El sinsentido de buscar a un familiar bajo la tierra veracruzana

Foto: Alberto Roa / Cuartoscuro

Notimex. Veracruz, México. 27 de marzo de 2019.- Sus brazos, aquellos que te rodeaban cálidamente cada vez que tenías miedo, ahora lucen cansados y tostados por el sol. Ella, jamás se imaginó destinar ese esfuerzo, ese amor, esas caricias, a buscarte en una fosa. Cualquier indicio de ti, es un aliciente para darle paz a su alma.

Ellas se despiertan deseando y no deseando encontrarte ahí, entre los montones de tierra, olvidado, torturado. Tú, anhelas no sentir nunca la frialdad de la tierra. Ellas esperan lo mismo.

“La varilla se mete en la tierra, se golpea con un mazo y se incrusta en la tierra. La extraes con cuidado y la vas oliendo. Te fijas si la varilla te da un olor fétido o si toca con algún cuerpo, o como en mi caso que la varilla rozó con un hueso y yo lo alcancé a escuchar.

“O sea la varilla va a poder, como se dice, tentar allá abajo y ya cuando se escucha o se huele, en esos casos vamos por las palas, sacamos la tierra y ya extraemos los restos”, describe Lucía Díaz, directora del Colectivo Solecito.

Cómo olvidar el famoso mapa del Día de las Madres del 2016. Ellas no lo hacen, ustedes y nosotros tampoco. Ese día marcó el inicio de una nueva realidad para Veracruz y para México. Las fosas, eran reales y ellas iban a descubrirlo y a mostrarlo.

Con la voz firme que la caracteriza, Lucía recuerda el momento en que una organización criminal les entregó el mapa con la localización de fosas clandestinas en Colinas de Santa Fe, en Veracruz. El lugar en que hasta la fecha se han localizado 155 fosas y 298 cuerpos.

Cuando ocurrió esto, ellas ya estaban listas para comenzar. “En nuestra primera reunión como colectivo, yo las convencí de que teníamos que luchar y ponernos a buscar a nuestros hijos porque esos cabrones no los iban a buscar, porque en esta vida nada corre sin dinero, entonces les dije que a ver que vendíamos”, explica Lucía.

Para conseguir el dinero para preparase y comenzar la búsqueda, ellas vendieron ropa usada y rifaron los electrodomésticos que Lucía había comprado para su nuevo departamento, inmueble al que no toleraba entrar luego de la desaparición de su hijo. La felicidad por un nuevo hogar, había sido sepultada por tu perdida.

“Cuando nosotros nos decidimos a empezar la búsqueda primero fuimos a Iguala (Guerrero) a aprender a buscar con las varillas. Luego, conseguí que el Equipo Mexicano de Antropología forense nos diera un taller todo un mes los fines de semana de ciencia forense, y entonces ya preparadas, decidimos iniciar con la búsqueda”, afirma.

Para entonces, las integrantes del Solecito ya tenían marcados varios terrenos donde comenzar la exploración. Sin embargo, con la entrega del mapa, tomaron la decisión de empezar en Colinas de Santa Fe, un lugar que ya tenían previsto. Nosotros, ellas, ustedes, no estaban preparados para lo que se avecinaba.

Celia, la madre de Alfredo Román Arroyo García, quien desapareció el 18 de julio de 2011, en Xalapa, había ingresado aquel día al predio para llevar agua a Lucía y a las demás mujeres. Ella describe ese momento como “el horror más grande que me pude haber imaginado.

 “Lo que viví en ese predio, lo que viví en ese momento cuando enterrábamos la varilla y sabíamos que ahí había alguien, eso duele y por eso son mis pesadillas, porque viví algo que me cambio tanto de ser ama de casa a encontrar cuerpos. Decía ‘ojala y uno de esos sea mi hijo para que ya descanse’.

“Unos (cuerpos) están enteros, otros no tenían cabeza, a otros les faltaban partes de su cuerpo. Casi la mayoría no estaban completos y se siente muy feo, porque a la hora de sacrificarlos fueron muy inhumanos. Esa gente no tiene corazón.

“No es justo un sufrimiento tan grande, había mujeres, había pelucas, huesos de fémur. También se ve que para ellos era algo muy divertido porque había bolsas de papas, envases de refrescos, envolturas de golosinas, se ve que se la pasaban bien, para ellos fue un juego o una diversión”, expresa Celia con la voz entrecortada.

Casi tres años han pasado desde aquel 3 de agosto de 2016, cuando se dio el hallazgo de las fosas de Colinas de Santa Fe. De los 298 cuerpos encontrados hasta hoy, las autoridades sólo han identificado 18. La justicia es lenta y la paciencia poca.

“Colinas de Santa Fe es un cementerio clandestino. Es llegar a un desierto donde no hay árboles y es ir picando donde crees que hay algo. Es desgastante emocionalmente porque estás pensando en que vas a encontrar algo.

“Es agotador también físicamente por el calor que hace aquí en Veracruz. Ves a las compañeras que van, mamás, esposas, hijas, y te cuentan sus historias y como quieras, pues te afectan”, señala Laura (seudónimo), de 30 años de edad, quien se dedica a cuidar a adultos mayores.

Ella, se toma sus brazos queriendo protegerse. Sus bellos y expresivos ojos no pueden esconder el miedo de contar su historia. Sin embargo, su necesidad por encontrarlos es más fuerte que el terror.

Laura busca desde hace seis años, al padre de sus hijos y a su cuñado, Manuel Casillas Santiago (31 años actualmente) y Wendy Casillas Santiago (37 años ), respectivamente. La última vez que supo de ustedes, fue el 25 de febrero del 2013, en Ciudad Cardel, municipio de La Antigua, Veracruz.

Las autoridades poco pueden decir de su desaparición, pues no han hecho su trabajo. Lo que ella sabe de ustedes, es por testimonios de personas que los vieron aquel día comiendo cerca del rastro municipal antes de llegar a Cardel. Después de ahí, nada se sabe con certeza.

Por fuentes cercanas, Laura tiene una posible pista de su paradero. El penal de Villa Aldama, donde le han dicho que los han visto.

“Por varias personas que han estado recluidas ahí y que han salido, han buscado a sus familiares y les han dicho que ellos están ahí, que por qué no los han visitado, pero no nos dejan entrar.

“El licenciado que nos estaba ayudando falleció, pero lo que él nos dijo es que estaban ingresados en ese penal con otros nombres. Yo metí quejas a derechos humanos por eso y les di los nombres con que supuestamente estaban ingresados, y me contestaron que no había ingresos ni egresos con esos nombres en el penal, pero nos siguen diciendo lo mismo.

“Hace por lo menos ocho meses nos dijeron que ellos están ahí, personas que los conocen perfectamente bien, pero no nos permiten entrar”, señala Laura.

Ella está de acuerdo que si ustedes cometieron un delito, que les dicten sentencia e informen a sus familiares. ¿Por qué ocultarlos? Se pregunta. Miguel trabajaba en el ingenio azucarero de Modelo en Cardel, mientras su cuñado era mecánico.

“Ahorita ya no sé qué pensar. Yo creo que tiene que ver mucho con eso que estaban haciendo que los desaparecían y los estaban ingresando a penales donde les cambian el nombre para que las familias no los encuentren, todo eso es lo que está pasando.

“Esto es maldad. Si les van a poner mil cosas sobre el por qué los detuvieron, ok, está bien, pero que nos dejen verlos, que les permitan visitas, si no los van a dejar ir, por lo menos que les den una sentencia  y pues ya. Pero para qué esconderlos de sus familias” cuestiona.

El 1 de diciembre del 2018, en su toma de protesta, Cuitláhuac García, gobernador de Veracruz, proclamó el Programa Emergente por Crisis de Violaciones Graves de Derechos Humanos en Materia de Desaparición de Personas.

Un día más tarde, en su primer acto itinerante como nuevo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, respaldaba la declaratoria de emergencia y afirmaba  que apoyaría al gobierno del estado con este tema.

“Si al gobernador realmente le interesa, pues que se siente a platicar con todas, que escuche a cada una, porque cada caso es diferente. A mí me interesa ir al penal, descartar esa posibilidad o esperanza de que ellos estén ahí. Si no están, pues ya me quedo tranquila y ya no estoy pensando, pero pues eso no va a pasar”, menciona Laura.

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