Por Teresa Gurza
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 19 de febrero de 2025.- Para quien como yo no las conoce de cerca, no hay nada más aburrido que una vaca.
Pero la investigadora holandesa Leonie Cornips, sociolingüista del Instituto Meertens de Ámsterdam, está fascinada con ellas.
Y un artículo de la BBC, cuenta su esfuerzo por descifrar la “expresiva” comunicación entre las vacas lecheras de un rebaño que está estudiando y la tienen impresionada, por “sus diferentes personalidades”.
Su empeño por entenderlas es parecido al de Jane Goodall más de 6 décadas, para comunicarse con chimpancés.
Y al de Roger Payne, que grabó cantos de ballenas jorobadas para demostrar que los humanos no somos los únicos en tener lenguaje.
Sus tesis sostienen que lenguaje, no son solo los sonidos que salen de la boca; “se habla” con todo el cuerpo tocando, besando y abrazando.
Los animales han elaborado lenguajes y rituales para saludarse, moviendo orejas y colas y si los entendemos, tendremos mejor relación con ellos y ellos mejor vida con nosotros.
El auge de la IA, ha permitido descubrir que las ballenas, tienen alfabeto fonético y se comunican a grandes distancias usando diferentes dialectos en distintas regiones.
Pero muchos se “hablan” de formas imperceptibles para quiénes, no somos investigadores.
No podemos, por ejemplo, oír los sonidos que hacen hipopótamos y pulpos estando sumergidos, a través del tejido adiposo que tienen bajo la mandíbula y como sus orejas se sellan para que no les entre agua, son sus huesos los que transportan las vibraciones hasta el oído interno.
Tampoco oímos, los zumbidos con los que se comunican las arañas; que deben estar muy pendientes, porque cada especie tiene el suyo y pueden quedar atrapadas en redes ajenas.
Pero sí, los de los mosquitos cuando nos acechan a centímetros de distancia.
Sabemos que los perros se comunican ladrando, oliéndose las colas y secreteándose en las orejas y que cuando tienen crías saltan de gusto y les da orgullo mostrárnoslas.
También a los pericos, les encanta secretearse; tuve un par que acabé regalando, harta de verlos ponerse de acuerdo para destruir frutas, orquídeas y rosas.
Y las decenas de pájaros que llegan a desayunar a mi jardín, me avisan con gritos cuando se acabó el alpiste.
Los ratones usan orejas y colas, los elefantes levantan las cabezas y los equinos relinchan, para avisar la cercanía de peligros o comida.
Y elefantes, delfines y pingüinos, tienen llamadas chiqueaditas para sus crías.
Por descifrar la danza vibratoria de las abejas obreras para informar a sus colmenas lugar y distancia de las mejores flores, el biólogo austríaco Karl von Frisch ganó en 1973 el premio Nobel de Medicina.
Y en una nota del National Geographic Sergi Alcalde afirmó, que en bosques de los Andes ecuatorianos los machos del pájaro saltarín alitorcido frotan las plumas de sus alas 107 veces por segundo frente a hembras que les atraen.
Capacidad a la que se refirió Charles Darwin en El origen del hombre y la selección en el sexo, afirmando que la fricción les sirve para orientarse.
Los casi ciegos murciélagos contraen la laringe hasta 200 veces por segundo, para advertir de peligro o alimento.
Y para lucir esplendorosos en sus bailes nupciales sobre los árboles, los presumidos pavo reales quitan las hojas que impiden al sol iluminar sus plumas.
Muchas veces nadando en el mar, he se sienten como piquetitos; son peces que se comunican a través de la electricidad, mientras más grande el pez más potente la descarga que, en anguilas y tiburones, puede llegar hasta 350 voltios.
Cada julio miles de ballenas regresan de sus zonas de alimentación en Chile, a reproducirse en bahías del Pacífico colombiano y con cantos y brincos se comunican con los lugareños de Buenaventura, que se reúnen en el Festival Mundial Ballenas y Cantaoras alrededor de la estatua de una ballena jorobada, para recibirlas con historias, bailes y música.
Y hasta hace poco, se dejaban acariciar mientras jugaban alrededor de los veleros; dejaron de hacerlo, al aumentar las lanchas de motor.
No les va tan bien, a los animales marinos utilizados en espectáculos.
Hace pocos días llovieron denuncias contra el hotel Barceló Riviera Maya, porque uno de los tres delfines que saltaban siguiendo órdenes de su entrenador, murió estrellado contra la pared de la alberca.
Y cuando a principios de año cerró el Marineland Antibe de la Riviera francesa adelantándose a las nuevas leyes que prohibirán espectáculos con animales, quedaron “desempleadas” las orcas Wikie de 23 años y su hijo Keijo de 11 y lo triste es que tras años de exhibición, solo saben estar entre humanos.
Caso parecido es el de un pez del acuario Kaikyokan de Japón, que casi murió de soledad cuando este febrero cerró para ser remodelado y sus cuidadores debieron pegar fotos de personas en las vidrieras, para alegrarlo.
Táctica usada por varios zoológicos durante la pandemia, porque los animales morían por extrañar a las visitas.
Investigadores de la Universidad del Sur de Dinamarca, comprobaron nuevamente que la comunicación es decisiva para el bienestar animal a fines de 2022.
Sorprendidos de que un delfín nariz de botella llevara semanas viajando solo en el canal Svendborgsund, muy lejos de su hábitat natural, le colocaron un micrófono.
Y al revisar tres meses después los 11 mil sonidos emitidos, descubrieron que platicaba con él mismo por la imperiosa necesidad de interacción que tiene esta especie que es sumamente sociable.