Piratas y náufragos en los mares de Campeche y Tabasco: Los riesgos de ser pescador: “o te traga el mar o te asaltan”…

Por Salma Abo Harp, enviada

Unión de periodistas. Campeche, Campeche. 11 de enero de 2018.- Aquel día Miguel le pareció “el ahogado más bonito del mundo”.

El título del cuento de Gabriel García Márquez vino a mi mente cuando don Goyo me describió el cadáver de su hijo Miguel, al verlo con su overol naranja y su cuerpo intacto, luego de 49 horas de búsqueda, de ir y venir entre hospitales y morgues desde Ciudad del Carmen, Campeche, hasta Frontera, Tabasco. “Los otros que se hallaron estaban en parte despedazados, los brazos quebrados, y él estaba intacto, su cabello completo. A esos otros ya se les había caído el cabello”, dice don Goyo.

Miguel fue el quinto y último cadáver recuperado entre los pescadores de la península de Atasta el jueves 21 de abril de 2016. El mediodía del martes 19 de abril vientos de 80 kilómetros por hora, un fuerte oleaje y tormentas eléctricas oscurecieron las costas de Campeche. Árboles, espectaculares, fallas en el servicio eléctrico y el cierre de una escuela del turno vespertino fue el saldo, en tierra, del paso de la turbonada por estos pueblos pesqueros; en el mar cerca de 20 embarcaciones ribereñas y 40 tripulantes se hundieron. Cinco hombres no regresaron con vida. Miguel, uno de ellos.

“La gente se sorprendió aquella vez. Ya habían pasado desgracias, pero esa fue excepcional”, recuerda un albañil en el panteón de Nuevo Progreso, un pueblo con forma de buque. El hombre me mostró la tumba de Miguel, ¿cómo olvidarla? él también es pescador. Me dice que sus compañeros quedaron marcados ese 19 de abril, ahora son más precavidos cuando salen al mar. La tumba de Miguel, rectangular y con cuatro pilares que sostienen un techo, no está pintada, es gris por el color del cemento. Una rústica cruz de madera reza: “Falleció el S.R. Miguel Antonio Jiménez Cupil el 19 de abril de 2016 a los 31 años. D.E.P” (sic).

En México, entre 2010 y el 20 de abril de 2016 desaparecieron 108 pescadores, 122 perdieron la vida y 2 mil 101 fueron rescatados vivos. Hasta el 20 de abril de 2016, 88 fueron rescatados con vida, nueve sin vida y cuatro desaparecieron de acuerdo con la Comisión de Marina del Congreso de la Unión.

Para esa fecha, en la península de Atasta, la Marina y Protección Civil de Campeche realizaban operaciones, a fin de rescatar con vida a los pescadores hundidos por la turbonada.

Don Goyo me pregunta cómo encontré su casa en Nuevo Progreso. Es 17 de abril de 2017. Le contesto que, en el panteón, frente a la tumba de Miguel, un albañil me dio indicaciones para llegar. Los padres del pescador fallecido hace 363 días se sorprenden, quizá, por mi atrevimiento. –¿No viste que atrás de la tumba alguien escribió Miguelón? –Pregunta don Goyo. Le confieso que no presté atención, pero así me entero de que, como en todo poblado mexicano, el apodo es el nombre de pila. Estos días buscando pescadores, tarde aprendí que, para una búsqueda eficaz, la persona es el apodo, cuando intentaba con el nombre y apellido tuve pocas probabilidades de encontrarla.

Los Jiménez Cupil son una familia de camaroneros miembros de una cooperativa pesquera. Goyo y Lucelli son los padres de cuatro hombres y una mujer. Todos sus hijos varones se dedican a la pesca, aunque Heber es el único que permanece en tierra administrando el negocio. El día en que Miguel zarpó también lo hicieron dos de sus hermanos: Rigoberto y Luis Manuel, pero él partió en una embarcación aparte, iba con otro tripulante que fue encontrado con vida en las costas alrededor de las 3 de la mañana.

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“Posiblemente el tornado del 19 de abril tuvo una clasificación entre F0 y F1, en la escala Fujita Mejorada (FM)”, escribe en un correo electrónico el doctor Gregorio Posada Vanegas, profesor investigador de la Universidad Autónoma de Campeche (Uacam). La escala FM es usada para catalogar la fuerza de los tornados según los daños que provocan. Según la clasificación F0 y F1, los vientos de ese día fueron de entre 105 y 178 kilómetros por hora, causando daños leves o daños moderados, respectivamente, aunque en el mar “suelen ser peligrosos”.

Impresiones de una turbonada

El testimonio es de una mujer en su tienda de Nuevo Progreso:

“Yo en 30 años no había visto nada de eso. No es lo mismo un huracán que una tromba. A las 11 o 12 del día, supongamos que estaba normal y de pronto se empezó a nublar y venían las nubes y la lluvia desde Atasta al puerto, porque en Carmen no pegó realmente como acá, el caso es que el coche lo sacudía. Imposible pararse, los conductores de coches no ven nada, ni luz ni nada, se oscureció, como si fuera entrando la tarde.

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“Es una turbonadita, ya va a pasar”, respondió Miguel, confiado, a sus dos hermanos, al llamarle por celular cuando vieron el día oscurecerse, la tormenta eléctrica y sintieron la lluvia arreciar; sin embargo, ellos no esperaron, cortaron los cabos de las redes porque veían que desde el oeste se acercaba la turbonada. El fuerte oleaje elevaba la embarcación en el mar, y provocaron que los dos hombres ascendieran por los aires para volver a caer y golpearse con la lancha mientras huían de la tromba. Ambos lograron llegar a la costa, cerca de San Pedro, Centla, en Tabasco.

Dice Heber que ese día el mar se confundía con lo que minutos antes era la playa. Los familiares de los pescadores, los reporteros, y Protección Civil arribaron a las costas de la península de Atasta. “Era una lloradera de mujeres”, me dice alguien en la casa de los Cupil.

“Yo pregunté a la gente del gobierno que por qué lo andaban buscando las patrullas aquí cerca de la orilla, cuando debían haber buscado afuera, hasta donde las lanchas no podían ir. Como el viento del sureste soplaba, lo abrió hacia afuera, y lo hallaron exageradamente muy afuera, de hecho, a él lo halló un avión, si no ha sido por éste no lo hubiéramos encontrado, hubiese recalado en las costas de Veracruz. A él lo hallaron en 30 brazas fuera del mar, en zona de plataformas.

Doña Lucelli supo que Miguel había muerto. No se lo dijeron sus hijos o su esposo. Lo sintió cuando vio a las mujeres empezar a barrer la casa, acomodar la sala, preparar lo necesario para los servicios del cuerpo. La matriarca de los Cupil es una mujer pequeña, de piel morena y ojos dulces. Llegué preguntando si en los próximos días habría alguna especie de recepción por el año de la muerte de su hijo. Ella, amable, me explica.

“Nosotros los cristianos ya no profesamos esas cosas, hacemos simplemente los servicios cuando está el cuerpo presente. Como dice la palabra de Dios: ‘los que creemos en Jesucristo, estamos en el mundo más no somos del mundo”, y en un tiempo estuvimos en eso, pues no conocíamos de la palabra de Dios. Lo dice en la segunda carta de Corintios 5:16.

“Créame que no me siento nada bien todavía con la ausencia de mi hijo, el Señor me fortalece y al cabo de los años, mientras Dios me de vida, esas heridas van a ir sanando, poco a poco. Yo lo recuerdo en mi corazón.”

Miguel Antonio había recibido en 2016 cédula profesional por sus estudios en ingeniería mecánica. Sus padres narran que la costumbre de vivir gracias al mar hicieron que el salario que recibía por trabajar en las plataformas de Campeche lo invirtiera en una lancha y aparejos de pesca. Semanas antes de la turbonada Miguel había sido despedido, fue de los miles que se quedaron sin trabajo a causa de la crisis petrolera.

 

Los piratas de Campeche

Los piratas de Campeche usan armas cortas y largas, se cubren el rostro con pasamontañas o aprovechan la oscuridad para atacar. Navegan en embarcaciones de 10.5 metros de eslora, y aterrorizan a los pescadores del Golfo de Campeche, a quienes en 15 minutos los despojan de motores con valor de 70 a 200 mil pesos, además de la gasolina y sus aparejos de pesca en medio del mar. De San Pedro, Centla, a la frontera entre Campeche y Yucatán se les ha visto rondar por las noches. Los pescadores, temerosos, apagan sus luces en la madrugada a fin de burlar a los piratas. Grave error, a causa de esto los barcos no se percatan de su presencia, hundiendo una embarcación. Esa vez, por suerte, las vidas se salvaron.

Patón cuenta la noche que fue despojado del motor de su embarcación. Estamos en los muelles de San Pedro, Centla.

“Fue como a la una de la madrugada, casi al amanecer, el primero de marzo. Vi la lancha que se venía aconchando y grité: ‘¿qué pasa, compa? ¡Compa, ni que su chingada madre! –me respondieron–. Cuando me dijeron eso intenté bajar el motor, pero me lanzaron el primer plomazo. Me dije: ¿para qué arriesgar la vida?

Patón trató de reconocer a los cinco hombres que lo asaltaban a 15 millas de la Barra de San Pedro. En el primer intento recibió patadas, en el segundo un balazo que se alojó en la proa. El pescador y sus tripulantes aguardaron casi media hora, amenazados, a que los piratas desmontaran el motor Yamaha 85.

Luego del atraco, Patón se comunicó por radio con el dueño de la bodega a la que pertenecía la lancha –de suerte que los piratas no notaron el radio–, para que les dieran auxilio. Según el pescador, ese día en total cinco embarcaciones fueron asaltadas.

–¿Levantó alguna denuncia?

–Fuimos a Frontera y ¿sabe qué cosa nos dijeron?, que teníamos que llevar testigos ¿A dónde vamos a buscar testigos en el mar? –dice riéndose.

Hoy me propuse hacer una especie de piratatour. Encontrar a pescadores víctimas de los piratas. Algunos testimonios recabados dicen que esto empezó a inicios de 2016, antes lo más que se robaban eran aparejos de pesca. Ahora los piratas incluso empujan las embarcaciones que los pescadores emplazan en la playa de la península de Atasta, de esa forma se robaron una embarcación.

Otra parada del piratatour la hice justo frente a los muelles donde entrevisté a Patón, esta vez en Nuevo Campechito, el primer poblado del municipio del Carmen, que se encuentra justo después del puente que divide a Campeche de Tabasco.

“La otra vez nos ganaron tres, y después nos volvieron a ganar tres. Lo dejan correr una semana, un mes, y ahí lo vuelven a ganar.”

Esto lo dice La Gusana. Lo encontré una tarde de mayo descansando en una hamaca, en la bodega de una cooperativa pesquera. De sus motores el pescador no tiene noticias.

“En 2016 se presentaron 62 denuncias y en 2017 suman 19, lo que hace un total de 81 denuncias”, informó el secretario de Pesca de Campeche, en una nota publicada en noticiarios Televisa el 9 de junio de 2017. Después se lee una declaración del fiscal general de Campeche: “Hay resultados, queremos que la gente se acerque para ver lo de los motores, si están relacionados con sus denuncias y los puedan recuperar”.

Siguiendo la carretera 180, luego de dejar atrás Nuevo Campechito, se extiende la península de Atasta. En sus playas es fácil ver a las embarcaciones ribereñas con las que se pescan escamas o camarones. Aquí charlo con un pescador que vivió hace un mes el robo del motor a su lancha.

“Íbamos tres hombres. Estábamos a unas cinco brazas, como por ahí de la media noche o una de la madrugada, nos llegaron unos encapuchados con pistola en mano y gritaron: ¡bájense!, agarraron a un chavo, lo maniaron y lo cruzaron a otra lancha, se llevaron el motor. Fueron dos lanchas. Iban cuatro o cinco personas en cada una.

Cuenta el pescador que los piratas los cruzaron a una de las lanchas en las que se desplazaban, vendaron sus ojos y en 15 minutos terminaron el atraco. Después les dieron instrucciones para que los pescadores regresaran a la embarcación –ahora sin motor–. Minutos después otros compañeros pescadores notaron el atraco, auxiliándolos.

“Ahorita ya casi no salen a pescar en la noche, tienen miedo.”

–¿Cuantos casos conoce?

–Pues como unos 10 o 15 casos, ahora estuvieron seguido. La raza agarró miedo, por eso no sale en la noche.

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