AMLO, las mujeres y la derecha

Foto: Alejandro Meléndez

Por Manuel Aguilar Mora

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 21 de marzo de 2020.- De las numerosas descripciones que circulan en estos días para nombrar el temblor feminista que ha estremecido al mundo creo que la mejor entre muchas otras también excelentes y expresivas es la que lo define como “la revolución del siglo XXI”. En este país de tan arraigada tradición machista sin duda los acontecimientos de los días 8 y 9 de marzo pasados también conmocionaron a México y en especial a su gobierno. No era para menos.

De lo que se trata en esta transformación de dimensiones revolucionarias es de dinamitar estructuras, métodos e ideosincracias que han prevalecido durante siglos, sino es que milenios: la subordinación del sexo femenino al patriarcalismo dominante y opresivo del sexo masculino, una situación histórica y social que ha dividido a la humanidad entre dos mitades, una hegemónica y dominante y la otra subordinada y oprimida. Una lucha que tiene como objetivo la emancipación y liberación de la mitad de la humanidad. Un hecho histórico cuyas potencialidades son gigantescas al engrandecer de manera formidable los acervos de la humanidad, lo cual trascenderá por fin la separación entre hombres y mujeres que ha constituido uno de los pilares fundamentales de la desigualdad social. No pocos vidrios se van a romper, las fuerzas desatadas son las de una ira comprimida durante siglos cuya erupción es imposible pensar que se producirá como si fuera un mero acontecimiento parlamentario, académico o de un urbano salón burgués.

Las movilizaciones de las mujeres el 8 de marzo y la huelga convocada para hacer del día siguiente “un día sin mujeres” en México fueron exitosos hechos inauditos. En la Ciudad de México las autoridades declararon que fueron 80 mil los manifestantes, en su absoluta mayoría mujeres y ante todo jóvenes pero también hubieron muchas mujeres adultas e incluso de la tercera edad. Esa cifra sin dificultad puede multiplicarse dos veces o más pues el río de gente que desfiló por el centro de la ciudad duró varias horas. Y en toda la República decenas de miles de mujeres desfilaron desde Baja California hasta Chiapas. En Guadalajara ocurrió la segunda más grandes concentración en el país con varias decenas de miles. También en Monterrey, sede del gran capital financiero, 15 mil mujeres se hicieron presentes en la gran plaza del centro de la ciudad. Y en los estados de Chihuahua, Sinaloa, San Luis Potosí, Puebla, Veracruz y Sonora miles de mujeres desfilaron por las calles de sus ciudades. Destacó la movilización de mujeres en varias ciudades del estado de Guanajuato, centro de la derecha más rancia panista y en Aguascalientes, en Colima y en Michoacán también hubieron mujeres en sus calles. Miles marcharon en Toluca la capital del estado de México, el más populoso del país. La huelga del día 9 también evidenció, ante la ausencia notable de millones de ellas en las jornadas de la rutina cotidiana, la importancia esencial femenina en la vida social.

La lucha feminista en México ya marcó con su impronta el presente nacional y se destaca como uno de los factores principales que determinarán su futuro, al unísono de lo que sucede en todo el mundo. Es un movimiento a la vanguardia del progreso social y el avance histórico. La base granítica que fundamenta la convulsión femenina se desprende objetivamente de una situación opresiva que registran elocuentemente los datos tanto al nivel nacional como mundial. Según cifras del organismo oficial del gobierno mexicano encargado de registrar los casos de violencia contra la mujer entre 2007 y 2019 en el país se registraron más de 409 mil agresiones contra las mujeres de las cuales el 91% se cometió dentro del ámbito familiar. Después del hogar, el lugar de trabajo es el espacio más hostil a las mujeres, incluyendo las dependencias del gobierno federal. El tercer causante de la violencia contra las mujeres es el crimen organizado cuyo saldo contra ellas registra 45 mil casos. En su abrumadora mayoría estos delitos, abusos y agresiones permanecen impunes. La mayor parte de los feminicidios son cometidos por las parejas de las víctimas, es decir en los ámbitos domésticos, familiares. (Ocho de cada diez abusos sexuales contra menores de edad ocurren en espacio de “protección” como el hogar, la escuela y las iglesias). La oficina en México de la Organización de las Naciones Unidas considera estos crímenes como crímenes de Estado pues ellos, los feminicidios, generan un sentimiento de completa impunidad. Se trata de una desigualdad de género, una desigualdad estructural que ha producido una violencia de dimensiones tales que representa una “crisis humanitaria”. (“La crisis humanitaria que desgarra al país”, Proceso, 23.02.2020).

La ONU en su proyecto sobre las mujeres “Generación Igualdad” señala que de los 193 países que conforman la organización internacional, sólo 21 tienen una mujer al frente. Al nivel mundial las mujeres ganan 77 centavos por cada dólar que ganan los varones en el mercado laboral. Una de cada 3 mujeres entre los 15 y 24 años está fuera del sistema escolar (más del doble que los hombres de esa misma edad) y 2/3 partes de los 670 millones de analfabetas que existen en el mundo son mujeres. (José Ramón de la Fuente, “La asimetría de género”, El Universal, 09.03.2020). La lucha feminista (entendida como la de vastos sectores de mujeres conscientes de la desigualdad entre los sexos y que luchan por su emancipación) comenzó hace dos siglos y ciertamente ha tenido logros. Es evidente que las movilizaciones de estos últimos días no han caído como rayo en cielo sereno, muchas luchas, muchos sacrificios las han precedido. Fueron batallas por lograr conquistar los derechos políticos elementales, por ejemplo el derecho a votar y ser votada para cargos públicos, que las mujeres carecieron durante la antigüedad y que en la edad moderna conquistaron hasta el siglo XX. Basta anotar que en México las mujeres conquistaron su derecho a votar y ser votadas hasta la mitad del siglo pasado. Todavía por supuesto falta mucho por avanzar (el 90 por ciento de la población general mantiene cierto tipo de prejuicios sobre las mujeres, o sea un gran sector de las mismas mujeres siguen aprisionadas de la ideología patriarcal dominante). Pero las conquistas que subyacen en las movilizaciones de estos últimos tiempos anuncian transformaciones colosales.

El encontronazo de AMLO con las mujeres

El 8 de marzo ocurrió un hecho político inaudito en la Ciudad de México. El Zócalo, la plaza mayor de la ciudad, sede de los poderes políticos nacionales y locales, se abarrotó de mujeres movilizadas contra la violencia de los feminicidios, reivindicando sus derechos de género. Se calcula que las aglomeraciones a reventar en el Zócalo pueden reunir a cien mil o más personas. Desde el año 2000 siempre había sido Andrés Manuel López Obrador (AMLO) el convocante de manifestaciones de tal envergadura destacándose una en especial en 2006 que desbordó con creces el propio Zócalo y extendió sus tentáculos por kilómetros por las calles adyacentes, agrupando alrededor de un millón de personas. La última gran concentración del Zócalo presidida por AMLO fue con motivo de su toma de posesión como presidente de la República el 1° de diciembre de 2018.

Sólo dos gigantescas concentraciones en el Zócalo en ese periodo de 20 años no habían sido convocadas, ni habían tenido a AMLO como su protagonista central. La primera fue la enorme marcha que concluyó allí días después de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en septiembre de 2014 y la segunda ha sido precisamente la efectuada el 8 de marzo pasado por las decenas de miles de mujeres que atestaron la gran plaza. De hecho ese día ni siquiera estaba AMLO en el Palacio Nacional, donde despacha y habita con su familia. Se había ido a Zacatecas, la capital estatal del estado norteño del mismo nombre más de mil kilómetros lejos de la Ciudad de México, a conmemorar junto con las secretarias de su gabinete gubernamental en un local cerrado el Día Internacional de la Mujer. Fue allí donde en un desangelado mitin hilvanó un discurso más repitiendo su muy criticada concepción de la lucha feminista. “Estoy a favor de las causas de las mujeres, pero no quiero la separación de mujeres y hombres porque la lucha es de ellos y ellas”. E insistiendo en su “terquedad” dijo: “Así como fui terco para llegar a la Presidencia y hacer la transformación de México, así soy terco con que vamos a serenar a Zacatecas y el país y acabar con la violencia”. Y volvió a la carga declarando que “la familia es la institución de seguridad social más importante que no hay que dejársela a los conservadores”. Y siguiendo con su “terquedad”, comentando en su mañanera después de las gigantescas movilizaciones del 8-9 de marzo, AMLO repitió que no era partidario de constituir una Fiscalía especial encargada en investigar y castigar los feminicidios.

Así la movilización masiva democrática y progresista más importante efectuada durante el gobierno del la “Cuarta Transformación Revolucionaria (4T)” de México no se realizó organizada, auspiciada y dirigida por AMLO ni por su partido Morena (Movimiento de Regeneración Nacional). Al contrario, fue realizada de hecho contra los deseos gubernamentales. Se trató de una movilización masiva que rebasó y se impuso a las posiciones de los gobernantes, empezando por AMLO quien no dejo de achacarla al descontento de los resentidos conservadores y reaccionarios opuestos a su gobierno que según él estuvieron atrás de las mujeres insumisas.

Carácter del gobierno de AMLO

Contra muchos pronósticos las jornadas de las mujeres por su liberación y emancipación han venido a mostrar con evidencia, mucho más pronto de lo previsto, las fuertes contradicciones que desgarran al presente gobierno. Un gobierno que ha llegado con un apoyo popular sólo comparable a los primeros gobiernos del régimen revolucionario de los años veinte y treinta del siglo pasado, impulso popular de millones de mexicanos y mexicanas que están hartos del actual sistema social que sólo ofrece violencia, miseria, impunidad y estancamiento económico y que desean, buscan y luchan por un cambio político radical. Impulso y deseo populares que durante más de un año del gobierno obradorista se confrontan a una realidad en la cual no se ven visos de que se prepare o se geste tal cambio radical. Poco a poco comienza a mostrarse con evidencia ante los más amplios sectores de la población como en realidad el gobierno de la “4T” es el producto de una operación política de los grupos capitalistas dominantes para amortiguar las profundas grietas que amenazan con estallar al régimen establecido.

El gobierno de AMLO y él mismo hicieron todo lo posible por desprestigiar el impulso independiente e indómito de los amplios sectores de mujeres, en especial de jóvenes, hartas de la violencia contra ellas y de la incapacidad de las autoridades por detenerla. También encabezados por AMLO los gobiernistas y partidarios de Morena llegaron al extremo de tachar a las mujeres insumisas de ser manejadas por los “conservadores”, refiriéndose así indirectamente a los grupos partidarios opositores del PAN y del PRI, en especial del primero. El presidente no escatimó expresiones poco elegantes con un tufo racista cuando declaraba respeto por “la causa de las mujeres” y al mismo tiempo veía “mano negra atrás de sus movilizaciones”. Tanto así que se llegó a considerar desestabilizadoras del gobierno las iniciativas feministas. Yeidckol Polevnsky, la secretaria general de Morena, claramente expuso que su partido no convocaba ni apoyaba las movilizaciones. El 8 de marzo la dirección morenista lo festejó encerrada en un restaurant. “Ahí se hicieron bolas, pues dijeron sí, pero no a la movilización de mujeres. Expusieron que apoyan la causa femenina, pero los que están detrás de algunas protestas son partidos, pero que todos están en libertad de movilizarse”. (El Universal, 09.03.2020). O sea, en el enrevesado discurso de la Cuarta Transformación, la liberación de las mujeres, el impulso masivo que ha demostrado, está vinculado a los partidos derechistas, reaccionarios que fueron aplastados por el alud electoral de la victoria de AMLO en 2018. Una incoherencia de un discurso que sólo se explica por el temor, éste sí conservador, de los representantes del estado mexicano a cualquier tipo de movilizaciones masivas independientes.

¿Cuál derecha?

Atribuirle a los opositores del PRI y del PAN, en especial a este último, la iniciativa de las movilizaciones femeninas sería ridículo si no fuera por la peligrosa lógica política de desprestigiar y satanizar a las movilizaciones independientes que lleva implícita. Una movilización masiva independiente de la población femenina es una expresión de profundos movimientos tectónicos en el seno de las masas populares en general. Las mujeres han sido normalmente las depositarias de las costumbres y rutinas sociales más tradicionales. Arrinconadas en los ámbitos domésticos (las famosas tres “Ks” alemanas Kinder, Kuhne, Kirche  “niños, cocina, iglesia”), sometidas a la dominación masculina de los padres, esposos, hermanos e hijos se convierten así en pasivos pilares del statu quo reinante. Cuando comienza a cundir en su seno la insumisión y la rebeldía es un síntoma poderoso de que el descontento social ha llegado a niveles muy profundos. Las instituciones defensoras de la sociedad burguesa, partidos, parlamentos, gobiernos, iglesias y demás se preocupan por mantener a las mujeres en ese estado de sumisión. Eso favorece su supervivencia. El PRI y en especial el PAN, las iglesias (por supuesto la católica pero también las cada vez más importantes iglesias evangélicas, bautistas, presbitereanas y demás protestantes) en México han sido campeones en la lucha contra las demandas feministas. Por ejemplo, son feroces oponentes de la despenalización del aborto. Son los conservadores, los reaccionarios quienes se oponen con horror a la liberación femenina la cual tiene como una de sus principales exigencias el derecho a que la mujer sea la dueña de su cuerpo. Por cierto, AMLO hasta la fecha ha eludido una definición clara sobre esta cuestión candente de la despenalización del aborto, demanda fundamental para quebrar el control de los gobernantes, de los curas y en general de los varones sobre el cuerpo de las mujeres.

El movimiento feminista de las mujeres mexicanas no es solamente “nacional”, se explica y entiende también por su inserción en ese movimiento planetario que en el cono sur de América ha logrado las altas cotas de movilizaciones de las mujeres libertarias en Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, que en Europa occidental tiene una larga historia y que en Estados Unidos ha colocado a las mujeres a la vanguardia de la lucha contra Trump. Los estallidos de rebeldía femenina tienen antecedentes de la más alta alcurnia histórica como son la marcha precursora de las mujeres de París a Versalles que inició la revolución francesa y la rebelión de las mujeres de San Petersburgo por el pan para sus familias que fue el primer acto de la Revolución rusa de febrero de 1917. Y en México los ejércitos revolucionarios de Pancho Villa y Emiliano Zapata no se pueden concebir sin las famosas “adelitas” que los acompañaban en sus batallas. Y en la actualidad no podemos dejar de señalar como ha sido una mujer muy joven, Greta Thunberg, quien se convirtió en el centro de la convocatoria de la lucha mundial por la preservación del medio ambiente y contra el cambio climático.

Quien ha movido cada vez más sus posiciones radicales de 2006 a las actuales claramente conciliadoras y favorables al gran capital es el propio AMLO. La lucha contra “la mafia del poder” de 2006 se ha convertido hoy en una estrecha alianza con los banqueros, industriales, comerciantes y magnates más poderosos con quienes AMLO trabaja y satisface con sus planes de gobierno. La última gran concesión que está en puerta para que los capitalistas sigan explotando a mansalva a uno de los sectores más desprotegidos de los trabajadores es la decisión de la dirección de Morena, representada en esta ocasión por su líder en el Senado Ricardo Monreal, de echar para atrás la propuesta de ley que otro morenista, el líder minero Napoleón Gómez Urrutia había propuesto para que se prohibiera la terciarización (outsourcing) de los contratos de trabajo, mina de superganancias para industriales, comerciantes y demás matices empresariales.

Igual superconcesión ha hecho AMLO a los grandes capitalistas, ésta consistente en asegurarles una y otra vez que en su gobierno no se realizará la urgente y necesaria reforma fiscal que se ha venido posponiendo durante décadas para satisfacción de los capitalistas felices en el paraíso fiscal en que viven. México es uno de los países con uno de los porcentajes más bajos de recaudación fiscal no sólo en comparación con los de los países europeos y Estados Unidos, sino en comparación con los de muchos países latinoamericanos. El patente desigual e injusto régimen fiscal prevaleciente representa uno de los factores centrales de la vulnerabilidad de la capacidad financiera del estado que se agrava con el deterioro económico y será la causa muy pronto de otra tremenda crisis que se agregará a las ya muy presentes de la devaluación persistente del peso y la caída de los precios del petróleo.

En el año y meses del gobierno de AMLO la política puesta en práctica no se puede considerar de ninguna manera que represente una política de orientación izquierdista. Lejos de ello. Aquí hay una diferencia sustancial con lo que fue en Suramérica la etapa del progresismo de los primeros años del siglo y que el gobierno de Chávez en Venezuela tan claramente representó.

La fundación de la Guardia Nacional ha reforzado el papel de los militares en el Estado. Además la instantánea aceptación de las exigencias del energúmeno de Trump para que el gobierno mexicano se convirtiera en un asistente de la “Border Patrol” para detener en la frontera sureña mexicana el flujo de centroamericanos y caribeños que buscan lograr llegar a Estados Unidos, ha representado una de las mayores concesiones históricas que el gobierno de México ha hecho al de Washington. El antiimperialismo está por completo ausente de la “Cuarta Transformación Revolucionaria” obradorista.

Finalmente, hoy AMLO se confronta a una prueba que no podrá eludir. Debe decidir sobre el destino de sus criminales antecesores en la presidencia, en especial sobre Enrique Peña Nieto y sus secretarios. Estos personajes están en la más completa libertad para actuar, conspirar y cuando llegue el momento que consideren oportuno volver a posiciones que les permitan continuar con sus fechorías y crímenes. Su tremenda derrota es la fuente de resentimientos peligrosos. Siguen conectados a grupos poderosos que alimentan su afán de venganza que los puede impulsar a la comisión de los hechos más siniestros. La detención del ex director de Pemex, Emilio Lozoya  en España confronta al gobierno de AMLO y a él mismo a definirse sin rodeos sobre la suerte de su antecesor Peña Nieto y la de su secretario Luis Videgaray, quien actuó como vicepresidente de facto del anterior. Ellos fueron los cómplices directos de las trapacerías de miles de millones de pesos que ha costado la corrupción de Lozoya, trapacerías que nadie puede creer que se realizaran sin el conocimiento y aprobación de los anteriores, sus superiores jerárquicos. Como muy ruin quedaría la posición obradorista de cebarse sobre figuras como Rosario Robles ya presa en la Ciudad de México y ahora Lozoya, los dos protagonistas relativamente menores de la feria escandalosa de corrupción e impunidad que caracterizó al gobierno priista anterior. AMLO quiere zafarse de esta prueba mostrándose como una persona no vengativa. Pero hacer justicia no es un acto de venganza. En cambio dejar sin castigo a personajes culpables de delitos e inclusive de crímenes de lesa humanidad equivale a traicionar el hambre y sed de justicia del pueblo mexicano.

La liberación nacional y la emancipación social

Vivimos momentos cruciales en estos días de crisis permanentes: económicas, sociales, medioambientales, epidemiológicas. En suma vivimos tiempos de profundas crisis políticas. Se resienten sacudimientos sociales mayores a escala nacional y, podemos agregar, a escala mundial. En México las movilizaciones de las mujeres, formidables hechos ejemplares, han mostrado a todo su pueblo el camino a seguir. Son la vanguardia de sus luchas por la transformación del país con las movilizaciones independientes del estado, de sus partidos y sus líderes. Se trata del combate constante por lograr la liberación nacional con respecto a la tutela imperialista de Estados Unidos y la emancipación social con respecto al sistema explotador y opresivo que constituye el capitalismo. La lucha estratégica es por un nuevo sistema social y económico que trascienda el fracaso histórico palpable e inocultable de un capitalismo que sólo ofrece sufrimientos y violencia a la abrumadora mayoría de la población. Para lograr esa transformación, la verdadera transformación socialista que se necesita y que llevará al pueblo de México a una etapa superior de su desarrollo histórico hoy mismo son necesarias la realización de tareas políticas y organizativas candentes.

Para empezar a la enorme fuerza femenina se le impone la necesidad de trascender con organización y programa al conjunto de grupos y corrientes que la componen actualmente. Su fuerza representa un potente aliento al reagrupamiento masivo de las otras fuerzas de trabajadores, estudiantes y demás sectores oprimidos para la constitución de un gran frente nacional de liberación nacional y social. En ese frente cada fuerza será independiente y la femenina es y seguirá siendo la garante de las demandas de género: la despenalización del aborto, una política de seguridad y castigo contra el feminicidio, recursos mayores para la asistencia social de las necesidades de la maternidad y la infancia, etc.

Muy importante ha sido la iniciativa de las mujeres del EZLN que se han unido al movimiento de sus hermanas de las ciudades, trascendiendo así el aislamiento que les impone el gobierno nacional. El EZLN representa la organización masiva más importante de los trabajadores y las organizaciones indígenas del campo mexicano. Su acción durante las movilizaciones feministas representa un hecho fundamental de la lucha insurgente popular.

El combate por la transformación socialista del país es la lucha unida mixta de hombres y mujeres. Los trabajadores están llamados a protagonizar movilizaciones por sus demandas de salarios, de organización sindical democrática e independiente libres de los charros de todos los matices, de solidaridad internacionalista con sus hermanos de clase de Estados Unidos y de los pueblos centroamericanos.

Cada vez es más urgente y necesario que los diversos grupos revolucionarios y socialistas logren constituir una o varias organizaciones de trabajadores y oprimidos, hombres y mujeres, que representen y encarnen con sus cuadros, sus líderes y su programa la meta socialista, democrática, feminista, medioambientalista e internacionalista que garantice las victorias de las luchas masivas que se avecinan.

 Estas líneas son escritas apenas diez días después de las movilizaciones feministas y sin embargo parece que fueron acontecimientos de otra época histórica, la anterior a la actual abierta con la crisis colosal del coronavirus (Covid-19). Así de acelerados y abruptos son estos tiempos que vivimos. Es la pandemia desatada por el Covid-19 una formidable prueba para el capitalismo mundial que muestra todas sus limitaciones y su fracaso como un sistema capaz de satisfacer las necesidades más básicas de los seres humanos: las de su salud. La privatización de los sistemas de salud, la concepción de los enfermos no como pacientes sino como clientes, la monetarización del cuidado médico y el abastecimiento de medicinas, toda la secuela de medidas que la etapa neoliberal del capitalismo actual ha producido se está demostrando catastrófica para el bienestar de la humanidad.

El sistema capitalista en México está de lleno inmerso en el caos planetario. El desmantelamiento del ISSSTE y las negligencias en el IMSS realizados por los gobiernos en favor de los hospitales privados desde los años ochenta del siglo pasado han convertido a estas principales instituciones públicas de la salud en frágiles sistemas sin preparación e incapaces de canalizar adecuadamente las consecuencias de esta epidemia cuando se presente con toda su virulencia en el país. El gobierno de AMLO nuevamente ha demostrado tardanza y torpeza en el enfrentamiento de la prueba que representa la pandemia.

La crisis del Covid-19 es otra espantosa prueba de que se está tardando la respuesta masiva social y política anticapitalista. Volviendo a la lucha de las mujeres podemos terminar diciendo que ella nos llena de optimismo y que su ejemplo seguros estamos que muchos más lo seguirán, para que la cita que nos depara la historia, esa que sólo es el resultado de nuestras acciones, será cumplida de forma positiva.

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