Rebeldía, derechos y golpismo

Foto: Especial

Por Humberto Musacchio

EFE. Ciudad de México. 10 de abril de 2020.- La chayocracia pasó de la crítica contra el gobierno al insulto personal, circulan en redes sociales llamamientos a manifestarse contra Andrés Manuel López Obrador, piden organizarse para revocar el mandato presidencial, los voceros empresariales advierten que no tendrán dinero para pagar impuestos mientras el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) profetiza que la economía mexicana caerá diez por ciento y habrá un millón de desempleados de los que desde ahora culpa al habitante del Palacio Nacional.

Carlos Salazar Lomelín, presidente del CCE, abandonó el tono conciliatorio que venía empleando para referirse al gobierno y a sus políticas, y ahora se ha puesto a la cabeza de la rebelión empresarial contra López Obrador, aunque, por supuesto, tiene muy claro que la revocación no será fácil, pues demanda a sus colegas reunir el apoyo de unos 30 millones de mexicanos. Fácil.

Salazar Lomelín tiene una larga trayectoria como cuadro gerencial del grupo FEMSA, uno de los consorcios más poderosos de Monterrey y de la República. El abandono de su actitud conciliadora coincide con la protesta de un sector empresarial en el que participa su patrón, pero éste y el propio Salazar no han sopesado debidamente el alcance de su actitud, pues las fuerzas que apoyan a López Obrador bien podrían declararle un boicot a las tiendas Oxxo, a la Coca-Cola o a las cervezas Tecate, Indio, Sol y otras que produce la alianza Cuauhtémoc-Heineken, firmas a las que sirve el señor Salazar.

La Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), muy añeja defensora de las posiciones más sectarias y atrasadas del empresariado, vuelve a la carga con el panista Gustavo de Hoyos a la cabeza, quien se ha distinguido por abanderar causas impopulares, como el etiquetado de la comida chatarra, la intentona de una cervecera gringa que pretendía dejar sin agua a Mexicali y su hasta ahora exitosa defensa del outsourcing.

La desazón tiene motivos. Por supuesto, el llamado plan anticrisis del gobierno federal en nada se parece a las fórmulas empleadas por los gobiernos priistas y panistas, prestos a acudir al rescate de unos pocos para que los muchos acabarán pagando. Nadie olvida que el Fobaproa-IPAB lo impuso Ernesto Zedillo para salvar a los bancos y que, una vez saneadas sus finanzas, sus dueños mexicanos los pudieron vender a precio de oro a grandes firmas extranjeras. El costo, por supuesto, lo estamos pagando los contribuyentes y así seguiremos durante muchos años más.

Tradicionalmente, los gobiernos tricolores y azules endeudaban al país para cubrir la irresponsabilidad y la ineptitud de malos empresarios. Hoy se pide que México adquiera un billón de pesos en deuda para ayudar a los que más tienen, a lo que el gobierno ha respondido con un plan que puede ser discutible, pero que, definitivamente, no responde a las pulsiones del viejo orden, pues ahora se trata de ir en auxilio de los de más abajo.

Por supuesto, los quejosos tienen el derecho de protestar, pero no parece la mejor táctica llevar las cosas al choque franco ni mucho menos a la ruptura con el gobierno que buscan los halcones. En las condiciones políticas de hoy, como bien lo entiende Carlos Salazar Lomelín, sus representados se juegan demasiado y la correlación de fuerzas no los favorece. Lo más razonable sería bajarle de tono a la iracundia.

Por el lado del gobierno son varias las líneas poco claras, sinuosas y no del todo aceptables. Lo mejor será sentarse a discutir sin provocaciones, pero con franqueza. Para el caso, hará falta prudencia del lado oficial, dejar atrás los aportes a la polarización social y respetar la discrepancia legítima.

Para que eso ocurra, una medida recomendable será abandonar las mañaneras y toda declaración que despierte suspicacias y alarme a los adversarios. Paralelamente, el gobierno tendrá que mejorar sustancialmente su capacidad de respuesta, liberar recursos para fortalecer los medios públicos y ganar tiempo y espacio en los privados.

La disputa por el proyecto económico se desenvuelve en el campo de la política. Ahí hay que poner el acento. De continuar la escalada, lo que veremos será una actitud más beligerante de la derecha, pero también una respuesta contundente de quienes apoyan a López Obrador.

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