Fotoreportaje: Pedir lluvia y resistir / Tigres de lluvia

Fotografías: Sandra G. Hordóñez

Por Sandra G. Hordóñez

Periodistas Unidos. Zitlala, Guerrero. 07 de agosto de 2020.- Desde una perspectiva antropológica, la cultura otorga sentido al mundo, crea significaciones a través de las cuales las personas establecen relación con todo lo que le rodea. Desde una perspectiva política, la cultura es un espacio de resistencia que da sentido de pertenencia a una comunidad y permite defender el derecho a la vida.

Zitlala y Acatlán son comunidades nahuas que se encuentran ubicadas en el estado de Guerrero, en México, en un área que colinda con lo que se conoce como el pentágono de la amapola. La violencia que detona la lucha entre los cárteles de la droga que quieren controlar la zona ha provocado una ola de muerte que se extiende a las comunidades cercanas al pentágono y más allá.

A pesar de la violencia, las comunidades defienden las fiestas y ritos que durante siglos se han repetido. 

En mayo, el jaguar es invocado para que las lluvias lleguen y las cosechas sean abundantes, es el ritual del Atzahziliztle o Atlzatziliztle, que significa “pedir agua”, para que el maíz brote con fuerza y produzca los frutos que nutren a la gente . Jaguares, los come hombres, son los animales poderosos a los que estas comunidades les otorgan poderes sobre los fenómenos naturales. 

Las peleas de tigres, como le dice la gente a estas batallas, son la parte central de las peticiones de lluvia, la sangre que la pelea provoca sirve como ofrenda para convocar agua, fertilizar la tierra y garantizar buenas cosechas, entre más sangre más lluvia, dice la gente, con esto  la garantía de la permanencia del hombre sobre la tierra.

Este año no bajaron tantos a Zitlala, la gente tiene miedo, saben que los malandros, esos que se fueron a trabajar como sicarios con los cárteles, están por todos lados y pueden estar acechando en el camino o bajar a la fiesta y llevarse gente a la fuerza para obligarla a cultivar amapola o simplemente para matarla, para meter más miedo. La confianza se torna confusa, el vecino puede ser malandro, el policía, el militar, pero en la fiesta hay una confianza que se recupera, apenas un poco. Por ello, sólo unos doscientos tigres de origen indígena son participes  de las peticiones de agua de este año, suficientes para que la comunidad se vuelque toda a los preparativos: preparar comida, tomar mezcal, llenar de adornos el pueblo y atestiguar las peleas.

A pesar del miedo, la gente llega a Zitlala de las comunidades cercanas, hoy el rito tiene una doble carga, más que nunca es importante que se asegure la vida de los hombres sobre la tierra, más que nunca la petición de lluvias exige que éstas sean abundantes. Si hay maíz hay hombres.

Las prácticas culturales adquieren otra dimensión, no sólo en términos de mantener la cohesión de la comunidad sino como forma de hacer frente a la destrucción. Se nos revela como acto de resistencia en el sólo hecho de su acontecer.

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