estudiantes fuertes y nada temerosos, rompen los palos de las mantas y pancartas y se atreven a hacerles frente repeliéndolos momentáneamente por donde vinieron.

En Los Pinos, residencia y oficina el Presidente Luis Echeverría Álvarez, se encuentra reunido con algunos funcionarios, recibe varias llamadas sobre los acontecimientos en el Casco de Santo Tomás y la Normal de Maestro,  como lo declara Alfonso Martínez Domínguez: [4]

── Echeverría me citó [el 10 de junio] a una reunión en Los Pinos para tratar el problema de la introducción de más agua potable al Distrito Federal proveniente del rio Lerma. Estarían también en esa reunión el gobernador del estado de México, Carlos Hank González, el secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Reviraos Wades, y el director de Obras Públicas del Departamento del Distrito Federal, ingeniero Raúl E. Ochoa. Comeríamos juntos para tratar el problema. En la mesa hablamos del asunto […] Estando ya en la sobremesa, con planos y maquetas al fondo…un ayudante del Presidente le indicó algo. Echeverría se levantó y a unos pasos apenas de nosotros habló: “Sí dígame. ¿Heridos? Llévenlos al Campo Militar. No permita fotografías” Echeverría regresó a la mesa. Todos […] esperábamos alguna información. Sabíamos que se estaba dando la marcha […] Echeverría se sentó y dijo: “Señor ingeniero Ochoa, no hay  problema en que la línea pase por aquí, ¿verdad?” Ochoa asintió […] El ayudante volvió a aparecer. Echeverría volvió al teléfono: “¿Herido uno de los nuestros? ¿Muerto? Al Campo Militar. ¿Hay más enfrentamientos, muchos heridos? Todos para el Campo Militar. ¿A la Cruz Verde? No, no. No permitan fotos. ¡Quémenlos!”. La angustia se reflejaba en los rostros. Yo […] estaba terriblemente desconcertado. Pensé que se suspendería la reunión y que se me darían instrucciones precisas. No fue así. El Presidente Echeverría regresó a la mesa inmutable. “Bien señores, […] Debemos precisar los términos de esta reunión. La ciudad necesita agua. Pero el estado de México también. ¿Cómo hacemos? ¿Qué sugiere señor Martínez Domínguez, que propone señor Gobernador?” […] Fueron […] trece o catorce llamadas. Y trece o catorce veces Echeverría habló en voz alta con quienes le informaban. Y les dio instrucciones siempre. “Quemen a los muertos. Que nada quede. No permitan fotografías.” Despidió de mano a todos y al dirigirse a mí me retuvo. […] Quedé solo. “Alfonso” me dijo. “Han ocurrido hechos sangrientos. Los estudiantes agredieron a la policía y hubo muertos y heridos. La situación es grave. Necesita usted ir a sus oficinas y dar una conferencia de prensa.” Me explicó lo que tenía que decir. […] “deberá decir que ha ocurrido un enfrentamiento entre grupos estudiantiles, que hay heridos leves, pero que la situación está controlada.” Salí de los Pinos rumbo al Departamento del Distrito Federal.”

Bajo estas órdenes desde lo más alto, camarógrafos y reporteros serán blanco directo e imperdonable.

Algunos camarógrafos usan su logística como escudos protectores, unos alcanzan a esconder rollos, otros los pierden ante la batalla desigual,  y donde también había que salvar la propia vida.

“El fotógrafo de Novedades, Miguel Rodríguez, fue herido de gravedad e internado en el Hospital Dalinde. Raúl Peraza, de ese mismo medio, resultó lesionado, lo mismo que  Félix Arciniega de The News.”[5]  “Los primeros en ser objeto de violencia son los fotógrafos y camarógrafos de los diferentes  medios de comunicación nacionales e internacionales, ahí reunidos para cubrir la marcha, sus cámaras son destruidas, varios de ellos son golpeados salvajemente, entre otros Antonio Halik de la CBS, Miguel Rodríguez de Excélsior, Félix Arciniegas de Novedades y de Telesistema, Roberto de la Peña y Ricardo Cámara también, ante la presencia policial que no toma partido, […].”[6]

Antonio Reyes Zurita: “Frente al cine Cosmos aparecieron los halcones. Sin más, se lanzaron contra los fotógrafos. Casi a todos les rompieron sus cámaras y los golpearon. Yo me escondí en una tiendita pero hasta allí llegaron los agentes armados y me empezaron a golpear. Luego se escuchó un grito: ‘¡Halcón Dulce!…’ era la clave para que no me siguieran golpeando. La respuesta de los agentes fue: ¡Sí, pero que se largue de aquí!’ Dejaron de golpearme pero atrás de ellos venían otros que no escucharon la clave. Me entró miedo y corrí sin parar. El 11 de junio de 1971, muchos periódicos publicaban fotos mías de la represión a maestros y estudiantes. El entonces director de este periódico (Excélsior) proporcionó las fotos a solicitud de los medios que no las tenían.”[7]

Enrique Bordes Mangel: “El 10 de junio de 1971, durante la represión de los halcones, perdí una cámara. Llegué un poco antes de que empezara la manifestación. Empecé a retratar a los grupos de granaderos, a los manifestantes, a los judiciales. Antes de iniciar la marcha dieron la orden para reprimirla. Fue cuando se escuchó una voz: ‘¡A los fotógrafos! ¡A los fotógrafos!’ Luego otra voz: ‘¡Los rollos! ¡Las cámaras!’. “Los halcones golpearon brutalmente a los fotógrafos. A la mayoría les quitaron sus cámaras.”[8]

En el lugar de la acción, fueron muchos los estudiantes y participantes de la manifestación golpeados y derribados al suelo. Cubiertos por la policía, los Halcones  regresaron a la calle Lauro Aguirre y allí, de camiones de granaderos, de policías y algunos autos,  sacaron armas: M1, M2 y pistolas. Regresan hacia los contingentes. Ya sin pena de ser vistos, los autos con armas irrumpen también en Avenida  de los Maestros esquina con la calzada México-Tacuba para repartir más armas a los Halcones, se saludan como grandes amigos, como se observa en fotos y videos.[9] La mayoría de lxs estudiantes quedan atrapadxs entre los muros de la Escuela Nacional de Maestros, la guardería, la secundaria 121 y las olas ofensivas de los Halcones.

En una acción simultánea, francotiradores apostados en azoteas y departamentos de las viviendas en el ala oriente de la Avenida de los Maestros y en azoteas de la Avenida México-Tacuba, disparan contra la multitud.  Las personas que pueden, trepan rejas y bardas y brincan al patio interior de la Normal; se refugian en los patios y salones, mientras otrxs se refugian en casas, comercios, azoteas o corren por las calles circundantes para salir del cerco.

TESTIMONIOS DE PARTICIPANTES SOBREVIVIENTES

 Dalid Mondaca

“[…] acudió al lado de su novio Josué Moreno a la convocatoria para apoyar a la Universidad de Nuevo León; sin saber cómo, en un pestañeo se vieron envueltos en un torbellino de gritos, carreras y disparos; la urgencia para actuar les llevó a procurar esconderse en las instalaciones de la Normal; de pronto, desde las alturas una bala atraviesa el cuerpo de Josué, el cual cae fulminado, Dalid no da crédito, a pesar de la tragedia que recién acaba de vivir se repone y solicita ayuda, los de la ambulancia levantan el cuerpo de su novio y le niegan la posibilidad de viajar con ellos, ella se queda allí, sin la mano de apoyo, que ya nunca más volverá a serlo, de Josué; como puede se esconde en las instalaciones de la Normal hasta las 9:30 de la noche, cuando al fin logra salir y acudir a su casa y a la de los padres de su novio, cuyo cuerpo es localizado hasta el día siguiente. Más dramática sería su sorpresa cuando descubre en el cadáver que su novio ha sido rematado con el tiro de gracias ¿cómo para qué? si Josué había sido asesinado fulminantemente la tarde del 10 de junio, ¿Para qué una bala más sobre su cuerpo? ¿Cuál fue el objetivo de rematar su propia muerte? En su testimonio, ofrecido varios años después al suplemento Masiosare del periódico La Jornada, Dalid declara haber contabilizado, ella sola, durante los días de búsqueda del cuerpo de Josué, unos 125 muertos.”[10]

Jesús Martín del Campo:

“Nunca sabremos cuántos jóvenes fueron asesinados durante la tarde y la noche del 10 de junio de 1971, cuando el grupo de los halcones, entrenado, financiado y bajo las órdenes directas del Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, se lanzó a golpes y balazos contra una manifestación pacífica de estudiantes. […] La abrumadora cantidad de pruebas ha logrado que para la sociedad mexicana esté clara la responsabilidad directa de Luis Echeverría, entonces jefe del Ejecutivo, de todos los funcionarios que actuaron bajo sus órdenes y de los hampones que ejecutaron la matanza del Jueves de Corpus, quienes en las décadas siguientes se convirtieron en policías, asaltantes o ambas cosas.”[11]

“Me metí a la Normal, donde todo era caos. Caminé dos veces por todos los alrededores en medio de gritos, carreras y tiros, sin estar consciente de lo que hacía. Tenía además una corazonada terrible”. [12]

Cerca del cine Cosmos, a su hermano Edmundo Martín del Campo, un disparo lanzado “─presumiblemente de la azotea de algún edificio─ […] le atravesó el tórax.”[13] Cuando Jesús fue a identificar a su hermano al forense, dice Hugo [amigo de Edmundo y de la familia] que había afuera un “montón de gorilas”. “[…] la agente del ministerio público  habló con la madre de Edmundo, doña Lupita: Le dijo: ‘qué guapote hijo tenía usted’, hija de la chingada.’” [14]

Paco Ignacio Taibo II narra, y de Paco se narra:

“Ese sudor inexplicable en las manos, esas visiones culpables de amigos de la cárcel, esa pesadilla recurrente en la que te metían la cabeza en un balde de agua sucia. Miedo a un aparato estatal que reprimía, detenía, torturaba, desaparecía, asesinaba. Yo era uno más”[15]

“La propuesta de subir a una azotea para filmar la marcha es aceptada por Taibo y su contingente, compuesto por Marián, Lety, Sergio, Santiago, Paty y Paloma, momento en el cual comienzan a escucharse diversos disparos por el rumbo de San Cosme, mientras que por detrás de ellos los gritos de ‘Halcones’ y ‘Morelos’ son insistentes, como queriendo dar una orden de ataque; ya desde arriba descubren la entrada de un contingente de jóvenes con varas de kendo bajo el grito de ‘Viva Che Guevara’; al cambiar de azotea los jóvenes son descubiertos por algún francotirador, el cual falla el tiro, lo que provoca que todos se resguarden detrás de unos lavaderos y tinacos, quedando el sonido de los disparos  y de las primeras sirenas como fondo de aquel escenario, del cual fueron extraídos gracias a la intervención de un elemento del sindicato de pilotos de la ASPA, quien los condujo hasta el sótano de su oficina sindical, donde ya se resguardaba otro grupo numeroso de estudiantes temblorosos y desconcertados, de nueva cuenta, por lo sucedido; la brigada de filmación decidió salir de su guarida luego de un tiempo, y así lo hicieron, con los rollos de filmación entre las ropas de las mujeres, logrando salir de la ratonera momentos antes de que el ejército acordonara la zona.”[16]

Joel Ortega Juárez:

“La lucha de los manifestantes por ganar la calle el Jueves de Corpus, el 10 de junio de 1971, en San Cosme, sintetizó la aspiración y defensa de las libertades democráticas conculcadas, por décadas, bajo el régimen autoritario priísta […] Después de la matanza de Tlatelolco se crearon los comités de lucha en la UNAM, el Politécnico, Chapingo, la Universidad Iberoamericana, El Colegio de México, la Escuela Nacional de Maestros y la Normal Superior […] En el movimiento previo al 10 de junio de 1971 había simultáneamente dos metas principales, apoyar a la universidad de Nuevo León y a los trabajadores en huelga: [‘la primera generación obrera de Ayotla Textil, 1965-1971’]. […] 1) apoyo a Nuevo León; 2) unión obrero estudiantil y 3) libertad a Presos Políticos […] 4) rechazo a la apertura democrática de Luis Echeverría […por] imponer una ley fascista en la Universidad de Nuevo León [ya que] mantenía la misma política de reprimir las manifestaciones a finales de 1970 y principios de 1971 […] 5) reforma universitaria democrática en todo el país […] gobernadas por estudiantes y maestros, de manera democrática, y no como era y sigue siendo por un pequeño grupo como en la UNAM,  a través de la Junta de Gobierno, integrada por 15 personas que designan al rector y al resto de las autoridades universitarias.”[17]

“Llegamos a la manifestación alrededor de las cuatro de la tarde […] El Colegio de México, que por primera vez iban a una manifestación con manta y todo; […] la Universidad Iberoamericana […] aunque era y sigue siendo de élite, pues sus directivos y profesores eran jesuitas, tenían cierta orientación progresista. Los jesuitas tenían vocación por los pobres. […] Tomamos la precaución, antes de iniciar la manifestación, de hacer una asamblea rápida en el Comité Coordinador. La hicimos en el auditorio de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas para decidir a último momento qué hacer. Se volvió a discutir si salíamos o no y otra vez ganó la opinión de salir. […] Usábamos un megáfono que nos  prestaba el Frente Sindical Independiente, afiliado al Partido Comunista [PCM], […] Minutos antes de iniciar la manifestación habían detenido a Luis Sosa, dirigente del FSI […] un viejo comunista, yucateco, ferrocarrilero. También detuvieron a Enrique Quintero, de Economía, a quien fotografiaron con un rifle para demostrar que había muchachos armados en la manifestación del 10 de junio. Lo cierto es que lo obligaron a posar con esa arma […] lo tuvieron que soltar de la cárcel porque no tenían sustento. Según el gobierno, éramos agentes de Moscú y de La Habana. Toda esa teoría anticomunista de Echeverría la siguió sosteniendo el ex presidente  mucho tiempo después. Dice que el 10 de junio fue una conspiración Castro-comunista y el 68 también.”[18]

“Empezamos a avanzar sobre la calle de Carpio […] Al llegar a la esquina de avenida Maestro Rural, que es la parte posterior de la Escuela Normal de Maestros, nos dirigimos hacia el oriente para encontrarnos en Avenida del Maestro. Ahí, en una primera desembocadura, estaba un piquete de granaderos, un retén, que ─valga la redundancia─ nos retuvo y fuimos ante un oficial, que no sé qué grado tenía y nos dijo: ‘No pueden pasar.’ Preguntamos por qué, argumentamos: ‘Nos  protege el artículo sexto constitucional que establece la libertad de manifestación. Estamos ejerciendo nuestro derecho.’ Nos respondió: ‘Tenemos órdenes de que no  pasen, porque hay grupos hostiles a la manifestación que pueden agredirlos y queremos evitar eso.’ Y nosotros respondimos: ‘Cumplan con su tarea que es respetar la Constitución, ¡y no nos defiendas, compadre!’ Para nuestra sorpresa ese retén se abrió y el segundo retén también y otra vez hacíamos el ritual: ‘Estamos ejerciendo el derecho de manifestar…’ ” [19]

“Al abrirse el retén fue cuando surgió la consigna ‘¡No que no, sí que sí, ya volvimos a salir! Pensamos: ¡ya la hicimos, ya salimos! Avanzamos, pero al llegar a desembocadura de avenida del Maestro y calzada México-Tacuba, en la estación del Metro Normal, primero llegó un contingente aparentemente de estudiantes que gritaba: ‘Che, Che Guevara’. Algunos compañeros cayeron en la trapa, por lo que gritaban: ‘¡Eh, incorpórense, compañeros!’ De pronto los halcones empezaron a golpear con kendos. En esa riña todo fue muy rápido, ha de haber sido cuestión de minutos o segundos. Logramos repeler la agresión y entonces continuamos y atravesamos la calzada México-Tacuba […] Estábamos cerca del cine Cosmos, cuando (como está documentado por fotografías y películas transformadas en videos) los halcones ya preparados con pistolas y con armas largas comenzaron a disparar. […] Había un tejido, un colectivo, un colegio que decidía. Y todos decidimos salir a la calle.”[20]

Estudiante de recién ingreso a la Escuela de Psicología de la UNAM:

“Hacía menos de un año, que había vuelto de Pensilvania, EUA,  donde fui a ‘estudiar inglés’, por sugerencia familiar (la sugerencia era en esos años,  orden indiscutible), era el ‘idioma del futuro.’ Regresé con un mal sabor de boca: como dijo alguna vez José Martí: ‘Viví en el monstruo y le conozco las entrañas’. Regresé a México amando más  a mi país y todo lo que tuviera que ver con él. Rechacé ingresar a la Universidad Iberoamericana, porque me parecía más o menos lo mismo que Saltillo y también muy parecido a Pensilvania en algunos aspectos. La Universidad de Pensilvania me abrió otro tanto los ojos. Antes, en 1968, al asistir a la inauguración de las Olimpiadas a la capital, en octubre de 1968, mi hermano ─estudiante de Economía en la UNAM─ y quien se había  salvado el 2 de octubre en Tlatelolco con otros compañeros, me mostró la revista Por qué? con todas las fotos de la masacre. Fue mi primer golpe de conciencia sobre la realidad que era México en esos momentos. Lxs jovenxs de la Universidad de Pensilvania admiraban y recordaban al Che Guevara, leíamos a Gabriel García Márquez (Cien años de soledad), veía con simpatía a los hippies por su pacifismo y por enfrentarse al más poderoso gobierno del mundo oponiéndose a la guerra de Vietnam. Desde marzo de 1971, me había incorporado al Comité de Lucha de Psicología, un Comité de Base,  lo dirigía un grupo Trotskista. Era bueno acercarse a la base estudiantil y llevar información, recoger opiniones e inquietudes (salonear). El salir al extranjero, me había dado desenvoltura, seguridad, y con el ejemplo de las y los dirigentes del Comité, me lancé pronto a hablar frente a lxs compañerxs de clases.  Nos enteramos del problema estudiantil en la Universidad de Nuevo León y de inmediato, convencida, decidí apoyar para que en un futuro no nos fueran a poner de Rector a un militar, ni se entrometieran en nuestra autonomía los charros obreros o campesinos ─es decir─, el gobierno.  Apenas unos pocos días antes, Echeverría había ‘pretendido rectificar’ esta línea fascista de control sobre las universidades; la cancelación de esta línea a última hora, significaba que su APERTURA DEMOCRÁTICA Y REFORMA UNIVERSITARIA estaban basadas en una línea que el mismo presidente dejó avanzar desde meses antes en la Universidad de Nuevo León,  poniendo en riesgo la Autonomía Universitaria en todo el país. Pretendió engañar y ganarse la confianza de las universidades, maestros y estudiantes; pero al mismo tiempo buscó frenar la reorganización estudiantil, el regreso y protesta estudiantil masiva a las calles, aunque ya fue tarde.

Acudí con Francisco (Quico), compañero de salón desde hacía tres meses cuando ingresamos al primer año de la carrera. Nos llevaron otros dos compañeros que yo no conocía pero él sí, en su vocho (Volkswagen) hasta el Casco de Santo Tomás. Al dejar el auto y caminar hacia el grupo de estudiantes, nos separamos Quico y yo de ellos. Empezamos a caminar uno al lado del otro por la banqueta poniente en Avenida de los Maestros, de adelante para atrás (de sur a norte) y luego de atrás para adelante (de norte a sur), buscando al contingente de Psicología que nunca encontramos. Decidimos incorporarnos al contingente de la Facultad de Ciencias, que ya iba en medio o adelante y apresuramos el paso para alcanzarlos siempre sobre la banqueta poniente, pegados a la barda  de la Secundaria y luego de la Normal, aunque no los alcanzamos. De pronto, la gente se volvió en reversa cuando ya estaban agrediendo los Halcones con los kendos a los primeros contingentes. Regresamos sobre la misma banqueta hacia el norte, mientras salían otros grupos de Halcones de las bocacalles de enfrente: Sor Juana Inés de la Cruz y también desde Alzate, al tiempo que sonaron los balazos en toda la zona.  Vi tirado un joven en el cruce con Díaz Mirón, bajé para tratar de levantarlo. Francisco me agarró fuerte la mano para impedir que yo lo hiciera y me sacó corriendo ─volando, como pueden correr jóvenes de diecinueve y veinte años─ por Salvador Díaz Mirón, en dirección de la Escuela Superior de Medicina IPN). Llegamos y tomamos  Plan de San Luis a la izquierda en dirección  a la Calzada México-Tacuba, luego la calle Maestro Rural hasta llegar a la México-Tacuba. Nos dirigimos al metro Colegio Militar. La gente venía saliendo del metro gritando: ‘no entren, los están agarrando y golpeando. ’ Cruzamos la calzada México-Tacuba. Seguimos corriendo en total silencio y atravesamos la colonia Anáhuac, después la Anzures sin dejar de correr. Durante muchos minutos del recorrido, se seguía escuchando el tiroteo. Hasta llegar a Melchor Ocampo y cruzar a la Colonia Condesa, dejamos de correr, pero no pudimos hablar nada durante todo el trayecto.  Nos adentramos en esta colonia, luego a la Roma Norte, vimos al papá de Francisco en su consultorio  y después me llevó Francisco a mi casa. Mi hermana y hermano pensaron que ya no me verían, eso me dijeron. Eran pasadas las nueve de la noche.

¡Francisco me salvó! ¡Nos salvamos juntos! ¡Otrxs no pudieron! No fue lo mismo haber visto las fotos en el ¿Por qué? de la matanza del 2 de octubre, a haber vivido en carne propia y de cerca la sorpresa,  la represión, el peligro, pese a la suerte de ir acompañada con alguien que me pudo proteger. Después: insomnio y pesadillas. ¿Quién era el que no ayudé? ¿Sobrevivió? ¿Hubiera yo muerto allí también? Francisco y yo nos hicimos novios, nos unió de inmediato la fuerte vivencia, pero sobre todo, los ideales y sueños de los que hablamos mucho y leímos mucho; y los deseos de vivir plenamente. Yo quise escribir poco tiempo después lo vivido: ¿qué hubiera escrito yo? ¿Cómo hubiera asimilado y vivido la resiliencia de esa experiencia  si Francisco no me prohíbe ─con su estilo bajo ciertas circunstancias─, sacar en la hoja en blanco el torbellino de emociones, pensamientos, dudas? No sé qué hubiera podido escribir, pero al menos sí una consigna o verso: “¡Mueran los asesinos, Vivan los estudiantes!” en su momento, y no 50 años después toda esta complejidad, después de reprimir el dolor, la rabia, la culpa de no haber ayudado a alguien. Nunca basta con ‘entender’ sólo a través de la teoría.”[21]

Por lo intenso de la agresión armada, los halcones logran la dispersión de la manifestación. Algunos estudiantes heridos son llevados por otros compañeros hasta el hospital Rubén Leñero donde son atendidos.

En el Hospital Rubén Leñero:

Doctor Cuauhtémoc

“Yo llegué al quirófano y me acuerdo que ni nos pudimos lavar: ‘Ándenle, entren que se está yendo uno’. Estaba con el doctor Héctor […] operando, cuando llegaron unos y se metieron en la sala diciendo: ‘¡Este es un hijo de la chingada!’, y que nos avientan y tras, tras, tras…Me impresionó tanto que aún no lo puedo olvidar”[22]

Enfermera Consuelo Velázquez Medina

“Yo escondí a un muchacho  en la sala de maternidad. Vino el estudiante y me dijo: ‘Escóndame, señorita’. Le pusimos su camisón, lo rasuramos y lo metimos en una cama […] Esa noche tuvimos que acostar a los enfermos en el suelo porque aventaban balas por las ventanas. Ya en la madrugada, sacaron estudiantes en camionetas mientras nosotros sacábamos a otros en las ambulancias.”[23]

En el fuego cruzado entre los mismos Halcones, algunos de éstos son  heridos y llevados también al hospital de Balbuena donde también había ya a estudiantes heridos. Cuando van por sus compañeros,  los halcones, intimidando a médicos y enfermeras, rematan a algunos estudiantes heridos y a otros se los llevan en ambulancias confiscadas al hospital, sin importar los reclamos de médicos y enfermeras, quienes asustados por la violencia que los rodea ven en peligro sus vidas. No hay freno sobre los Halcones que agreden, por ninguno de los  policías de las decenas que se habían concentrado allí desde medio día. Sólo observan. Ninguna persona sin distinción de edad, sexo, condición que transite por esas calles y avenidas, es protegida por la policía.

Los reporteros heridos no de gravedad,  robados sus equipos y rollos,  logran refugiarse en departamentos, vecindades y comercios de la zona, quienes saldrán después. Llevarán las fotos rescatadas a sus diarios y pondrán algunas demandas ante las autoridades.

La agresión, que inició pasadas las 5:05 de la tarde, continúa hasta entrada la noche. Cerca de las nueve de la noche, llega el ejército al lugar y se retiran grupos policiales y Halcones. Al mismo tiempo, el ejército se despliega y asienta en las calles que rodean el zócalo de la capital.

Lxs estudiantxs y maestrxs sobrevivientes, se ocupan en dar atención urgente a sus familiares heridos y/o muertos, a buscar a sus desaparecidos. Otrxs, a criticarse mutuamente, a la vida académica,  abrir revistas nuevas, escribir en los periódicos. Muchxs se incorporan a los grupos guerrilleros ya existentes y/o para reforzarlos.  Algunxs otros, al hipismo o al arte.

Comité de Lucha de Psicología”[24]

 

CARTEL [25]

11 y 12 de Septiembre de 1971

DAR SALIDA A LA JOVEN RABIA

AVÁNDARO: FESTIVAL DE ROCK MULTITUDINARIO 

 

 

[26]

Magdalena Rumayor Lira

CDMX, a 2 de Junio de 2021

Nota: Decidí usar la X en mi propia redacción, en cada palabra que expresaban la realidad de entonces: hombres y mujeres juntos, soñamos, creímos, protestamos, luchamos, sufrimos, lloramos, morimos, y recordamos. Pese a que el lenguaje de esos años, aún era  sexista y altamente patriarcal, aún entre lxs jóvenxs y las izquierdas mexicanas, a 50 años, nos toca obligatoriamente a las mujeres, expresarnos diferente y no de la misma forma que hablábamos hace 50 años. Si no fuera así, ¿qué sentido tendría nuestra presencia allí, haber sobrevivido, para seguir hablando de la misma manera?   MRL.

[1] Francisco Castañeda Rodríguez Cabo, estudiante de la Escuela de Psicología de la UNAM y sobreviviente del 10 de junio de 1971. Doctor en Metodología por la Universidad de Jussieu, París VII. Destacado Jefe del departamento de Sociología de la UAM-Iztapalapa.  Fue una de las primeras víctimas de los gobiernos neoliberales en México en el año de 1986, al ser atacado con arma de fuego sin móvil de robo, en el estacionamiento de esta institución. Pese a que algunos testigos registraron el número de placas del automóvil de los atacantes,  las autoridades judiciales mexicanas nunca dieron con los autores materiales ni intelectuales de dicho atentado.  La lesión que le provocaron en la columna vertebral lo dejó paralítico de por vida. Las consecuencias y complicaciones a su salud por la agresión que sufrió, terminaron con su vida en 1997, a escasos 47 años de edad.

[2] Fritz Glockner; Huella sin castigo, Sísifo Ediciones, México, 2011, p. 17.

[3] Ibídem. p. 46.

[4] Heberto Castillo, La Investigación, Revista Proceso, CISA, TEDSA, 1981, p. 24-26.

[5]   Jesús Martín del Campo; Halcones nunca más. Memoria contra la impunidad. Comité autónomo del 40 aniversario de la masacre del Jueves de Corpus. Coeditores: Gobierno del Distrito Federal, Secretaría de Educación. Miguel Ángel Porrúa, librero-editor. México, 2011. PP. 32.

[6] Fritz Glockner; Óp. cit. p. 46-47.

[7] Suplemento Masiosare de La Jornada; domingo 9 de junio de 2020; en Jesús Martín del Campo, Óp. cit. p. 32-33.

[8]Ibídem, p. 33.

[9] Carolina Verduzco, Comité 68 Pro Libertades Democráticas A.C. y Oscar Menéndez: 10 de Junio, Crimen de Estado, YOUTUBE, México, 2003.

Carlos Montemayor, en Doc. 10 de Junio Halcones Terrorismo de Estado, Canalseisdejulio, Archivos Filmográficos NBC, Filmoteca de la UNAM, Memoria y Verdad, A.C., YOUTUBE, México, 2006.

[10] Fritz Glockner, Óp. cit., p. 31-32.

[11] Jesús Martín del Campo, Óp. cit. p. 6.

[12] Ibídem, p. 27.

[13] Ibídem, p. 35.

[14] Arturo Cano en Ibídem, p. 36.

[15] Paco Ignacio Taibo II, en Fritz Glockner; Óp. Cit. p. 27.

[16] Fritz Glockner, Óp. Cit. p. 28-29.

[17] Joel Ortega Juárez, LIBERTAD DE MANIFESTACIÓN: CONQUISTA DEL MOVIMIENTO DEL 10 DE JUNIO DE 1971. Testimonio de un hecho histórico.  Publicaciones Fomento Editorial, UNAM donde se construye el futuro, UNAM, 2013, México, p. 14, 22, 23, 25,27.

[18] Ibídem, p. 33-34.  Véase Luis Echeverría Álvarez: entre lo personal y lo político, de Rogelio Cárdenas Estandía (Planeta, 2008), y en Conversaciones en San Jerónimo, de Salvador del Río (Libros para todos, 2009).

[19] Ibídem, p. 35.

[20] Ibídem, p. 36, 37.

[21] Magdalena Rumayor Lira. TESTIMONIO.

[22] Jesús Martín del Campo, Óp. cit. p.40

[23] Ibídem, p. 43

[24] Antonio Condés Lara, ¡10 de Junio no se olvida! Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, p. 19.

[25] Ibídem, p. 87

[26] Jorge Ávila, La voz de Michoacán, 11 de septiembre de 2020.

 

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

Easysoftonic