Alejandro, el payaso pederasta del CENDI

Por Yohali Reséndiz

  • México ostenta el vergonzoso primer lugar en abuso sexual infantil. 4.5 millones de víctimas al año, según cifras de la OCDE.

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 26 de octubre de 2022.- “Cuando la estaba bañando, mi hija me dijo: «Mira mamá, así me hace el payaso Alejandro», llevando su mano hacia su clítoris y mostrando su dedo pulgar. Ella le decía: «Me duele«, a lo que él contestaba: «¡Cállate! ¡Cállate!». Me dijo que las maestras Maribel (Flores Roldán) y Sharon (Fraustro García) la tomaban de la mano y le decían: «El payaso ya vino por ti, ve, tu mamá está con él». Mi hija me trató de explicar que el payaso Alejandro se quitaba la ropa porque todos los payasitos se subían al tren sin ropa, me dijo que le metía un tren a su colita y se lo movía por dentro, que luego de que le echaba su lechita, le lavaba con agua y jabón y la vestía. Después, la maestra Maribel la peinaba y le abrochaba sus zapatos. Cuando intentaba decirle algo sobre el payaso Alejandro, la profesora le pegaba en la boquita y le decía: «Grosera, eso no se dice, cállate»”.

“Teníamos la luz apagada y mi hija me tapó la boca y dijo: «¿Quieres más? ¿Quieres más?». Le pregunté quién le decía así, me respondió que el payaso Alejandro, quien después le decía: «Ahora por atrás, y me para mi colita así mami», la nena se puso en cuatro puntos con manos y pies, «me dice que chupe el elefante, que no tenga miedo de que es un elefante»”.

La carpeta de investigación a la que tuve acceso es la CI-FDS-5/UI-FDS-502/00154/02/2019 bajo el delito de abuso sexual-violencia física o moral. En marzo de 2019, la servidora pública Patricia Servín López, encargada de la investigación, trató con desdén a una mujer de nombre Ana, madre de una pequeña abusada sexualmente por el conserje y dos maestras del Centro de Desarrollo Infantil denominado “Patrimonio Cultural de la Humanidad” ubicado en la calle Pedro Ramírez del Castillo número 9, Barrio San Pedro, en la Alcaldía de Xochimilco.

La denuncia en poder de esta reportera registra que en varias ocasiones Servín López le negó acceso a la carpeta de investigación a la madre de la menor de nombre Ana:  “¿Usted qué sabe del caso? ¿Quién es? Su hija no habló, nunca quiso hablar. Mejor ya no pierda su tiempo y no me haga perder el mío”, le decía la funcionaria de forma despectiva.

Le daban las citas con un mes de diferencia. En las ocasiones en que la madre pidió ampliar su denuncia, Servín López respondió: “No puedo hoy, venga otro día”.

Ana tuvo que interponer una queja en Derechos Humanos, en Visitaduría, en la Contraloría y buscar varias veces una cita con la fiscal Ernestina Godoy para tener una copia de su carpeta de investigación. Ella misma solicitó un oficio de canalización al Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro para realizar las evaluaciones necesarias a su pequeña.

En la entrevista que la funcionara realizó a la menor el 10 de octubre de 2019, la pequeña relató que su agresor tenía bigote. Patricia Servín López se puso horizontalmente su dedo índice derecho por encima del labio superior y, burlona, le preguntó a la víctima de cuatro años: “¿Así tiene?”.

Muy poco de lo que la menor refirió fue escrito en la denuncia, como la afirmación de que era encerrada con llave en el baño. El trato hostil de la ministerio público llegó a niveles criminales: “¡Ya no me la traiga, señora! ¡Ya le hice dos entrevistas! Ya no le tomaré más nada”, dijo la funcionaria a la madre. Ana comenzó a llorar. “¡Ay, señora!, ya va a llorar otra vez, ya deje de llorar. Su hija no tiene nada, mejor váyase a descansar”, espetó la funcionaria.

Fueron varias las ocasiones en que se le negaron a Ana los expedientes de los imputados, varias en que los nombres de los agresores estaban mal escritos en las hojas de búsqueda, lo que dificultaba su identificación y localización.

El día en que supo de las agresiones sexuales a su hija, Ana quiso entregar la ropa interior de la menor para los análisis periciales de genética, como pruebas que debieron formar parte de la cadena de custodia.

La respuesta de Servín López fue: “Uy, ya pasó mucho tiempo señora, horas, imagínese si la van a esperar el semen y la saliva. Firme aquí y ponga que la atención que recibe es buena, de lo contrario puedo tardarme de uno a dos meses en entregar el dictamen”.

“El señor del tren me baja los pantalones, el calzón, me hizo cochinadas. […] ¡Cállate!, no digas nada”, dijo la víctima de cuatro años que mientras hablaba se pegaba en la boca con la mano derecha.  “El señor del tren me pega en la boca”, declaró la menor.

Ana compartió que, tras escuchar a su hija, se presentó preocupada con la directora de la escuela, María Concepción, y le preguntó si habían realizado una actividad con un tren, si había alguien a quien le dijeran “Tren”, o si tenían un tren en el plantel. Regresó a casa sin respuestas. Dos días después de hablar con la directora, su hija le dijo: “No quiero ponerme eso, no quiero que me pongas pants, no me gustan, mejor quiero el uniforme del vestido”.

Cuando la menor regresó a la casa, su madre la escuchó decir: “Me duele la colita. Me salió sangre. El señor del tren me lastimó, me machucó con las llantas del tren”. Entonces fue hasta ella y le preguntó: “¿El señor del tren está en la escuela?” La respuesta fue afirmativa.

Al día siguiente, Ana llevó a su hija al preescolar y le pidió a la pequeña que le presentara al señor del tren. La menor entonces señaló al encargado de intendencia de nombre Alejandro Peralta Valle como el hombre que la lastimaba y le tocaba el cuerpo. La carpeta de investigación fue levantada e iniciada en la Fiscalía Central de Investigación de Delitos Sexuales de la Fiscalía General de (in)Justicia de la Ciudad de México.

La menor fue atendida por la perito Carolina Bonilla Vélez, el 30 de abril de 2019:

—¿Me da la copia de la entrevista de la menor con el ministerio público? La necesito —pidió la perita.

—No, ese documento nadie me lo entregó —respondió Ana.

—De todos modos, el estudio que le voy a practicar a su hija no es importante, si yo dictamino que no hay daño no quiere decir que no exista el delito, eso lo determina el juez.

—Es una mentira que por esta prueba se judicialice la carpeta de investigación. A ver, pase a su hija, espéreme afuera y cierre la puerta —le dijo la perita.

—Pero mi hija es menor de edad, tengo que estar con ella —explicó Ana.

—Sálgase por favor, ella estará bien aquí —insistió la perita mientras sacaba varios juguetes. Cincuenta minutos después de estar reunida con la pequeña, la perita salió y le dijo a la madre:

—Oiga, su hija no me dijo nada, se distrae mucho con los juguetes.

—Pues si le da juguetes, ella se va a poner a jugar —argumentó Ana.

—Está bien, para la próxima reunión no le daré juguetes

—dijo la incompetente perita— firme aquí de que recibió una buena atención. Nos vemos el 3 de mayo.

Llegó el 3 de mayo y pasó exactamente lo mismo, la peri ta volvió a meter a la pequeña a su cubículo por 50 minutos y le entregó juguetes. Al concluir el tiempo, le dijo a su madre:

—Otra vez no quiso decirme nada, así que le pondré en su hoja que, además, no presenta alteraciones.

—¿Cómo que no presenta alteraciones? Se la pasa llorando, se esconde para tocarse los genitales, tiene mucho miedo de ir a la escuela, ella se hace pipí en las noches, no quiere comer y dice que la maestra Maribel le ponía llave a la puerta y no podía salir, y que Alejandro el payaso le metía el pene en su boca y le echaba leche en la cara. ¿Usted cree que estaría aquí si ella estuviera bien?

—Ah, no sé, pero si no quiere comer, pues llévela al doctor y que le den vitaminas. Firme aquí de que la atención fue buena —la obligó la funcionaria.

“Cuando mi hija salió del cubículo me abrazó y me dijo: «Mami, tengo mucho miedo. Es que le conté a la doctora del señor del tren y me dijo que no mintiera, le dije que sí, que me lastimaba y me dijo que no era cierto»”, recordó Ana.

En el informe de la perita en psicología Carolina Bonilla Vélez, se lee: “La menor no logra diferenciar el concepto verdad y mentira. No se observan índices de trastorno. No dejaba de chuparse los dedos y decir: «Cállate, cállate, payaso Alejandro». La madre no ha informado sobre cambios relevantes en su conducta. Al tratar de preguntarle a la menor donde ocurren los hechos, no tiene precisión. El lenguaje no es claro”.

La menor de cuatro años enfrentaba constantes pesadillas, se escondía para meterse los dedos en la vagina. Con el paso de los meses, comenzó a estimular a su hermana menor que ella, la mamá no podía dejarlas juntas y tenía que estar muy pendiente de ambas.

“Mi hija me dijo que la lastimaron en el baño de la escuela, en el salón, en la silla azul. Mi hija declaró el 4 de abril que el payaso Alejandro la lastimaba en el baño, le decía que se acostara en el tapete y ahí le picaba la cola. Mi hija me señaló las escaleras de metal y la puerta por donde sale de la mano de su maestra Maribel Flores Roldán y el conserje Alejandro Valle Peralta”, dijo Ana.

—Señora que bueno que llega, ahorita mismo estaba revisando su carpeta, su hija no dijo nada, estoy leyendo que no hay pruebas de nada y ya la iba a archivar —le comentó la ministerio público.

Ana, respondió con un nudo en la garganta, pero no lloró.

—Me negaron la prueba Bosty.

—A su hija la han entrevistado hasta tres veces y no ha dicho nada —dijo una ministerio público agitada.

Meses después, la misma Servín López tuvo a la víctima frente a su escritorio. La menor de cuatro años no llenaba la silla y le soltó:

—¿Dime cómo es Alejandro?

Ana protestó, no era la manera de cuestionar a una nena de esa edad. Servín López, reviró:

—Está apegado a derecho que la víctima describa físicamente al imputado.

—No es la manera —reafirmó Ana.

—¿Y usted qué sabe de leyes? ¿De qué sirven tantas quejas en Visitaduría, en Derechos Humanos?

Enséñeme su carta para que vea a qué tiene derecho —espetó la funcionaria.

La Fiscalía General de (in)Justicia de la Ciudad de México, a través de su policía de investigación a cargo del caso, no consideró en sus diligencias recabar indicios como el tapete donde acostaban a la menor para agredirla sexualmente ni entrevistó a ninguna maestra.

Varios oficios después le autorizaron a la hija de Ana la aplicación de la prueba Bosty a cargo de la psicóloga Leticia López Flores.

—Soy Bosty y voy platicar contigo —dijo la psicóloga.

—Alejandro Payaso me agarró la cola —respondió la pequeña y se tocó los genitales.

—No, dijo Bosty, no te estoy preguntando eso. Mejor dime cómo se llama tu papá o tu mamá.

La psicóloga López Flores se dirigió a la madre: —Es que su hija no habla bien. Tiene que estar aquí alguna autoridad de testigo o me meteré en un problema, vamos a hacer una cosa, voy a poner que la niña no pudo estar sola en la sala virtual.

—Pero —argumentó Ana—, ella está hablando con el muñequito y está haciendo referencia al hecho victimizante. Y así, la prueba con “Bosty” se canceló, porque la menor no tenía un lenguaje comprensible.

En julio de 2019, la menor ingresó a ADIVAC, pues en el Centro de Atención para Víctimas de Delitos Sexuales (CTA) las terapias eran sólo una vez al mes.

La menor ha sido tratada en el psiquiátrico y actual- mente toma antidepresivos, maneja un nivel de ansiedad altísimo, la terapia que la arropa es una vez por semana y los gastos corren por cuenta de la madre. Aún sigue escondiéndose para tocarse, las pesadillas no cesan, incluso afirma mirar a Alejandro y a las maestras dentro de su casa, tiene alucinaciones.

Ana es parte del engranaje de injusticias de este país, donde los violadores no son solamente quienes cometen el delito sino quienes deben resarcir el daño.

¿Quién ayuda a Ana cuando tiene ganas de echarse a correr porque no puede más? ¿Quién le devuelve a su pequeña tal cual la dejó en su primer día de clases?

¿Cuál de todas esas autoridades a quienes recurrió ha podido darle contención y justicia?

“Dejé de comer, comencé a bajar severamente de peso, estoy diagnosticada con depresión y ansiedad, llevo a mi hija al psiquiatra, al psicólogo. Quienes la lastimaron interrumpieron la infancia de mi hija, alteraron su libre desarrollo de la personalidad, era muy difícil cerrar la escuela, hacer las investigaciones conforme a derecho. ¿Es muy difícil encerrar a los responsables? Las maestras continuaron trabajando, las cambiaron de CENDI, protegieron sus datos para que no sepamos a dónde las enviaron, conocimos el dato de que están protegidas por la alcaldía de Xochimilco que dirige José Carlos Acosta Ruiz, alcalde a quien busqué y busqué, y pedí y pedí una cita sin obtener respuesta.

El CENDI «Patrimonio Cultural de la Humanidad» sigue laborando en total impunidad, a las maestras les paga la alcaldía, no la Secretaría de Educación Pública”, compartió Ana. Un oficio con fecha 2 de diciembre de 2019, en poder de esta reportera, da cuenta de la solicitud de audiencia de Ana:

“Acudí el jueves 21 de noviembre y me atendió su secretaria particular diciéndome que ella se comunicaba vía telefónica para darme fecha para encontrarme con usted y hasta el momento no he tenido respuesta. Quisiera compartirle la declaración de mi menor hija, en donde narra los hechos y explica cómo las profesoras la tomaban de la mano para que fuera violada por el conserje, dentro del plantel que está a cargo de la alcaldía que usted preside”.

En la copia de un documento fechado el 2 de septiembre de 2019, dirigido al entonces Secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, la madre de la menor le narra en cinco cuartillas lo que ha enfrentado desde que supo del abuso sexual a su hija: “Mi nena tiene mucho miedo de volver a la escuela, porque ahí está el señor del tren, motivo por el cual no he querido llevarla, no puede dormir, tiene pesadillas y no quiere comer, dice que Alejandro jugaba con ella a que era un payaso, dice que él le pegaba las rodillas a su pecho, que Alejandro le ponía el tren (pene) en su colita. Ayúdeme a que esto no quede impune, necesito que alguien me ayude, por favor, secretario”. Nunca, en los años en que Esteban Moctezuma estuvo a cargo de las decisiones de las escuelas de este país, tuvo una sola palabra para la madre de la menor.

En otra declaración, la menor de cuatro años refirió que la llevaban con señores y señoras que le decían: “¡Chúpale! ¡Chúpale!”, que la sacaban de la escuela para llevarla a otra casa donde le tomaban fotos.

El caso no tuvo relevancia desde el principio para muchas autoridades; a pesar de que un informe de la Oficina de Defensoría de Derechos de la Infancia (ODI), denunció diversos abusos sexuales infantiles y pornografía infantil, detectados en al menos dieciocho escuelas en contra de al menos 37 infantes de entre tres y siete años, desde 2008.

Las escuelas se localizan en Jalisco, Oaxaca, Morelos, Estado de México, Baja California, Ciudad de México y San Luis Potosí.

Este informe refiere que once denuncias describen violación equiparada, tres menores declararon ser penetrados con basura, cuatro describen orina, heces y vómito durante las agresiones. Siete describieron ser abusados frente a otros niños y niñas, cuatro describieron la presencia de cámaras o ser filmados, tres describieron observar sexo entre adultos. Hay testimonios de niños que narran que son sacados de la

escuela a casas donde hay más adultos con disfraces.

La hija de Ana es una de estas víctimas y luego de dos años de la necedad y necesidad de Ana, el caso está en vinculación a proceso del conserje con prisión preventiva oficiosa. ¿Y las maestras? Libres.

Entonces, ¿se viola o no desde el poder?

 

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