Carta de Valeria Caballero en homenaje a Eniac Martínez en el Centro de la Imagén

Todo encuentro casual es una cita…

J.L. Borges

Periodistas Unidos, Ciudad de México. 24 de agosto de 2019.- A mi pajarito lo conocí en un mediodía muy soleado en una casi-primavera, el universo nos hizo encontrar en Oaxaca. Era el 8 de marzo de 2013. Nos amamos al primer encuentro de miradas afuera de la catedral,  me invitó a comer y después a su taller de iluminación guerrillera en el Centro Fotográfico Álvarez Bravo donde echó toda la carne al asador y me prestó su cámara. Yo tenía roto un hueso del pie derecho y le dije: mira está muy complicado para mí hacer fotos, mejor voy a modelar. Entonces eche todo el viento que habita mi espíritu para avivar esa lumbre y duró 6 años 4 meses y 18 días. Yo estaba por cumplir mis 27 y él, él me doblaba la edad exactamente.  (Pero a Eniac lo conocí muchas veces antes, como en una charla en la Esmeralda,  esa fue la primera vez que me pidió que no me fuera. Gracias Carlos Somonte por no haber podido acudir ese día y haberle pedido que te cubriera).  

Nos hicimos novios inmediatamente y en la segunda noche juntos, toda luz posible se hizo presente en tantas formas: fotón, relámpago, fuego, luna llena, rayo de sol, destello, aurora boreal, estrella fugaz, bombilla incandescente, flash, lámpara de tungsteno y toda esa colección de juguetitos que usaba para su taller. Las testigos fueron unas fotografías de Gabriel Figueroa Flores, quien exponía en ese momento en aquella sala del centro fotográfico, en esa misma semana me invitó a comer con Turok y Marietta, fuimos a su casa… y entonces vi la foto del eclipse.

Después de una semana de centelleos, cuando volvimos a la ciudad, vino a mi casa y entonces nos hicimos confesiones, declaraciones y su propuesta formal de ser una pareja. Jamás olvidaré su sonrisa al ver que tenía un cassette de La Nopalera en uno de los libreros de mi casa. Luego me invitó a la suya, me hizo el más delicioso sándwich de queso y sacó su guitarra de 8 cuerdas, así bien romántico como era él, me cantó El Huerto, Te doy una canción y Playa Girón.

Nuestra historia, bomboncito loco, la podría contar de muchas formas,  podría trazar un atlas con distintas cartografías: de todos los sitios a los que fuimos, las personas fundamentales en tu vida con quienes compartimos alegrías, diversiones y trabajo; tus libros, todas las veces que bailamos, todos los libros que vimos por la noche, nuestros millones de diálogos sobre movimientos político-sociales, las músicas que tanto cantamos y escuchamos, los platillos que comimos, todas esos amaneceres y atardeceres en los que nos dejamos sentir la luz en la piel, los dibujos que hicimos, todas las veces que fotografiamos, las fiestas populares a las que fuimos, los kilómetros que corrimos, los ríos en los que nadamos y otro mapa por cada momento en el que me contaste cada una de tus experiencias de vida más significativas, los talleres a los que te acompañé, las grandes alegrías que disfrutamos ¡Ay Eni, que dicha que vivimos tanto!

Quisiera contarles a todas y todxs lxs aquí presentes la belleza que ha sido amarnos, sentir tu amor así: sin filtros, sin restricciones, sin límites, con el puro deseo de gozar la vida juntos: Oaxaca, Jalisco, Nayarit, Tlaxcala, Yucatán, Chiapas, Baja California, Quintana Roo, Veracruz, Estado de México, Morelos, Querétaro, Hidalgo, La Ciudad de México… podría contar, al menos, una historia de lo más divertida, curiosa o intensa de cada sitio. Como cuando en Mexcaltitán hiciste que abrieran un pequeño restaurante para que nos hicieran un pescado zarandeado épico y que, además, pusieran el partido de fut en la televisión del sitio ¿te acuerdas Héctor?; o cuando en la primer visita juntos a la Fiesta Grande de Chiapa de Corzo me animaste a vestirme de Chuntá con todo y chin-chin ¿se acuerdan Luis y Karen?;  o como cuando fuimos a “caminar” al nevado de Toluca y terminamos escalando hasta el pico del águila, tú, con todo el pantalón roto de la entrepierna y sin chones, esa vez, la cereza del pastel fue el descenso casi sentados por los arenales ¡toda esa tierra que se nos metió hasta la conciencia! ¿te acuerdas Mauricio?; o como esa vez que en Chicoasen hiciste que nos pusieran el brincolín a ras del río, que nos hicieran unas mojarras fritas y le pediste unos cubiertos a la cocinera que se te quedó viendo con cara de ¿¿¡¡que, cubiertos, para comer mojarra??!! y te los trajeron; esa escena bizarrísima en playas de Tijuana que incluía a dos mujeres sin pantalones peleando en un coche, una bolsa con un globo amarrado y unos tacones tirados a media calle, o esa vez que me enseñaste a torear coches en pleno eje central para tomar una foto de una manifestación, o esa extraordinaria vez que llegó a la exposición de Ríos la madre de la quinceañera que aparece en el libro de Mixtecos…¡como bailamos en el concierto de Blades en el zócalo con esas señoras de Tepito y el año pasado en el Metropolitan para celebrar mis 33! ¿te acuerdas Eduardo? Gracias rata, hiciste de cada uno de mis cumpleaños el día más especial.

Este año en febrero acudí a su llamado, yo terminaba un viaje por el viejo mundo y apenas volvía a esta ciudad. Fuimos a comer a Xel-Há donde tanto le gustaba su arroz con plátanos machos fritos, y un panucho con mucho limón. Use mi vestido rojo, quería volver a sentir esa mirada, quería provocarle esa mirada ¡Llegue y sucedió! Una ola gigante me recorrió de pies a cabeza, rompió en mi pecho y continuó con toda su fuerza hasta último de mis rizos en el cabello, siempre se marcaron más cuando él estaba cerca,  terminamos de comer y me pidió ir a platicar a su casa, al subir por ese elevador no tenía idea de que lo que sucedería sellaría este amor y vínculo que inició el mismísimo día que nos conocimos, sobre la mesa de centro estaba una foto donde aparecía con el Sub en un portarretrato plateado, me dijo que la tenía su madre en su habitación hasta el día que se fue hace un poco más de dos años. Me sorprendió verla no sólo por lo evidente, sino porque mi pajarito no tenía muchas imágenes de sí mismo en su espacio, sus fotos siempre las guardo y las tuvo en su espacio más íntimo. Ahí con esta foto de testigo nos declaramos ser el amor de la vida del otrx y, también, amor eterno. Me pidió leerle una carta que el Sub le había dirigido hace tiempo. Pasaron las horas y nos adentramos en la profundidad de la noche analizando la carta, recorriendo nuestros cuerpos y espíritus con el amor que siempre nos tuvimos.

Y me pediste una vez más que no me fuera y así me quedé hasta el final, te lleve al hospital, donde pasamos esa difícil noche repitiéndonos te amo.

Revisamos mil veces el libro de Basura, cada foto, en cada secuencia me preguntaste varias veces ¿seré capaz? y leímos el poema de Eduardo y lloramos, en la primera y segunda versión y fuimos  a Veracruz con Santiago y pediste tu concha con frijoles, tus huevos tirados y tus champolas de guanábana, tú clásico club sándwich.

De vuelta en la ciudad fuimos por tu camisa, estabas tan emocionado por la presentación en San Ildefonso. Todo fue increíble: Turok se lució con ese texto tan honesto, así como es él -Mi hermano- me dijiste con lágrimas en los ojos y Vázquez con su poema ¿en verdad puede mover todo esto unas fotos de la mierda? Todas las ideas de Oscar. -Entonces mi objetivo está cumplido- me dijiste. Quiero hacer otra edición, ojalá podamos hacer el libro más grande para la expo de Querétaro ya con el texto de Delfín y luego Chihuahua.

Te cuidaría siempre, jamás dudaría en hacerte todas las mañanas tus panecitos con mantequilla y mermelada y en la noche tu quesadilla con todo mi amor, no cambiaría por NADA, ni una sola mañana de los últimos 4 meses, poder escuchar:Buenos días baby ¿cómo amaneciste cara de rata? Ya voy por tu café ¿un poquito de leche y media de azúcar verdad?–  con esa sonrisita que se te asomaba del lado izquierdo de tu boquita.

No existen palabras que puedan expresar lo agradecida que estoy con el universo por habernos colocado en el mismo camino, muchas menos palabras que puedan expresar lo tanto que me haces falta a diario. A veces me da vértigo pensar que me queda toda una vida sin ti, sin tu voz, tu cuerpo y tu gran sentido del humor. Me quedo por siempre con esa mirada tuya, con la sensación de tus besos y de tus manos tibias. Con todo tu amor, con esas amistades que me compartiste y que ahora son parte fundamental de mi vida. Gracias, gracias, gracias a todxs por su cariño y por la solidaridad en estos momentos.

Siempre estarán en mi corazón.

Valeria Caballero Aguilar

18 de agosto 2019

Valeria Caballero Aguilar y el actor Damián Alcazar durante el homenaje al fotógrafo Eniac Martínez en el Centro de la Imagen de la Ciudad de México, el 21 de agosto de 2019.

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