Mujeres Originarias: resistencia en la Ciudad de México

Por Nelly Segura

Por Nelly Segura

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 11 de marzo de 2024.- En México, la igualdad entre hombres y mujeres sigue siendo un anhelo y una lucha constante. Para las indígenas y habitantes de los Pueblos Originarios de la Ciudad de México, esta lucha implica desafíos únicos y pone en evidencia que estas mujeres son excepcionalmente resistentes.

Las estadísticas revelan una cruda realidad: ocho de cada 10 mujeres indígenas o hablantes de lenguas originarias han sido víctimas de violencia en algún momento de sus vidas, con efectos devastadores que se manifiestan en lo psicológico, lo físico, lo sexual y lo económico. Además, estas mujeres luchan diariamente contra la discriminación arraigada en sistemas de justicia y en la sociedad en su conjunto, enfrentando prejuicios basados en su identidad cultural y de género, incluso en su color de piel.

A pesar de estas adversidades, emergen historias de coraje y determinación que merecen ser celebradas. Por ejemplo, Marcela Alvarado, secretaria de los Bienes Comunales en San Andrés Totoltepec, lidera la defensa de su territorio contra la voracidad de la industria inmobiliaria y contra la perforación de pozos. Marcela reconoce que uno de los principales desafíos de las mujeres originarias es la discriminación de género, explicando que a menudo sus voces son ignoradas y minimizadas en las discusiones sobre la tierra y los recursos.

Estefanía Galicia, desde Santa Cruz Acalpixca, emprendió una batalla social y legal por la resistencia de los lavaderos de su pueblo. Ella también reconoce el papel crucial que desempeñan las mujeres en la protección de sus comunidades y recursos naturales, coincidiendo con Marcela en la importancia del conocimiento de las mujeres sobre el territorio ancestralmente.

En la zona poniente de la capital del país, Jaqueline Martínez, concejera del Pueblo Originario de San Pedro Cuajimalpa, trabaja en la defensa de espacios comunitarios y de los árboles de su territorio, a pesar de enfrentar lo que ella define como «invisibilidad» ante las autoridades.

Estas mujeres no son solo estadísticas, son testimonios vivos de resistencia en la Ciudad. Ellas por sí mismas son casos de éxito que han enfrentado segregación, discriminación o violencia. Su lucha no es «instagrameable» y no genera hashtags, sin embargo, es indispensable para la cohesión social y la defensa de sus espacios y recursos.

El reconocimiento y respeto de las mujeres originarias por parte de toda la sociedad inicia aquí, en el centro del país, territorio ahogado por la «civilidad» y una visión hegemónica que generalmente desprecia los saberes ancestrales y, por supuesto, a las mujeres.

Esta hegemonía ha perpetuado a través de discursos y representaciones el estigma de las mujeres indígenas como primitivas, mujeres que llevan niños flacuchos acuestas, sucias, negando su contribución a la diversidad cultural y ambiental no sólo de la Ciudad de México sino del país.

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