El inmenso “Chico” Toledo

Foto: Alejandro Meléndez

Por Jorge Meléndez Preciado

                Periodistas Unidos. Ciudad de México. 06 de septiembre de 2019. Francisco Toledo, motejado Chico por su paisano juchiteco y poeta Macario Matus, era eso: un chamaco que vivía intensamente, se burlaba de todos incluido él mismo, no se inhibía ante nadie, apoyaba  las causas populares, defendía a la naturaleza y el patrimonio nacional y utilizaba sus ganancias para dotar a su comunidad de las obras de arte más importantes que existían en el mundo. En este último caso, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) es una maravilla universal con grabados fuera de serie.

                Patrocinó una revista: Iguana Rajada, que editaban  el también poeta Víctor de la Cruz y el aludido Macario, la cual apoyó la lucha de la Cocei, la expresión de rebeldía en los años de la intolerancia priista. Hizo museos, una biblioteca en braille que denominó sarcástica y correctamente: Jorge Luis Borges, una fototeca (le gustaba tomar imágenes) y hasta una pequeña cineteca, seguramente impulsado por su casi hermano, Carlos Monsiváis.

                Cuando la Fundación Televisa tenía un museo y les pagaba millones de dólares para que un año determinado un  pintor hiciera la obra únicamente para la empresa de Azcárraga, fueron a tratar de seducir a Chico, y el sé negó.  No tenía ataduras. Lo mismo que criticó al actual gobierno de López Obrador por los proyectos que afectan las comunidades indígenas. Igual que impidió, en una larga batalla,  que una local de hamburguesas se instalara en el centro de Oaxaca.

                Pagó impuestos a la secretaría de Hacienda con una serie de grabados  que se llamaban los: Cuadernos de la mierda. Hizo un cuadro para la  Presidencia de Salinas de Gortari de un murciélago: un ratón volador para que espantara, siempre,  a los habitantes de Los Pinos. Elaboró una serie de papalotes con los rostros de los 43 muchachos de Ayotzinapa para que volaran siempre. Realizó esculturas de Benito Juárez con unos falos inmensos porque no aceptaba al llamado Benemérito por su desprecio a Juchitán. Impulsó a su hija Natalia para que fuera una poeta en lengua zapoteca e irreverente. Patrocinó a muchos artistas regalándoles parte de sus creaciones.

                Chico Toledo hizo de todo, no esperó nada a cambio y se comportó como dice Eduardo Galeano que debemos ser: jóvenes sin ataduras, algo que fue su consigna. Incluso no supimos de su cáncer hasta que el 5 de septiembre se anunció su fallecimiento, aunque su presencia seguirá en esta tierra de indios que buscan su liberación en serio, utilizando el arte para demostrarle a los poderosos-solemnes que la vida está en otra parte.

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