Periodistas Unidos. Ciudad de México. 04 de febrero de 2022.- Para el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) de poco sirvió la defenestración de Romero Deschamps. Lo sacaron por la ventana, pero ahora regresa por la puerta grande, pues uno de sus más fieles colaboradores es el nuevo líder de los petroleros.
Dos años consumió la preparación de las elecciones sindicales, pero quienes mejor aprovecharon ese tiempo fueron, no las autoridades laborales, que debieron prever el sinfín de trapacerías que se iban a cometer, sino los charros que controlan a los trabajadores petroleros desde el alemanismo.
Tampoco mostró eficacia la pasarela organizada por la Presidencia de la República, que puso a desfilar en las mañaneras a los aspirantes a la Secretaría General del STPRM. Se supone que, con tal respaldo, los charros se abstendrían de emplear sus viejos métodos para imponer candidatos. No fue así, lo que implica una gravísima derrota para el proyecto que encabeza Andrés Manuel López Obrador, quien, de esta manera, paga el precio por no contar con personal calificado en un cargo tan importante como la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS).
El sindicato debía modificar su estatuto para garantizar un mínimo de limpieza en los procesos electorales internos, pero los cambios fueron cosméticos, dictados por los mismos líderes charros que actuaron en contra de sus representados, lo que dio por resultado un documento que contraviene en varios puntos lo dispuesto por la Ley Federal del Trabajo, algo que era de esperarse. Lo que no se esperaba es que la Secretaría del Trabajo aprobara las modificaciones, pues a eso equivale la toma de nota que se le extendió a la casta de las manganas y los mangoneos.
Más allá de las buenas intenciones que hubiera podido tener la Secretaría del Trabajo, el resultado es que dejó manos libres a la charrería, la cual se apoderó del comité de elecciones. De acuerdo con las miles de quejas presentadas por los trabajadores y sus dirigentes auténticos, las boletas de votación fueron distintas entre una y otra de las 36 secciones del sindicato, varias de las cuales ni siquiera contaron con un padrón confiable; la supervisión de la STPS distó de ser completa y eficaz; se permitió a los empleados de confianza estar presentes en el proceso y, como es costumbre, los trabajadores recibieron amenazas, chantajes, promesas y todo el repertorio de chapuzas de los amos del coleadero.
Con tales “estímulos”, no es extraño que sólo se hayan presentado a votar 36 mil de los 89 mil trabajadores sindicalizados. Otro detalle significativo es que las elecciones seccionales fueron por voto directo y presencial, en tanto que la elección del secretario general se realizó mediante voto electrónico y a distancia, lo que, como es obvio, dejó manos libres a la charrería, pues aunque se supone que hubo supervisión de organismos oficiales. como la Secretaría del Trabajo y del Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral, no se permitió la vigilancia de los propios trabajadores, que presuntamente salieron en masa (70%) a votar por Ricardo Aldana.
Lo ocurrido en el sindicato petrolero anuncia lo que pasará en el de electricistas, donde sus impresentables capataces dispondrán de todas las facilidades para ratificar su actual e intocado poder en sus próximas elecciones. Otras organizaciones laborales se enfrentarán a los mismos obstáculos y se puede augurar que, por lo menos en este sexenio, no se hará retroceder a las mafias sindicales, que seguirán recibiendo inmensas cantidades de dinero contante y sonante para evitar actos de sabotaje y, de paso, continuarán con el huachicoleo y otros pemexgates. En suma, la recuperación de Pemex para la nación será —es ya— otro ejemplo de impotencia gubernamental y una tremenda derrota para el proyecto presidencial, cuando al sexenio le quedan menos de tres años…