ADN resuelve viejos misterios de la Segunda Guerra Mundial

Foto: Jean-Francois Badias / AP

Por John Leicester

AP. Ludres, Francia. 20 de mayo de 2019.- Después de investigar por décadas, Andre Gantois había perdido toda esperanza.

Este empleado postal francés jubilado se acostumbró a la idea de que se iría a la tumba sin saber quién era su padre, un soldado estadounidense que combatió en Francia durante la Segunda Guerra Mundial, recibió un balazo en la cabeza y se recuperó con la ayuda de su madre en un hospital militar.

Ya setentón, Gantois no tenía pista alguna, ningún nombre, ningún papel que rastrear.

Y no podía con su alma.

“Viví siempre con esta herida abierta”, relata. “Nunca acepté mi situación, no saber quién era mi padre y, sobre todo, saber que él no sabía nada de mí, que no sabía de mi existencia”.

Setenta y cinco años después del desembarco de los aliados en la costa de Normandía, la historia del Día D se sigue escribiendo en Europa. La proeza que significó la llegada por mar de 160.000 soldados está bien documentada. Pero no está todo dicho.

En los densos arrayanes donde resistieron lo alemanes se siguen encontrando huesos. Tan caóticos y brutales fueron los combates que no se pudo identificar a miles de soldados caídos peleando, que fueron enterrados en tumbas que dicen “un compañero de armas que solo Dios sabe quién es”.

Soldados de ambos bandos dejaron miles de hijos, muchos de los cuales no saben nada de sus padres.

Hace unos pocos meses, sin embargo, un inesperado “milagro” cambió la vida de muchos de ellos, incluido Gantois.

Durante su infancia, cuando iba a la escuela trazaba una raya cuando se le pedía el nombre del padre.

Su madre y su abuela le dijeron que su padre había muerto en Vietnam en 1946, el año en que él nació. Su abuela le dijo que su padre se llamaba Jack. Inocentemente Gantois creyó todo lo que le decían e ignoró a los vecinos que lo llamaban “el chico americano”.

Recién a los 15 años, tras la muerte de su madre a los 37 años a raíz de una tuberculosos, Gantois se enteró de la verdad.

“Andre, tengo que decirte algo”, le dijo su abuela, según contó Gantois, quien hoy tiene 73 años. “Tu padre fue un estadounidense, que estuvo aquí durante la guerra”.

Gantois se sintió perdido. Pero unos años más tarde, decidió averiguar quién era su padre.

Se casó y quería darles un apellido a sus hijos. Deseaba tener un nombre, un rostro, y llenar lo que su esposa, Rosine, describe como “un enorme agujero” en su vida.

“No tenía un nombre, nada para empezar”, comentó. “Me dijo, ‘me moriré sin saber quién fue’”.

Las visitas a oficinas estadounidenses en Francia solo generaron frustraciones. Gantois dice que un funcionario de la embajada le dijo: “’Mucha gente busca a sus padres porque quieren dinero, quieren ser compensados por el gobierno estadounidense. Pero tienes que tener alguna prueba’. Y yo no tenía”.

Nada que intentó dio resultado.

Hasta junio del año pasado.

Alentado por su nuera, Gantois se hizo un análisis de ADN.

Semanas después, en medio de la noche, la nuera lo llamó con una noticia estremecedora: “Tienes un hermano y una hermana estadounidenses, toda una familia”, cuenta Gantois.

“No sabía qué hacer”.

Los análisis revelaron que su padre había sido Wilburn “Bill” Henderson, un soldado de infantería de Essex, Missouri, que peleó en Normandía, fue herido en los últimos meses de la guerra y conoció a Irene Gantois en un hospital de Alemania.

Después de la rendición de Alemania en mayo de 1095, el soldado visitó a la madre de Gantois en Francia y ella no le dijo que estaba embarazada. Él regresó a Estados Unidos, se casó y nunca le habló de ella a sus hijos. Falleció en 1997.

Andre Gantois pudo conocer su origen porque uno de sus medio hermanos también se hizo una prueba de ADN. De casualidad, ambos usaron la misma compañía, lo que facilitó las cosas. Gantois, su medio hermano y su media hermana Judy se conocieron en septiembre en Francia.

Allen Henderson decidió hacerse la prueba sin pensarlo mucho, porque la empresa ofrecía rebajas y porque pensó que “tal vez salía algo interesante”.

Tanto Gantois como Henderson admiten que tienen mucha suerte de haberse podido encontrar y de que su padre haya sobrevivido a la guerra.

“Cuando era pequeño, siempre me hablaba de Francia. Hablaba algo de francés y te contaba lo que era estar agazapado en una trinchera, de las armas, de las balas que pasaban por sobre tu cabeza y de los soldados que morían a tu alrededor”, expresó Henderson, quien tiene 65 años y vive en Greenville, Carolina del Sur. “Es sorprendente que haya sobrevivido”.

Henderson afirma que apenas vio a Gantois supo que era su hermano porque se parecen mucho.

“De hecho, Andre se parece más a mi padre que yo”, expresó Henderson. “Sus gestos, su sonrisa, su rostro… siento como que estoy hablando con mi padre”.

Muchas historias de la guerra siguen sin resolverse. Y con cada día que pasa, las posibilidades de que eso suceda disminuyen.

Un tablero electrónico francés tiene un mensaje del 2016 de Jeannine Clement pidiendo información sobre su padre biológico, un soldado alemán que estuvo en Francia antes de ser enviado a Rusia en 1942.

Su madre se despidió de él “llorando y embarazada” en la estación de trenes, dijo Clement. “Nunca volvió a saber de él”.

A los 76 años y con una salud delicada, Clement sigue esperando.

Andre Gantois dice que lamenta lo que viven quienes no han encontrado respuestas.

“No es fácil vivir con eso”, declaró. “Yo finalmente tuve mis respuestas. Todo el tema ese de mi padre es asunto superado”.

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